La Venganza de "Carlos Mango" Atardecía en Chalina. Ei¿ la víspera del Día de Keyes. Sobre las baldosas de cantera rosada rué cuoren el piso del atrio del Santuario, habían desfilado muchas "compañías" de danzantes: los otomíes de las vegas de Maztitlán ejecutaron, en su turno y al son de tamboriles y pitos de carrizo, el baile bárbaro de los "Tocotmes"; los matla-zincas de Ocuilán ensayaron la danza de "La mariposa y la flor", con melodías de violines y arpas; los pames de San Luis, cubiertos sus rostros con máscaras terribles y empenachados de plumas de águila, lucieron sus trajes de lustrina morada y amarilla en la danza de "La Conquista", entre alaridos calosfríanles y guaracheo rotundo. Una cuadrilla de muchachas aztecas de Mixquic, llenas de encogimientos y rubores, ofrendaron al trigueño crucificado, retablos floridos e incensarios humeantes de mirra. Un cabailcro iepehua del norte de Hidalgo, metido en levita porfiriana y cubierto con cachucha de casimir a cuadro, había puesto a prueba la habilidad de sus pies desnudos en pantomima estridente y ridicula. La orquesta de tarascos llegada desde Tzintzuntzan ejecutó durante largas horas "Nana Amalia", esa cancioncilla pegajosa ■que habla de amores y de "suspiros". Ahora que atardecía en Chalma, ahora que el estupendo crepúsculo ondeaba en la cúspide de las torres agustinas como un pendón triunfal, estaban en escena los mazahuas de Atlacomuico. Danzaban ellos ante el Señor la farsa de "Los moros y los cristianos", de coreografía descriptiva y complicada; simulábase una batalla entre gentiles y "ios doce pares de Francia", que encabezaba nada menos que el "Emperador Carlos Mango", ataviado con ferreruelo y capa pluvia!, aderezada con pieles de conejo a fa-ta de armiños, corona de hojalata sal picada de lentejuelas y espejiílos, pañuelo de per-ce! atado al c uello y botines muy gastados, sobre medias solferinas con rayas blancas, que sujetábanse con la jareta de los nantalones bombachos. ■"Carlos Mango" habíase echado sobre el rostro lampiño unas barcazas de ixtle dorado, y en sus carries de bronce, dos manchones de arrebol y un par de lunares pintados con humo de ocote. El resto de la comparsa lo integraban "moros" por 'un lado y "cristianos" por el otro, los unos tocados con turbantes y envueltos en caftanes de manta de cielo, en sus manos alfannes y cimitarras de palo dorado con mixtión de plátano; los otros, apuestos caballeros galos, con lentes deportivos "niebla c‘e Londres" y arrebujados en capas respingonas a! impulso de! estoque de mentirijillas; tonteras de terciopelo con penachos de plumas coloreadas con anilina, polainas de paño y, por chapines, guaraches rechinadores y estaperolea-dcs. El aspecto y el ademán de "Carlos Mango" ganaren simoatías, lo seguí en todas sus evoluciones, en su incansable ir y venir, en sus briosas arremetidas contra los "infieles", en la irrogante actitud cue temó cuando las "huestes cristianas" habían dispersado e h morisca y al recitar con voz de trueno esta cuarteta: Detente moro valiente, no saltes la muralla, si eideres llevarte a Cristo, te llevas una pedrada y finalmente, cucado una vez terminada la danza, ya al pardear, de rodillas y corona en mano, rendía fervoras al crucificado de Chalma enmedto de la nave del Santuario. Pesnués lo vi snlir altivo, las barbas y la cebica rubias enmarcaban unos oios neoros y profundos: la nariz chata, fuerte, sotábase sobre los biantes rheranados nue se dechor-daban sobre una bocaza abierta aún ñor el iadeo, resultan de la acatorada danza recien concluida. S.-|íó mi hnmbr" del temnlo. Pude comprobar como su presencia impresionaba, igual que a 1* Condensación por la Pioíra. Ana María Bustos De Francisco Rojas González mí, a sus paisanos los mazahuas que se hallaban dispersos en el atrio. "Carlos Mango" saludaba a la multitud con grandes ademanes; un chiquillo se llegc hasta las piernas robustas del danzante y tocó con veneración las pieles que adornaban el atavío maravilloso: más "Carlos Mango" apartó con dignidad al impertinente y se dirigió hacia un extremo del atrio, en donde un grupo de mujeres y niños habíanse acurrucado unos en otros, echados sobre el s uelo, y tratando de conservar lo mejor posible el calorcillo que generaba ia hoguera a la qua alimentaban con ramas resinosas. A peco, mi admirarlo personaje hacía añicos sus propios encantos. Ante mis ojos sorprendidos, el hombre se arrancó la artificiosa pelambre alazana, y quedó convertido en un anciano de rostro cansado y lleno de hondas arrugas; en su boca ha bía relajamientos de vejez y solo sus ojos manteníanse vivos, brillantes. Una mujer lo ayudó a despojarse de los ostentosos ropajes, para dejarlo en calzón y camisa de manta; otras de sus acompañantes, muy solícita, echó sobre los hombros del viejo un pesado poncho de lana. Junto a mi, que no perdía detalle de la escena, dos indios ebrias cementaron: —Ora si que s'iacabó el Carlos Mengo —Sí ahoy ya volvió a ser mi compadrito Tanilo Santos Y Tanilo Santos, entre tanto, buscaba el caler de la lumbre y dejábase mirar de la gente que lo rodeaba. La noche de enero se había echado encima; los luceros del cielo invernal de Chalma cintilaban, igual que los espejos y las lentejuelas que ornaban las monteras y las esclavinas de "ios doce Pares de Francia". "Nada atrae más en la noche que una fogata . Al menos esa reflexión me sirvió para acercarme ¿I corrillo de indios del que era centro Tanilo Santos. "Nada más estimulante de la amistad y de la cordialidad que un buen trago de mezcal" Al menos esa convicción me h:zo tender la botella a Tanilo Santos, quien acepto el convite en silencio v lo neneraPzó a las viejas que lo rodeaban; todos llevaron la botóla a sus labios. Cuando Tanilo Santos se convenció de cute nadie quedaba sin beber, limpio ccn ia palma de su mano 'a boca de la bo-‘Hla v me la devolvió, sin pronunciar palabra Yo tuve orto-res la seguridad de cue Tanilo Santos había mordido la carnada y estaba íntegro en mis manos. Mañosamente me separé del grupo y me dirigí hacia la balaustrada del atrio que mira al río. A mis oies el torrente rugía, las aguas bravas tomaban la curva para abrazar al templo oue se antojaba clavado en un islote; en la otra banda, el monte espeso y sobre él, un velo de paz... Ahí aguardé confiado que mi artimaña surtiera efecto. Pasaron largos minutos sin que ocui riera la reacción esperada.... De frustarse, era necesario urdir otra patraña para ganarme la confianza del tal Tanilo Santos. Me inieresaba hablar con él, dentro de mi proyectado estudio en torno del concepto que de ia divinidad tienen ¡os indios en la altiplanicie. . En Tanilo Santos había yo creído descubrir si tipo entre patriarca y santón, entre autoridad y hechicero, con influencias absolutas sobre su gente y, por iodo elfo, magnífico informante. Ya desesperaba viendo en falla mi primer intento de trabar charla con el viejo mezahua, cuando lo miré ponerse en pie y embozarse en su poncho; luego, simulando gran indiferencia, echó a andar hasta llegar a la balaustrada, pero bien distante de mi. Así se acodó, miré las estrellas un buen rato, después se volvió los ojos a la negrura donde el río se debatía y acabó por lanzar un guijarro entre las sombras. Yo ¡o miraba de soslayo, fingiendo no haber reparado en él; sabía que de un memento a otro Tanilo Santos vendría con ánimos de reanudar sus relaciones amistosas con . la botella de aguradiente Pero ya estaba ¡unto a mi; entre sus dedos palpitaba la luz de una luciérnaga. El hombre obsequiosamente me tendió el insecto, a! tiempo que decía.- —Póngala su mercó en su sombrero. Lo complací, pero la !uc:érnaoa, al verse libre, emprendió el vuelo; allá fué río traviesa, era estrellita fugaz do trayectoria horizontal. Tanilo Santos reía alegremente; yo aguardaba su demanda engreído ñor mi triunfo. —Va su buena persona a esperar a los de Xochimilco? —Sí, quiero oirlos cantar sus "Mañanitas al Señor".... —Van a llegar a! alba .. —Pera uno que madruga, el otro que no se acuesta . Además la noche está, hermosísima. Tanilo Santos lió un cigarríiio ¿e hoja e hizo el socarre con sus manos para enccr.-erlo entre enérgicas y ruidosas chupadas. l- —Qué dice Atlacomuico.. Tanilb Santos? —pregunté. -Hum Pos allá se quedó -renuso el viejo un. peco desconfiado. I. uego, tornando a su aspereza, se volvió hacia el río, grueso y echóse sobre la barda de piedra ignorándome absolutamente. Creí llegado el momento de esgrimir un recurso heroico; extraje del bolso trasero da mi pantalón la botella de aguardiente; la puse frente a mis ojos, la agité, le quité el corcho y la oh', hice muestras muy elocuentes de mi delectación, pegue un trago, chasqueé la lengua Todos esto-- movimientos fueron seguidos por la vista de lando Santos, parecía un perro hambriento que aguardaba el bocado. De pronto habló -Y que dice México, patroncito? -Pues allá se quedó —renuse secamente al tiempo que sepultaba en mi bolsillo ia botella. Sin más, me volví hacia el río. Tanilo se quedó desconcertado, 'o nue me confirmó en mi opinión do que las cosas iban a pedir de boca. —Porque allá en Atlacomuico andamos un poco chuecos, sabe usté . siguió Tanilo-A eso casualmente hemos traído la compañía. Es que Donato Becerra se ha puesto muv malito y no lo salvará más que un milagro del Santo de Chalma • A oso hemos venido todos en junta; a penr- (Pasa a la Página 8) TALLER DE BICICLETAS IRIARTE' Deportes Viking ARMAS Y CARTUCHOS CACERIA - PESCA Av. Constitución No. 379 - Tel. 5-86-21 Tijuana, B. C. PARA LOS MAESTROS. Copias XEROX a Mitad de Precio recio Normal: 30c. m.a. Precio Especial: 15c. m.a. BICICLETAS Y REFACCIONES FOTO SURTIDORA Ave- Constitución No. 920 Entre 5a. y 6a. Tijuana, B. Calif. COPICENTRO XEROX Calle 2a. No. 1637 TEL. 5-74-77 Calle Primera No. 1451 Tel. 5-5038 Tijuana, B. C.