de los jóvenes, insufrible a quien no los conoce, tiene un no sé qué que los hace amables. Por ella se descubre todo el hombre interior, incapaz de rencores, astucia artera , ni intención dañada." Díaz pasados, Cadalso se encontraba esparciendo el ánimo en cierto café o botillería. Había allí un mozalbete francés que charlaba inconsideradamente de las cosas de España. Cadalso escucha sus palabras estrepitosas, sus voces, sus gestos, y luego le dice a un amigo: “¿Ves todos estos estrépitos, alborotos, saltos, gritos, voces, ascos que hace de España; esto que dice de los españoles y sus trazas de acabar con todos los que estamos aquí? Pues apostemos a que si cualquiera de nosotros se levanta y le pide la última peseta que tiene, se la da con mil amores." Y añade el autor: "¡Cuánto más amable es su corazón que el de aquel otro desconocido que ha estado haciendo tantos elogios de nuestra nación, que nos consta a nosotros ser defectuosa por el lado mismo por donde la ensalza!" (Todo esto está un tanto desmañadamente expresado. Al primer joven, Cadalso no le ha pedido la última peseta, y no se puede asegurar que la dará. El segundo joven puede ser un hipócrita redomado; pero al elogiar lo que no es digno de elogio puede ser también un papanatas.) El joven de los elogios—prosigue Cadalso—todo lo encarece y pondera; dice mil primores de la capa; intenta llevarla airosamente y no hace más "que arrastrarla con desgarbo. Ha ido a la comedia y sale encantado después de haber visto un deplorable engendro. No; preferimos a nuestro mocito francés que, después de haber leído más de mil comedias, clásicas, nos dijo que no había encontrado ni una sola escena en ellas regular. Y ahora viene una observación realmente profunda y bien expresada de Cadalso, observación de la más viva actualidad. “Esta juventud—escribe el autor,—en medio de su superficialidad y arrebato, ha hecho siempre prodigios de valor en servicio de su Rey y en defensa de su Patria. Cuerpos militares de esta misma traza que ves forman el nervio del Ejército de Francia. Parece increíble, pero es constante que, con todo el lujo de los persas, tienen todo el valor de los macedonios. Lo han demostrado en varios lances; pero con singular gloria en la batalla de Fontenay, arrojándose con espada en mano sobre una infantería formidable, compuesta de naciones duras y guerreras, y la deshicieron totalmente, ejecutando entonces lo que no había podido lograr su Ejército entero, lleno de oficiales y soldados del mayor mérito." Con todo el lujo de persas, es decir, con el hábito de la elegancia, del refinamiento y de la cultura del espíritu, tienen los franceses, singularmente su juventud, todo el valor de los macedonios. Se está viendo de una. manera espléndida en la presente guerra. Cadalso añade más; Cadalso, coronel, militar que supo morir heroicamente, añade algo que ha sido tan verdad en 1914 como pudo serlo en 1768; Cadalso alude a la terrible equivocación que puede sufrir quien juzgue a la nación francesa, quien juzgue a la, juventud francesa por sus aires y- trazas aparentes de .li-' gereza e irreflexión. ¡Deplorable psicólogo sería quien tal hiciera! Mal se ha calculado en 1914 al no contar con *ese fondo de entusiasmo, de heroísmo y de abnegación de la nación francesa, fondo tradicional, innato, indestructible. A ese profundo error alude Cadalso. "De aquí inferirás—escribe el autor—que cada nación tiene su carácter, que es un mixto de vicios y virtudes, en el cual los vicios pueden apenas llamarse tales si producen en la realidad algunos buenos efectos y éstos se ven sólo en los lances prácticos, que suelen ser muy diversos de lo que se esperaba por mera especulación." Por mera especulación se esperaba que Francia, que la juventud francesa, que se nos pintaba disipada y corrompida, no pudiese resistir al asalto de un enemigo. Esa mera especulación ha engañado a los que pensaban ser debeladores de Francia. Esa mera especulación engañará también a los que piensan que Francia, después de la guerra, no va a recogerse sobre sí misma para reorganizar su vida pública, limpiándola de escorias, sobre bases firmes de sinceridad, de tolerancia, de respeto mutuo y de autoridad inteligente e inflexible. AZORIN. Rosa María y María Rosa Almada Peláez, gemelas, hijas del Sr. Marcelino Almada y la Sra. Carmen P. de Almada, residentes en el Paso, Tex.