HERALDOS BOSQUEJO DE PARA enseñar la necesidad del Lección VI. regresar a DEL REY Febrero 10 do 1928. LA LECCION arrepentimiento, el Señor Jesús * propuso la más hermosa y tierna de las parábolas: La del Hijo Pródigo. Es un padre de familia que tenía dos hijos. El menor, cansado ya de apacentar las ovejas, de la rutina de la vida de un pueblo pequeño y de la tutela de su padre, pidió la parte que le correspondía de sus bienes. El padre le concedió lo que pedía. Con riquezas y ansioso de una vida de bullicio se alejó de la presencia de su padre y se fue a una ciudad lejana. En aquella tierra, tuvo muchos amigos y vivió entregado a toda clase de deleites. Muy pronto gastó todo lo que tenía y se vió reducido a la miseria. ¡Sin un centavo y sin amigos! Obligado por la necesidad tuvo el pobrecito muchacho que solicitar trabajo de uno de los señores de aquel lugar. Este le dió el trabajo de cuidar los puercos, animales que eran considerados como inmundos por los judíos. Podemos imaginarnos lo que sentiría aquel muchacho que había sido rico y disfrutado de abundancia, ahora de porquero y con tanta hambre que codiciaba la comida de los cerdos; pero ni aún a ésta tenía derecho. Un día teniendo mucha hambre comenzó a reflexionar. Recordó la vida del hogar, y las consideraciones los jornaleros. bién el amoroso cuidado de su padre y se arrepintió de su mal comportamiento. Pero no fué todo, amados niños, se resolvió su padre su pecado y pedirle que sino como a uno de sus jornaleros. Bien podemos contemplarlo que recibían Recordó tam- su hogar, confesar a ñdmitiera no como a un hijo, omu vumu « unu ue sus jornaleros. Inmediatamente se puso en camino. Bien podemos contemplarlo cubierto de andrajos, cayendo y levantándose, lleno de temor y de vergüenza caminando hacia el hogar. . . . Aún no llegaba cuando su padre lo divisó, corrió a su encuentro y antes de que el hijo terminal a de confesar sus faltas ya estaba perdonado y en los amorosos brazos de su padre. En seguida, lo despoja de sus andrajos y lo viste con las mejores ropas; pone anillo en sus manos y zapatos en sus pies. Y no terminó allí todo, sino que había grande alegría en el hogar porque el hijo descarriado había regresado. El padre cariñoso de esta parábola representa a Dios y el hi-