Marzo REVISTA EVANGELICA 143 LA ORACION --o-- Pedir lo que nos hace falta, es una necesidad, manifestar gratitud por lo que se recibe es un deber y honrar al Creador de todas las cosas, es una obligación. La oración es el medio por el cual se pide, es la manera de manifestar la gratitud y es una de las formas de honrar al Gran Dios. La oración, pues, es una necesidad para el pobre pecador, es uno de los deberes imprescindibles del cristiano y constituye una obligación para la creatura. La oración en si es una bendición, porque es una bendición el habérsenos enseñado cómo suplir nuestras necesidades y cómo cumplir con nuestros deberes y con nuestras obligaciones. La oración, pues, para que sea oración y para que llene su objeto debe ser constante. Generalmente se cree que la oración tiene por único objeto pedir y pedir en casos muy apremiantes. Por eso oramos sólo cuando tenemos una necesidad extrema. La oración no sólo tiene por objeto pedir cada cosa por insignificante* que sea, con tal que sea para nuestro bien, sino manifestar nuestra gratitud y ensalzar a nuestro Dios. Es por esto que la vida del cristiano deber ser una vida de oración no interrumpida, porque la vida del cristiano debe ser de petición, de acción de gracias y de alabanza a su Dios constantemente. Oraciones fervientes son las propias del pueblo de Dios. El fuego del espíritu, la vehemencia del alma y un profundo celo deben caracterizar a nuestras ora-' clones. Las oraciones frías e indiferentes, nacidas de la presunción más bien que del alma, motivados por la costumbre más bien que por el deber, no son oraciones ni son oídas del Eterno. Tampoco deben hacerse con orgullo, sino con humildad. Las oraciones del cristiano no van dirigidas a hombre alguno, ni siquiera a santos o ángeles; van dirigidas al Poderoso y Santo Dios y deben ir empapadas en la más profunda y sincera humildad ¡Cuántas veces nos presentamos ante.nuestro buen Dios con oraciones saturadas de orgullo y empapadas de pretensión, sin advertir que para esa clase de oraciones, Dios guarda un profundo silencio y aumentamos con ellas el número de nustros pecados! Deben ser concretas las oraciones de los hijos de Dios. El valor de la oración no está en la longura de ella. El saber orar no consiste en hablar mucho, sino en orar como conviene. La verdadera oración, la oración de valor ante Dios, la que tiene efectos admirables, la que transforma, la que eleva, la que cambia, la que nos transporta, la que enternece, la que tiene respuesta es, sin du-