DE LA RELIGION. 265 pontificio, á fin de evitar mayores disturbió^y.péligrós mas graves, y para poder ejercer libremente nuestro ininisterio apostólico. Entre tanto, hemos venido á Gaeta; y lo primero que hicimosjílégadós & ella, fué manifestar á . nuestros súbditos nuestra voluntad y sentitMetií^;^'9.r medio del-edicto público de que te acompañamos un ejemplar. TusaM^híaj amado hijo, varón ilustre y honorable, se hará cargo de la amargura en que-vivimos, y del cuidado que debe inspirarnos la suerte de los súbditos de nu^Mí,,dominio temporal, así como los derechos y posesiones de la Iglesia Romana'qué.' Nos estamos obligados, bajo el solemne juramento, á conservar íntegros su jeción. Y como conocemos bien tu piedad hacia Nos, tu adhesion, respéto.yg^an.benevolencia á la Silla Apostólica, esperamos que no permitirás echemos menos, en dias tan lámehtables, tu importante ayuda para la guarda del principaBo ciu vil dé la misma Silla. Porque no se te oculta que todos los conatos y esfuerzos de los impíos se encaminan á despojar á la Santa Sede del dicho principado, para privar así al Pontífice Romano de la plena libertad con que debe regir y gobernar la Iglesia toda de Jesucristo. Entre tanto, no cesamos de pedir fervorosamente en la humildad y aflicción de nuestro corazón, al Dios rico en misericordia, que te colme de los mas abundantes dones de su diviña gracia: y como prenda de ellos, y en testimonio de nuestro amor, te damos, querido hijo, con el mayor, afecto, sincera y cordiálmente la bendición apostólica. .. En Gaeta" á 4 dé Diciembré de 1848, año tercero de nuestro pontificailu.— PioPapaIX. • '■ - A SU SANTIDAD EL SUMO PONTIFICE PIO IX, JOSE JOAQUIN DE HERRERA, GENERAL DE DIVISION Y PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE.LA REPUBLICA 3IEXI-CANA. Santísimo Padre.—No es fácil que yo acierte á esplicar á V. Santidad la desagradable sorpresa que al gobierno y pueblo de la República mexicana ha causado la noticia de los infaustos sucesos de Roma, de que V. Santidad se digna hablarme en su carta datada en Gaeta el 4 de Diciembre del año prócsimo pasado,. Nada podia ser mas doloroso para México, que saber qué el Padre común de los fieles vive en amargura, y que su sagrada persona ha sido objeto de úna sacrilega violencia en la capital misma de sus Estados. Semejante atehtado¡ es un escándalo jpara el orbe todo; y él imprime sobre sus autores una máncha perdurable, que nada bastará á borrar. En el actual orden del mundo, la absoluta independencia dél Sumo Pontí-ficé, y por lo mismo el pleno derecho de soberanía temporal en sus Estados, es una condición necesaria para el libre é imparcial ejercicio de la suprema potestad espiritual, que al mismo Pontífice compete en calidad de gefe de la Iglesia. Las naciones católicas no podrían ver sin alarma y sin un profundo sentimiento, que en Roma se levantase un poder de cualquier género, no subordinado efectivamente á la Santa Sede, pues tal. poder amenazaria menoscabar la independencia del Pontífice, y según el curso ordinario de las: cosas humanas, tarde ó temprano acabaría por hacerlo. Si tal novedad se realiza-se de una manera estable, ella produciría consecuencias funestísimas para la comunión católica. Egregiamente dice V. Santidad, que los impíos atacando el poder temporal de la Santa Sede, dirigen en realidad sus tiros contra la Iglesia de Jesucristo. Ella, sin embargo, saldrá vencedora en la lucha: la