142 Lzl VIOLRTA. Discurso leído en el Tercer anvuesario de la Sociedad Obreros Sucursal IV. i de Cadcreita Jimenez. SiiñoRKs: Con la timidez propia, de quien jamás ha ocupado este lugar destinado á los grandes genios; pero confiada en la benevolencia que os caracteriza, me atrevo á dirijiros la palabra. No esperéis de mi una alocusión adornada con brillantes colores, ni en contratéis en ella elevados pensamientos; nada, mi lenguaje será censido; pero las palabras que pronuncien mis labios serán nacidas del corazón; los conceptos que exprese,serán los intérpretes de los sentimientos de mi alma; así pues con la convicción íntima, de que os dignareis perdonarme las ¡numerables faltas .que sin duda notareis en mi narración y que escuchareis mi débil voz, doy principio á cumplir con el cometido que me confió el Gran Círculo de Obreros de esta Ciudad, que es el de dirijiros la palabra en este momento de júbilo para los que forman parte de esta asociación. Escuchadme. Hace hoy tres años que unas cuan tas personas, de la clase • humilde y trabajadora; que unos cuantos filántropos deseosos del bienestar común deseosos de impartir con sus compañeros sus goces, y de ayudarse mutua mente en sus infortunios, tuvieron la feliz idea de formar el que ahora es Gran Círculo de Obreros de Cadcreita Jimenez ¡eran entonces unos cuantos como ya os dije, vedlos ahora ya for man un grupo considerable, ya no te men á la opresión ni á la miseria, ya cada uno de ellos contribuye con su óbalo para sostén de los demás; nin guno podrá decir: no tengo quien me ayude, soy solo y el fruto de mi tra bajo no me basta á cubrir las neseci dades apremiantes de la vida, no, ahora, todos son uno, si á uno de los miembros de este Círculo, el infortu nio llamará á sus puertas, con la ab negación propia del que tiene su con ciencia tranquila, le diría: no temo re tirarte eres incapaz de atacarme, ten 20 la luz, el trabajo y la honradez y no cabe duda que el hado maligno re trocederá por que quien puede ante estos tres principios, ante estas inven cibles deidades. Nadie no es verdad. La sociedad, palabra sagrada, la so ciedad, señores, como todos vosotros sabéis es el principio fundamental de nuestra existencia, es la base de núes tra dicha por que; /quien podría ne gar que uno de nosotros, separados constantemente de los demás, no será mas que un ente despreciable, un ser que solo ayudaría, al covertirse en polvo en aumentar los átomos de nuestro planeta? Ninguno, no es así; pues bien ved ahora á un considerable número de obreros, á un grupo de los que aunque pese á los egoístas, son el sostén de la sociedad, llenos de júbilo, por el triunfo que acaban de obtener, al celebrarse el tercer aniversario de su unión, miradlos en sus senblantes se nota un no sé qué, que indica que este es uno de los momentos mas felices de su vida, parece que desafian la inclemencia, parece que no temen ni á las iras de los opresores, ni á la infatigable lucha del error contra la luz; ya pueden, sin temor de equivocarse, decir: somos libres, ninguno por poderoso que sea, podrá inculcarnos máximas que no concuerden con núes tra razón, que no sean de entera con formidad con las leyes de la naturale za, y con los imperecederos principios de luz, igualdad, fraternidad. Seguid, seguid obreros, fabricando el templo de vuestro porvenir, al ca bo sin vosotros nada puede, ni el rico ni seberano, sois el sosten del misera ble, del poderoso, del monarca, sois el todo de nuestra sociedad, pero no