RBOBNBRACION ñora, y desde luego se notificó esto rectifi ciclón á loe Agentes de Minería en Sonora para los efectos consiguientes. De modo que la tan aplaudida disposición sólo estuvo en vigor dos meses, esto es, el tiempo necesario para que. tras de algunas conferencias, el Dictador cediera á las exigencias del Gobierno yankee, que le ordenó revocar su anterior acuerdo. Se necesita toda la cobardía y toda la bajeza de Porfirio Díaz, y aun toda carencia de dignidad personal, para someterse tan ciegamente á las órdenes del yankee, exponiéndose á graves censuras 6 cuando menos á quedar en ridículo ante el pueblo que lo ve revocar una disposición importante dos meses después de haberla tomado. Los menos crueles calificarán al Autócrata de versátil, de voluble, de poco serio, puesto que en dos meses cambia radicalmente de opinión en un asunto de la mayor trascendencia. Los que conocemos el secreto de la fconducta de Díaz, le arrojaremos al rostro su servilismo de-lacayo para con los yan^ees y su cobardía para no sostener lo que había dispuesto. |A que abismos de deshonra nos precipita el déspota menguado que toleramos! Gracias á Porfirio Díaz, México ha venido á ser una colonia de Estados Unidos, gobernada al ca pricho de la Casa Blanca. Cuando el Autócrata, como en esta ocasión, se permite tomar un acuerdo sin permiso de la Metrópoli, pronto se le ordena que revoque su disposición. Esto es lo que pasó en la cuestión de Sonora, y la poca duración en vigor del acuerdo dictatorial, la intempestiva revocación de ese a-cuerdo, sin que antes se tratara de apqyarlo con algún pretexto, •in one los periódicos eemioficis-lea dijeran siquiera por fórmula que natía inconvenientes para que subsistiera la famosa disposición; ese apresuramiento en el obrar, como el criado que obedece precipitadamente órdenes perentorias de su señor, revela á las claras que Porfirio Días, en este caso, obedeció servil y cobardemente las órdenes del Gobierno yankee Ya sabemos, pues, lo que podemos esperar en el futuro, si seguimos consintiendo que la Dictadura dirijq á su antojo los destinos de nuestra Patria. Hoy, el Gobierno americano obliga al Dictador á continuar otorga iklo á los yanfrees cuantas concesiones quieran, por más que esto sea en perjuicio de México; mañana, cuando los yankees, por el sistema de concesiones, se hayan posesionado de mayor extensión de nuestro territorio, los Estados Unidos lograrán con la mayor facilidad que Porfirio Díaz les ceda 6 venda por completo esa parte del suelo mexicano. Y entonces, no sólo será culpable Porfirio Díaz, sino también nosotros, que por permanecer inactivos cuando todavía era tiempo de evitar la catástrofe, por permanecer indiferentes cuando á nuestra vista se vendía el suelo patrio, tendremos que compartir con el traidor las responsabilidades de su infidencia. ¿Cuándo reaccionaremos, si el cúmulo de opresiones y deshonras con que se nos agobia, no ha logrado todavía despertarnos de nuestro letargo ignominioso? Se nos veja, se nos roba, se nos asesina; nuestros déspotas no respetan ni la dignidad del hombre ni el pudor de la mujer; no tenemos seguros ni nuestro honor ni nuestra familia, ni nuestra propiedad, ni nuestra vida...,.....Jy todavía continuamos impasibles, de rodillas ante loa tiranos, y presentando el dorso á los azotea I ¿No nos conmoverá tampoco la venta de nuestra Patria, que se realiza cínicamente á nuestros o-jos? ¿Nonos avergonzará sufrir el doble oprobio de tolerar un tirano propio y estar de hecho gobernados por un poder extranjero? ¿No nos hará reaccionar la perspectiva de ser entregados como ovejas á la dominación absoluta del yanhee? En nuestra mano está salvarnos de los infortunios que nos a-plastan. Somos el número, y por tanto, la fuerza. Sólo bastaría un esfuerzo de voluntad para a-rrojar lejos de nosotros el fardo de nuestros dolores é ignominias. Hagamos ese esfuerzo, decidámonos á no continuar siendo esclavos, y devolvamos á la Patria su honor y su dicha, librándola virilmente dé la Dictadura que px>r treinta años hemos soportado con vergonzosa resignación. Sólo son esclavos los que quieren serlo: basta la voluntad para ser libre. bien, hay frases de noble y viril reproche contra el traidor uue nos vende si extranjero. Otra novedad salta 1 la vista: el deseo que el grupo director oposicionista tiene de que el pueblo procure la elevación de un ciudadano modesto y desligado de los tiranos. A eso deben tender los esfuerzos de los Oaxaqueños honrados. Si es universalmente odiado Emilio Pimentel por no haber sabido hacer otra cosa que enriquecerse con el dinero que en forma de contribuciones le ha sacado al pueblo hasta dejarlo en la más abyecta miseria; si Pimentel es a-borrecido porque bajo su tiranía se extremaron los odiosos impuestos llamados de capital moral y capitación; si no goza de ninguna popularidad el mandarín oaxa-queño por estar haciendo negocio con el puesto de Gobernador, el deber de todo oaxaqueflo que se precie de digno, es disponerse á derribar ese despotismo de negociantes que han hecho del Estado una guarida de malhechores. L* E Ai ilio Pimentel no solamente es amigo de lo agetío, sino que es mocho recalcitrante. Regularmente los «científicos» tiesen e-•os estigmas, y en ctyinto á los Gobernadores de los Estados nunca dejan de tener el primero complicado con el amof á los espectáculos sangrientos, siendo los modelos Bernardo Reyes y el tuerto Olegario Molina. Buen éxito democrático desea-mosá nuestros correligionarios de Oaxaca. Falta muy poco tiempo para las elecciones y es necesario que los independientes no ahorren esfuerzo ni se den punto de reposo. Volvemos á excitar á todos los buenos oaxaqueños á que se a-grupen en clubs que trabajen contra la reelección de Emilio Pi. mentel, considerando que la presencia de ese hombre al frente de los destinos del Estado, es una afrenta para la dignidad que no deben tolerar los hombres honrados. Los criminales y los degenerados como Pimentel deben estar en los presidios, no al frente de pueblos que se precien de dignos. ____ < ejemplo, un mínimum de salario y un máximum de horas d- trabajo, es cometer una arbitrariedad y un atentado contra los capitalistas y atacar la libertad que todos tenemos de hacer negocio; que el capitalista es tan dueño de su dinero como el obrero de su trabajo, y que lo legal es dejar que ello» se arreglen como puedan, por más que el obrero siempre saque la peor parte. Contestaremos, en primer lugar que la legalidad es muy relativa, pues depende de cómo sean las leyes. Un mismo acto puede ser legal en nn país y no en otro, y puede haber sido legal en otro tiempo y no serlo hoy. Todo depende de lo que las leyes preceptúen. Hoy es legal que los capitalistas exploten á su antojo á los obreros, pero cuando haya una legislación favorable al trabajador, lo legal será que el obrero no sea vilmente explotado por el rico. Y si reconocemos, como tiene que reconocer cualquiera que se diga demócrata, que el pueblo tiene derecho de hacer y reformar las leyes á su conveniencia, tendre- RE5OLUCIOMES Tontitos por k “Junto Orfioizidori del Pirtido Liberad /*V-xicioo.** I.—8e oonetltuye 1b Junto Organizadora del Partido Liberal Mexicano, oon el personal que suscribe estas Resoluciones. La Junto existirá públicamente y residirá en un país extranjero para sitar á salvo, hasta donde sea posible, de los atentados del Gobierno de México. Trabajará por la reorganización del Partido Líber al y oon los elementos que los oo r re ligio-nartos le proporcionen, luchará por todos loa medios, contra la Dictadura de Porfirio Días. IT.—Loe ciudadanos mexicanos que estén de acuerdo oon las ideas del Ma-nllesto expedido, y publicado en REGENERACION y anhelen la libertad de la Patria, constituirán en las poblaciones en que residan, agrupaciones secretas que estarán en comunicación oon esta Junta. Se aconseja á los corroí igion arios que en dichas agrupaciones prescindan de inútiles formalidades. Lo único que se pide es que los ciudadanos liberales de cada población se reúnan de tiempo en tiempo para tratar de los asuntos políticos del país y mantengan correspondencia con esta Junto, ya para comunicarle noticias políticas, ya para proponerle proyectos, ó ya, simplemente, para conservar con ella las relaciones establecidas. Se encarece á loe correligionarios que constituyan uniones lo más numerosas posible, pero si en algunas partes sólo hay un ciudadano de nueetras ideas, que no por su aislamiento deje de dirigirse á nosotros. IIL—Los grupos ó ciudadanos que secunden la presente excitativa, lo comunicarán á esta Junta, que inscribirá sus nombres entre loe miembros del Partido que se reorganise. Esos grupos y ciudadanos enviarán mensual men te á la Junto, según los recursos y voluntad de cada uno, una contribución que se Invertirá en loe gas-toe que requiera el cumplimiento de la cláusula siguiente: IV. -La Junto, aparte de sus trabajos propios, procurará el fomento de publicaciones oposicionistas en México, distribuirá fondos entre loe luchadores liberales que se encuentren en la pobreta, sostendrá á los que la Dictadura encarcele y despoje; y si se dan casos de que un funcionario público pierda su posición por haber cumplido oon su deber, también lo ayudará.1 Anhelamos hacer efectiva la solidaridad entre loe liberales y para elle contornos oon el apoyo eficaz de nuestros correligionarios. V. ->La Junto guardará absoluto secreto sobre los nombres de los a-deptos. No comunicará entre sí á las distintas agrupaciones ó personas a-filiadas, sino hasta convencerse de que son verdaderamente lealee á la causa. Pero el algún miembro del Partido no desea en ningún caso ser comunicado oon los demás, se servirá declararlo y lo Junto respetará su voluntad. / Reform, Librrt*d y Jarticii. St. Louis, Mo., ü. 8. A., Septiembre 28 ae 1906. Presidente, Ricardo Florea Magón.— Vicepresidente, Juan Sarabia —Secretarlo, Antonio I. ViUarroal. — Tesorero, Enrique Floree Mogón.— ler. Vocal, Prof. Librado Rivera.- 2? Vocal, Manuel Sarabia.— 3er Toca!, Resalió Bustamante. NOTAS, la.—Todo mexicano que esté de acuerdo con las anteriores resoluciones, se servirá cortar el cupón del calce y enviarlo á la Jante Organizadora del Partido Liberal Mexicano.—P. O. Box 584—Saint Louis, Mo. - 2a—Los correligionarios que deseen trabajar per la reorganizerión del Partido Liberal, pueden pedir cupones de adhesión A la Junta para invitar á sus amigos á que ae inscriban como miembros. 3»—Grande 6 pequeña la cuota mensual, servirá, para fortalecer al Partido. Cupón de adhesión. ________ I A la Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. P. O. Box, 58*............................SL Loáis, Me., U. S. A. El que subscribe se adhiere formalmente á las Reeolucioeea tomadas por la Junta con fecha 28 de Septiembre de 1905 y protesta ser fiel á lo* principios liberales, firmando para constancia este documento. (Firma) Nombre . . . . . . . Profesión ú ocupación . - . Residente en . . . . Estado de Calle . 1 . . No. X-Contribución mensual para loe efectos de las cláusulas III y IV. $ . . . es. ¡ABAJO EL DESPOTISMO! Hemos tenido una grata sorpresa: á nuestras manos* ha llegado el primer número de *‘La Seme-cracia,” semanario de bríos que ha comenzado á publicar en Oaxaca un grupo de correligionarios oa-xaquefios. Al frente de “La Se-mecracia” se encuentran los conocidos liberales Prof. Adolfo E, Gurrión y el Pasante de Derecho Plutarco Gallegos. Todos los que hayan seguido con atención la vida cívica de Oaxaca de cuatro años á esta par-te, habrán tenido oportunidad de conocer á los luchadores Gurrión y Gallegos. Son jóvenes, son inteligentes y son pobres, y, por lo mismo, honrados, pues ya se sabe que la honradez trae aparejada la pobreza. Pero si carecen de dinero nuestros amigos, tienen, en cambio, lo que ca indispensable á los luchadores: abnegación, y con la abnegación lo harán todo, jSorque, estamos seguros, los buenos liberales les tenderán la mano al ver su energía y buena volun-tad. “La Semecracia” trae un gran objeto: el de convocar al pueblo oaxaqueflo á que se congregue en clubs electorales á fin de luchar con éxito contra la reelección del insoportable Emilio Pimentel, y al afecto, en un elocuente Maní-fiesto convoca á loa ciudadanos á Iue se apresten á luchar para re-imirse de la esclavitud. Nosotros simpatizamos con todo lo noble, y, naturalmente, estamos del.lado de los que saben definir su conducta, de los que luchan con franqueza y con lealtad, como lo hace el grupo que ha dado á luz el vigorozo periódico “La Semecracia.*’ Ese grupo quiere que caiga Emilio Pimentel, pero no se conforma con eso. La caída de Pimentel daría lugar al encumbramiento de un nuevo déspota sirviente de Porfirio Díaz, si el pueblo no se fijase antes en una personalidad que por su energía, por su independencia absoluta y por su honradez, garantiza una completa independencia del Centro para el fúturo del Estado y un bienestar efectivo para la gran mayoría de los habitantes del mismo. Esperamos que los oaxaqueños acudirán al llamamiento que desde las columnas de “La Semecracia” seles hace, en la confianza de que los correligionarios Gurrión y Gallegos sabrán siempre, como hasta aquí lo han hecho, seguir el camino recto que marca el deber. El grupo de que son jefes dichos correligionarios, no es un grupo formado de Diputados ú hombres de influencia o personajes más ó menos deslumbrantes, pero casi siempre, si no es que siempre, contaminados de servilismo y de abyección; no, el grupo de los patriotas oaxaqueños es un grupo de intelectuales y hombres de trabajo, de industriales y de comerciantes modestos, de profesionistas honrados, de obreros emancipados de la admiración imbécil al tirano y al rico, de estudiantes viriles é inteligentes. El grupo del cual eslórgano “La Semecracia, ” es un verdadero grupo popular porque en él están representados los gremios activos que hacen prosperar á las sociedades. Basta leer el primer número de • La Semecracia,» para que, aun sin tener antecedente» del grupo que representa, »e forme^ una buena idea de él el lector inteligente. Desde luego se encuentra el lector con la verdad «de que no hay una sola alabanza para el dé^ pota Porfirio Díaz, sino, antes LA CUESTION*. SOCIAL Loa que luchamos contra el despotismo, anhelantes de ver al pueblo mexicano libre y próspero en el porvenir, debemos proponernos inflexiblemente que nuestras justas aspiraciones no vayan á quedar en la triste categoría de emuefios fracasados, sino que se conviertan en realidades palpables y benéficas. Para ver que no engañamos al pueblo ni nos engañamos á nosotros mismos, debemos analizar si el ideal por el que luchamos corresponde á las grandes exigencias de la Patria, y, si una vez realizado, significaría, en efecto, esa libertad y esa prosperidad tangibles que para él anhelamos. Debemos definir si loque pretendemos tras de los azares de una lu cha tremenda, es obtener simples cambios políticos 6llevar á cabo reformas sociales de verdadera trascendencia, Estudiemos lo que sería un cambio político, y nos convenceremos de que por ^se camino no conquistaría el pueblo sino mujt pequeña» ventajas, que están muy lejos de i ser el bienestar efectivo qye anhela y al que tiene derecho. Suponiendo un gobierno que pusiera en práctica nuestras instituciones, respetara las garantía» individuales y los derechos del ciudadano, y administrara justicia conforme á la ley, todavía faltaría mucho para que el pueblo todo fuera feliz ciertamente; ya no se le asesinaría sin formación de causa, ni se le robaría tan cínicamente, ni se le atropellaría en las mfl formas en aue a-hora se le atropella. Más aún: el pueblo nada tendría que temer de un Gobierno honrado, y respetuoso con lo§ ciudadanos....... Pero todo esto no daría al pueblo el bienestar. En efecto; con las instituciones que existen, aunque ahora no se practican en México, el mejor Gobierno no lograría favorecer al pueblo de un modo real. Junto al Gobierno que suponemos, lleno de buenos deseos, pero que no podría hacer otra cosa que cumplir las le-y^s existentes, garantizar á los ciudadanos la libertad de sufragio, de palabra, de reunjón, etc, y no atropellarlos en ningún caso; junto á este Gobierno y sus garantías políticas. decimos, estarían los capitalistas; el terrateniente, el propietario urbano, el fabricante, el minero, el agiotista, todos los implacables señores del dinero, que se encargarían de tener sometido, en la esclavitud de la miseria, al pueblo que las constituciones escritas declaran libre y soberano. El pueblo trabajador que vive al día, gu$ nunca ha podido ahorrar porque nunca ha ganado ni siquiera lo suficiente para cubrir sus necesidades, que no puede quedar o-cioso, porque un día de huelga significa un día de hambre para él y su familia; el proletario que vive del alquiler de sus brazos, se ve en la necesidad de vender su trabajo por el precio que al capitalista le plazca señalar, sopeña de no tener ni el mendrugo conque regularmente se alimenta ni la pocilga que le sirve de asilo. El tendero vende al contado, el propietario a-rroja á la calle cuando no se le paga la renta, el hambre aguijonea los estómagos del proletarioy.su familia, y aparece inflexible la necesidad de trabajar á cualquier precio, de derrengarse por unos cuantos centavo», de dejarse robar por el burgués que, al repletarse el bolsillo con lo que le produce el trm bajo ajeno, se burla de las libertades y prerrogativas de esos ciudadanos que él trata como parias y explota como bestias. El trabajador del campo »i e» asalariado, se dará por feliz con qué el terrateniente le pague una peseta diaria y no lo esclavice por vida con la deuda gue tan acostumbrada es en Mexico, y si es “mediero”, se conformará simplemente con no resultar deudor del amo á la hora de la» liquidaciones. Los jornaleros de campo perciben, y seguirán percibiendo, mientras no se obligue á los ricos á ser mas humanos, salarios basta de quince centavos por un trabajo fatigoso de doce á quince horas. Como por lo general tienen familia y este irrisorio jornal no les alcanza para mantenerse, el a-mo se hace el generoso, y les da lo que más necesitan, fiado, á pa gar con trabajo. Así se inicia la deuda famosa, que aumenta día por día y que el jornalero nunca puede pagar. Es costumbre que esta deuda pase de una generación á otra, y así se eterniza», lo» privilegio» por una parte y la esclavitud por la otra. El “medie-ro” no lo es más que de nombre: en realidad viene tocándole una ínfima parte de lo que hace produ cir á la tierra. El propietario no da más que la tierra; el mediero, para que le toque la mitad de la cosecha, tiene que poner su tra-bajo continuo y duro, de varios meses, loa útiles de labranza, las bestias, etc., etc. Como el cam pesino por lo general no posee nada de esto, el propietario se lo alquila bastante caro y hasta le presta dinero con un rédito escandallo. Al levantarse la cosecha, el amo que no movió ni un dedo para hacerla crecer, y luego, por el alquiler de apero» y bestia», por el dinero prestado y los réditos, etc., etc., toma la mitad del campesino que lo hizo todo, que sudó sobre el surco, que se pasó meses enteros entregado al cultivo de la tierra. ¡Muy feliz es el mediero que después de las li-quidaciones, todavía puede disponer de una pequeña parte de lo que cosechó con su trabajo! ¡Y así es como los ciudadanos, tan enaltecidos por las teorías constitucionales, vienen á ser de hecho los más infortunados sier-vos de la riqueza omnipotente! Esto no es justo; se ve desde luego; pero el mejor de los Gobiernos tendría que tolerarlo mientras no hubiera leyes que lo autorizaran á poner un freno á la desatentada rapacidad del capital; sin leyes de esta clase, el honrado Gobierno que hemos venido suponiendo, se concretaría á garantizar á los ciudadano» todas las garantías políticas posible», sin perjuicio de dejarlos abandonados, á merced de los poderosos, en la condición social más miserable. No es posible, pues, si realmente buscamos la felicidad del pueblo, que nos conformemos con obtener algunos beneficios de carácter político. Necesitamos lie-gar á la cuestión social, comprender la esclavitud económica del proletariado, imponer algo de justicia y humanidad á las relaciones entre el trabajador y el que lo explota, y en resumen, disminuir los privilegios del rico para aumentar los beneficios del pobre. Mientras nuestras luchas no nos conduzcan á buscar la emancipación económica del trabajador, á elevar el nivel social de la Clase proletaria, á salvar" al. pueblo de lá miseria,—base y motivo de todas las servidumbres,—no habremos hechs otra cosa que engañarnos y engañar al pueblo, a-segurándolc que puede llegar al bienestar por otro camino que el de las reformas sociales. Las gentes tímidas 6 retrógradas que temen el progreso y están siempre luchando contra todo avance, no dejarán de ponernos objeciones que no» complacemos en anticipar para rebatirla». Desde luego ae nos dirá que fijar, por mos que convenir en que se puede poner un freno á la avaricia burguesa, y hacer esto de un modo enteramente legal. Regularmente se considera que lo legal es lo justo, pero cuando se ve que no loes, se reforman las leves para poner de acuerdo á la legalidad y á la justicia.' Y no se nos diga que no es justo obligar al capitalista por medio de leyes á que haga al trabajador ciertas concesiones que voluntariamente no le haría nunca. El pueblo tiene derecho á imponer condiciones á sus opresores y explotadores. Si no reconociéramos esta verdad estaríamos ciegos ante todas las enseñanzas de la Historia, en las que podemos ver cómo evolucionan las ideas y se transforman las sociedades. Eli las sociedades primitivas dominaba sencillamente el más fuerte; luego, la religión fué la dominadora y los hombres toleraron déspotas “por la gracia de Dios”; y entonces fué legal que los monarcas y la casta privilegiada dispusieran á su capricho de la vida ? hacienda de los súbdito». Pero el pueblo comprendió al fin que tal cosa no era justa, desconoció el derecho divino de sus o-presores, barrió con desigualdades y privilegios, y estableció la democracia, ó sea el Gobierno del pueblo por el pueblo. Todo esto nos parece muy bueno, y no decimos que fué una arbitrariedad y un atentado arrancar el Poder á los qne lo retenían por la fuerza ó por la astucia; antes bien estos acontecimientos nos entusiasman y los glorificamos en determinadas fechas. Sin embargo nos escandaliza pensar que el pueblo, cansado de tanta miseria y esclavitud, renuncie á ser la bestia de carga del capitalista y obligue á la riqueza á tratar con alguna justicia á los que para e-11a laboran. Reconocemos al pueblo el derecho de librarse de la» tiranías palíticas y no queremos reconocerle el de defenderse de la tiranía económica, que, como la otra, es también ejercida por la fuerza y por la astucia. En esto somos ilógicos. Si como demócratas. admitimos la soberanía popular, tendremos que admitir el derecho del pueblo á hacer 6 imponer todo lo que le convenga para su mejoramiento, y como sin duda es un beneficio que el pueblo sufra menos miseria, aunque el capitalista gane menos dinero, tendremos que aceptar como perfectamente justa la reivindicación de los derechos del trabajo sobre los grandes privilegios del explotador. No siendo justas las explotaciones que son legales ante las leyes existentes, urge una legislación humanitaria que venga á poner de acuerdo á la justicia con la legalidad. Todavía se nos dirá que dentro de las leyes actuales, el trabajador podría lograr arrancar .al capital las concesiones que de él necesita; que, teniendo libertades políticas, podría reunirse, hacer huelga y aun trabajar porque el Cuerpo Legislativo votara leyes favorables al obrero. Esto es cierto; pero de este modo se retardaría, sin objeto ninguno, tina conquista qne puede obtenerse desde luego, si 1os que hoy luchamos per la Patria nos proponemos alcanzarla. Y como todo bien debe procurarse 1o más pronto posible, es claro que no debemos retardar su obtención, nada másr por dar gusto á los tímidos 6 retrógados que se asustan de todo avance. Luchemos, pues, por alcanzar la emancipación económica del pueblo. sin la cual no será verdaderamente libre. No nos conformemos con obtener cambios político» como resultado de nuestra lucha; enfrentémonos con la cuestión social. procurando resolverla de un modo que asegure*al pueblo mexicano beneficios efectivos, tangibles y verdadera.