162 LA VIOLETA. ¿Y recuerdas? con cuanto gusto aceptó el maestro aquel ejemplo de antítesis que le dimos en un cuarteto de Adolfo Isaac Alegría, que dice: Es la mujer del hombre lo más bueno Es la mujer del hombre lo más malo Su -uida suele ser y su regalo Su muerte suele ser y su veneno. Dijo que era un antítesis magnífico por estar reunidos á la vez, bueno y malo, vida y muerte. Al principio confundíamos el antítesis con la paradoja, pero luego nos fijamos que la primera tiene lugar cuando se contraponen unas ideas á otras, y la paradoja, en ofrecer reunidas cualidades que á primera vista parecen ser contradictorias como cuando decíamos: —Pobres ricos, en las contribuciones á ellos son á los primeros que piden préstamo. También no olvido aquel ejemplo que diste en estas palabras: — Mi madre en su muerte uwe-, por que su imágen no la borra de mi mente. Por epifonema le dimos al maestro, de ejemplo estos versos de Espron-ceda: .......................felices horas, Presentes siempre en la memoria mía Imágenes de amor encantadoras, Que aun vienen á halagarme en mi (agoní Más ¡ay! volad, huid, engañadoras Sombras, por siempre; mí postrero (día Ha llegado: perdón, perdón ¡Dios mío! Si aun goBO en recordar mi desvario. Una tarde que Íbamos para nuestras casas y nos acompañaba una chiquita, que al llegar á una calle quiso irse, y nosotras para que no nos dejara, le dijemos: —Vete por esa calle; pero si te en cucntra una mala gente, cargará con tigo, y aunque grites será tarde porque ya no te vemos. —¿Qué figura es esta?—nos dijimos, luego que la niña se juntó con nosotras.—Ah conminación, porque la emenazamos con un mal terrible por intimidarla. De estos ejemplos encontrábamos muchísimos; pero como el maestro quería que conociéramos bien la poesía, teníamos que buscarlos en los autores que leíamos, así por apostrofe le dimos aquella quintilla de Espron-ceda, que dice: Tú eres, mujer, un fanal Trasparente de hermosura; ¡Ay, de tí! si por tu mal Rompe el hombre en su locura Tu misterioso cristal. No solo es apostrofe por suponer á la mujer como un cristal, sino tam-pien una esclamacion al principio del i tercer verso. Por dialogismo dimos el canto de Elvira del mismo autor que dice: ¿Qué me valen tu calma y tu terneza, Tranquila noche, solitaria luna, Si no calmáis del hado la crudeza, Ni me dais esperanza de fortunad-fQué me valen la gracia y la belleza, Y amar como jamás amó ninguna, Si la pasión que el alma me devora, La desconoce aquel que me enamora? Este también es un pensamiento patético. —Y si realmente hubiera existido Elvira, y se quejara de esta manera ¿como se llamara la figura?—ynos pre guntó el maestro. —Soliloquio—le contestamos á la vez. Y por comparación ó simile le dimos la quintilla también de Isspronceda que dice: