08 jueves 23 de septiembre de 2010 Voces. DiarioSanDicfío. Cabos sueltos. Actitudes Quiere Filner impulsar frontera Diario San Diego san Diego - Para el congresista Bob Filner, el gobierno necesita agilizar los cruces fronterizos para repuntar la economía de esta región, "ios cruces fronterizos son el principal impedimento para el crecimiento económico de esta región*. Dijo que la solución radica en aplicar tecnología que impida el alto total de los automóviles que transitan en garitas, y confirmó que se tiene el presupuesto para hacerlo, pero que autoridades federales se rehúsan a ceder, ya que constieran dañan la percepción de segundad. Filner dijo que ya es hora de que los ojos de los políticos vean en la frontera un motor económico importante y no solamente como una cuestión de seguridad nacional. José Santiago Healy Especial para Diario San Diego Diario SanDiego. VOZ DE NUESTRA COMUNIDAD José Santiago Healy Loera Presidente y Editor Eleazar López Coordinador Editorial Patricia Santos Gerente de Circulación Abraham Nudelstejer Editor de Deportes Alexandra Mendoza, Tessa Armmio Reporteros Jorge Ramos, Alberto Avilés, Christian Ramirez, Jorge Calles, Jorge Bustamante y Pieter Speyer Colaboradores verónica Castañeda Diseño Editorial Rossy García Internet Pamela Quintana, Antonio Muñoz, Vianca Hammer Publicistas Rosa Camzalez, Dulce Rodríguez Clasificados Florentina M. Healy, Mely Scolari Administración Diario SanDiego es una publcaoón de Healy Media inc, que circula los jueves en el Condado de San Diego y Tijuana Nos interesa su opm-ón y comentarios, llámenos o envíe su carta a nuestras oficinas o correo electrónico a Iector6diariosandiego.com Oficina San Diego 350 E Street, Chula vista Ca 91910 Teléfono. (619) 409-1777 Fax: (619) 409-7077 Servicios informativos Servicio universal de Noticias, Noumex. 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De entrada hay que reconocer que la libertad de prensa está seriamente vulnerada y que no se puede hablar de ella en tanto los periodistas y los directivos de medios vivan bajo la amenaza de ser asesinados por lo que publican o lo que dejan de publicar. Los Zetas en Tamaulipas, el Cártel en Sinaloa, La Línea en Ciudad Juárez y La Familia en Michoacán, son algunos de los grupos criminales más notorios que controlan de facto la información y que actúan sin misericordia cuando alguien no responde a sus intereses. Así ocurrió la semana pasada con Luis Carlos y lo mismo ha sucedido con más de sesenta periodistas asesinados o desaparecidos por los narcotrafi-cantes en la última década. La situación se complica todavía más por la apatía del gobierno federal y la incomprensión de la ciudadanía en este asunto que debería unir a todos en un frente común. En los países desarrollados la muerte violenta de un comu-nicador -sea blanco, negro, pobre, adinerado, de izquierda o de derecha—levanta una ola de indignación general y una firme exigencia hacia la autoridad para esclarecer el crimen. En cambio en México, la muerte de un periodista genera las más disímbolas versiones, muchas de ellas llevan el ánimo de minimizar el incidente o de cuestionar la reputación del asesinado. ¿Les parece sensato que el vocero federal de seguridad, Alejandro Poiré, declare a unas horas del crimen que la muerte de Santiago Orozco obedeció a un asunto de índole personal y no a su trabajo profesional? Obviamente el señor Poiré no estudió leyes ni tampoco conoce la historia de la justicia de México en donde los dictámenes al vapor se pagan caro como ocurrió en la muerte de Paulette Cebara, por citar uno de los casos más recientes. un amplio sector de la ciudadanía tampoco comprende la urgencia de esclarecer los crímenes de periodistas en México y de castigar a sus autores con todo el peso de la ley. No se trata de darles canonjías ni privilegios, sino defender la trascendente labor que realizan los comunica-dores para una sociedad como es informar de manera oportuna, veraz y sin cortapisas. En un país sin libertad de expresión no puede existir un desarrollo armónico de la sociedad. Así pasó con la Unión Soviética y sucede hoy en día con Cuba y Venezuela. Muchos han olvidado los terribles efectos de la ce- rrazón que vivió México durante el dominio priista. Los mexicanos comenzaron a disfrutar la libertad de expresión a partir de 1994 lo que contribuyó a los cambios democráticos y económicos. Pero hoy en día la ola de violencia ha puesto en jaque esta incipiente libertad con repercusiones por demás impredecibles para el país. En Colombia la mafia se apoderó del poder político y a punto estuvo de controlar los medios informativos. En México no estamos lejos de que se repita esta amarga realidad a pesar de las voces triunfalistas que pregonan la caída del narco. Que se extinga palatinamente la era de libertades que apenas iniciaba, especialmente en regiones vigorosas políticamente como Chihuahua, Nuevo León, Baja California, Sonora, Durango, Coahuila y Sinaloa, podría significar el fin de la democracia y el retorno a los tiempos del México autoritario y opresor que ya dábamos por superado. Envía tus comentarios a: jhealy@diariosandiego.com Entre líneas Christian Ramírez Especial para Diario San Diego Alegría La semana pasada, como es ya costumbre, me dirigí al Parque Chicano en el corazón del Barrio Logan, para dar el tradicional grito. Créanme que llevaba la conciencia molida. Días antes había estado en la Ciudad de México, reuniéndome con legisladores mexicanos y agrupaciones de la sociedad civil para dialogar sobre la grave situación que enfrenta nuestro país, encontrar respuestas a sucesos incomprensibles como la masacre de migrantes en Tamaulipas, buscar soluciones a los embates de la violencia que llenan de zozobra a nuestras familias. Fue un dialogo de sordos, no hubo respuestas, ni menos aun soluciones. Después de las maratónicas reuniones me fui a caminar por las calles de la antigua Tenochtitlan, los colores patrios decoraban las fachadas de los edificios, a lo lejos vi la bandera monumental instalada en el Campo Marte de Chapultepec. Me dio pena mi bandera, la sentí cansada de cargar con el dolor de mi pueblo. Una sensación de rabia y de tristeza me recorrió el cuerpo. Ya de regreso en casa, me pregunté ¿Qué tenemos que celebrar los mexicanos? Y por unos minutos pensé que era preferible no contagiarme del instinto por festejar el Grito de Dolores Pero tomé mi bandera e hice el breve recorrido de mi apartamento en las afueras del Barrio Logan al ¡cónico Parque Chicano. Al arribar al Parque Chicano, los olores a pozole y a elote me contagiaron; vi sonrisas en los rostros de mis vecinos del barrio. Charlé con los vendedores ambulantes. Se sentía la alegría en el barrio. En el mismo barrio donde los embates de la represión por parte de la migra no cesa, donde la economía no alcanza y los problemas sobran. En las festividades del Grito en el Parque Chicano, no había publici- dad de cervecerías, ni de empresas telefónicas y muchos menos de radiodifusoras que prometían autógrafos de los artistas del momento con la condición de pasar a recoger propaganda del puesto del US Army. Entre los coloridos murales del Parque Chicano, se congregaban madres de familia, estudiantes, obreros, músicos y uno que otro borrachín. Y la alegría, sin darme cuenta me contagio. Desde el quiosco del Parque Chicano, la danza azteca hizo cimbrar los pilares que sostienen el imponente Puente de Coronado, después grupos de danza desde Chile hasta el estado de Morelos contagiaban con sus ritmos a la gente, se ondeaban banderas, no sólo de México, pero de prácticamente todo el continente. un doñita que vendía vasitos de elote rematado con harta man-equilla y salsa picante, me decía mientras despachaba órdenes: "oiga que bonito ver a mi gente tan feliz ¿no? Y ver tantas banderas tan bonitas." No encontré palabras y tan solo le pude contestar con una sonrisa. Se dio el grito con un mensaje claro "este es un grito de dolor pero también de esperanza," decía Adriana Jasso, coordinadora de la Coalición Pro- Derechos de La Raza, organización que organiza los festejos del Grito de independencia en el Parque Chicano desde hace 15 años. Hubo aplausos y vivas. Pero no podia faltar el conjunto norteño que puso a bailar cumbias a toda la raza hasta muy entrada la noche. Y fue ahí en el Parque Chicano, donde me di cuenta que a pesar de los pesares, nuestro pueblo es un pueblo alegre. Fue en el Parque Chicano donde sentí al México profundo que tanto han mancillado quienes se dicen gobernantes. El mismo México que dio el grito hace 200 años.