■ . ■ ■ . DE, LA RELIG10X. 46Z tura esta Tesistencia por im crimen eñ eU^ifoceso de su beatificación? ¿No fue mas bien calificado por un celo ardiente en defensa de los intereses de la Iglesia? ¿Mereció igúatmente la misma nota de escandaloso Santo Tomás Cantuariense, cuándo en defensa de la inmunidad se opuso á las pretensiones avanzadas de Enrique II, rey de Inglaterra, hasta sujetarse al destierro y á ía''6iubrte? ¿No-fueron, estos padecimientos en favor de Ja Iglesia los qué le. formaron la escala por la que subió al cielo á tomar un trono eterno en él coro de los mártires? í Le perdono de todo corazón á mi impugnador el título de ‘ridiculo que me dá, cuando dice “que entre tantos varones sabios y virtuosos de la distinguida clase á que tengo lá honra de pertenecer, á ninguno le había ocurrido la Observación del tributo; que á mí soló estaba reservado caer en la nota de Tidiculo" Repito que le perdono una y muchas veces, aunque no es cierto que solo á mí estaba reservada dicha Observación. Ya había reclamado antes el Illmo. Sr. Vicario Capitular Metropolitano con su Venerable Cabildo, cuyos testimonios corren irhpresos en el tomo 2; de la Voz. dé la Religión en los números 8 y 9. Pero lo qué ño le puedo su-frir ni tolerar es, ,que trate con desprecio al gran Pontíficé'§áñ(jrñé-j gorio VIL Si le merece respeto á mi impugnador el Sr. Bossuef y el Sr. Covarrubias, á mí me es de más veneración este sapiéhtísi-mo Papa y ijíégérrimo defensor de la inmunidad de la Iglesia,' á quien Sarí^fhló dictaba su doctrina, y quien mereció se titulase por los sábios, Varón insigne por su doctrina, piedad, prudencia, justicia, constancia, religion, modestia y sobriedad; á quien si por éstas; sus heroicas virtudes profesában los hereges jansenistas un odió implacable, los católicos le profesan un profundo respeto y el amor mas éñcéndido: de ellas está tejido el brillante laurel qué en el cielo ciñe sus sienes, siendo entre ellas la mas esclarecida el celo por la defensa de la inmunidad de la católicaTglesia. Juzgue, pues, mi impugnador como quiera de este atributo de la Iglesia, que le concedió su Divino Fundador en el Calvario. Declárese en hora buena su mas obstinado enemigo, que yo al morir tendré el dulce consuelo de haberla defendido, y no la amarga pena de haberla perseguido. En el Soberano y Divino Tribunal donde tiene su asiento la Justicia eterna, y en el que indispensablemente han de rendir sus cuentas los mas poderosos del mundo, y los mas ilustrados del siglo, HEMOS DE COMPÁBECEH LOS DOS; y este rectísimo atributo identificado con la Sabiduría inmensa é infinita, decidirá este punto y dará la razon al que la tenga. Por acá todo^^ia; pero en aquel Tribunal se juzgan á las mismas justicias.^