EL SEMBRADOR - ¿CUAL? Declamación pronunciaaa por nuestro compañero el Lie. Ricardo Margáin Zozaya, én nuestra Sesión y Comida del Jueves 24 da Febrero Pmo-pdo. ----------EL SEMBRADOR------ ATISBOS Por Mingo Revulgo '■¿Cuál lia ensé en nuestros hijos, ¡ay, son lántos! ¡Siete que mantener y que educar! Luego exclamó con aparenk calma: “Mientras" durmiendo están ¡hijos del alma! ven, y escojamos el (pie se ha de dar." Con paso lento, asidos de la mano, la penosa revista al comenzar, llegamos a la cuna de Maria; ¡ richoso, tan díscolo y travieso el picarón! “Pobrecito! Para este sacrificio ¿le tocará la suerte al infeliz?" “Oh, nunca! —dijo el padre con ternura (¡ue sólo de una madre la dulzura lo puede soportar y corregir." Al lado de la cama de Heloisa caímos de rodillas Juan y yó: ¡ Hija del alma, la tiñéremos" tanto! Es nuestro orgullo y del hogar encanto por su bondad, su gracia y su candor. Mi coraón latía con violencia cuando dije temblando: "A ella quizá... para su educación ... le convendría..." Mas Juan me interrumpió con energía : “Calla, calla por Dios: "ésta, jamás! S¡¿ue en la Psft 7 CORTESIA DE: (id. íeneidl de Aceptaciones, S.A. MONTERREY, N. L. ESPAÑA EN AMERICA —El pueblo azteca arraigado y engrandecido en el corazón de Anáhuac, vencedor de sus rivales, orgulloso de sus conquistas, señor de muchos pueblos, era dúctil materia, campo propicio, fértil terreno para una de las más grandes y universales empresas de la Historia. Los caminos de ésta son caminos de asombre. Entre las selvas cenadas del continente una raza vigorosa alentaba como perdida en olvidado recodo del tiempo, y su ruta se hundía en vago porvenir de misterio. En el lado de allá del océano, otro pueblo, sin semejanza alguna con éste, fraguaba sus destinos en larga pelea y nutría sus ideales con una aspiración universal, con una ansia de horizontes soñados con anhelo ferviente de distancias ignotas, con espíritu varonil y resuelto, con ímpetu vital de crear con su vida otras vidas trasmitiendo su ser a otros seres; de llevar su fe hasta los confines de un mundo surgido por su genio de los mares. Ese pueblo fué el pueblo español. Y pro'ongando sus rutas extrañas por el abismo inesciutable de la historia, he aquí que se encuentran, se enlazan, y por largo tiempo constituyen una sola, una misma, una idéntica, ancha, fecunda ruta que da alma y vida a esta nueva nacionalidad, a la genuine, nacicnandad mexicana, que se engendró en ese cruce inmortal de rutas y de pueblos. Tal fué, en síntesis, la conquista. Por eso el México que surgió de ella es una derivación de España, de la España guerrera que durante el torbellino de la invasión arábiga se encastilló en sus abruptas regiones del norte, encerrando, entre las crestas de sus montañas, como en un relicario, su alma y su fé; de la España que supo conservar entre riscos la vida fecunda de su pueblo, manteniendo en cendida la lumbre de sus tradiciones que ocultó para salvarlas en los repliegues de la tierra y en las grietas de ,sus montañas inaccesibles; de la España que a un Rodrigo, el que en la misma batalla perdiera vida y corona, sustituyó otro Rodrigo surgido en mitad de la lucha por la reconquista, nimbado por la aureola esplendorosa que la fantasía popular pone en cada héroe legendario, encarnación viva de sus anhelos, de su fé inquebrantable, de su nacionalidad misma personificada. La figura épica del Cid, bronca, enérgica, inarmónica, gloriosísima, simboliza la aspiración suprema de aquellos bravos pueblos que levantaron enhiesta la cruz sobre las almenadas murallas de las ciudades moriscas, mientras la vieja media luna se hundía lentamente a los últimos gol-pes del estrépito batallador. En la gloriosa gesta española surge, entre e'. estruendo de las armaduras y en canto de guerra de los juglares, la visión arrebatadora del héroe popular extendiendo con los cascos de su caballo los dominios ganados por la cristiandad. Y al verlo envuelto por el huracán de hierro y oriflamas, parece escucharse la musa española cantando en medio del tropel guerrero aquellos versos evocadores de su dura gesta, que suenan a heroico pregón de combate y desafío. “Por necesidad batallo y una vez puesto en mi silla, se va ensanchando Castilla delante de mi caballo”. El estandarte cristiano que como remate glorioso de la reconquista siglos más tarde ondeó en Granada, señaló a través del océano un mundo inmenso envuelto en la gloria y el oro del poniente, al que había que conquistar abriendo surcos en ios mares; y en un desbordamiento estupendo y - 4 - - 5 -