& -€1 lago encantado = = (cuento del pais de'bohemia.) _ . L La vieja Hanna, ¡qué espantosa vieja! Se arrastraba por el mundo como una sombra. En vez de derramar la alegría a su aheJedor, inspiraba por doquiera el miedo y el espanto. Era una trabazón de huesos mal unidos, una bruja jorobada y tosijosa. Cuando se acercaba a la aldea, los niños cosacos se dispersaban anunciando por su llanto y sus gritos la llegada de Hanna. La detestaban tanto como a la vieja Paziocha que, conociendo los mejores conjuros y los encantamientos más eficaces, obró de tal manera que un gallardo mozo se enamoró perdidamente de una mujer fea. Se decía de Hanna que sabía un gran número de misterios, pero que no tenía la suerte de la Paziocha. Las muchachas que iban a pedirle consejo se ponían a poco pálidas y se marchitaban como flores cortadas. Por eso no la querían y no iban a buscar l.i sino en los casos en que la tentación podía más que la incredulidad. Por lo demás, Hanna casi no trataba con los humanos. Solamente en los momentos de gran miseria llegaba arrastrándose hasta la aldea a fin de mendigar un mendrugo de pan o de atraer a las muchachas. Las que la encontraban por la mañana la sa< ludaban con una maldición o bien escupían hacia un lado. Por lo tanto, la vieja Hanna estaba más a gusto en su pocilga que en cualquiera Otra parte; sin duda los dones del cielo no llegaban hasta su sórdida choza, pero bajo su techo, cuando menos, no tenía humillaciones que soportar. Así vivía la vieja Hanna, triste, miserable, sola, como un sér de mal agüero y un peligroso espantajo. Se decía, sin embargo, que la vieja Hanna en un tiempo había sido uuk joven; nadie entonces hubiera sospechado que en sus días de ancianidad llegara a hacer el extraño oficio de bruja. Vivía entonces en una aldea de la Ukrania una pobre huérfana abandonada. Sólo por piedad la tomaron como sirvienta en una pobre casa, permitiéndole en cambio dormir sobre el suelo y comer pan a secas. Los días de fiesta, cuando un soberbio sombrero ornaba la frente blanca de todas las jóvenes y sus ojos irradiaban placer. Saschka era la única que no tenía nada con que adornarse, ni nada por qué regocijar-sé. Tenía los días de fiesta el niismo aspecto que la víspera la antevíspera y los demás días de trabajo. Nadie la había enseñado a engalanarse y a ponerse hermosa. Su modesta falda se iba a pedazos y cada vez más perdía su color. Y todo estaba en contra de ella. Unicamente el Sol era tan bueno para ella como para los demás. Las muchachas frívolas se burlaban de Saschka gritándole perversamente al oído: “Cuando muera la vieja Hanna, Saschka será, la bru-jal” La pobre Saschka se estremecía. Parecíale que su vida no tenía más objeto que disgustar a los demás. Su destino era ser una desdichada sobre la tierra. Y más de una vez, recordando que las muchachas le habían profetizado el porvenir de Hanna la bruja, se puso a derramar amargas lágrimas. Pensaba con desesperación que los niños también huirían de ella-----Su- cedió que un día echó a andar distraída, lejos de la aldea, hacia el lago encantado. Saschka se contempló por vez primera en el espejo de una agua tranquila y pura. Sus tristes pensamientos desaparecieron entonces como un sueño. Al contemplarse murmuraba con un júbilo desconocido: । —Pero Saschka, si tú no eres la más fea de las muchachas de! pueblo! Pues había descubierto sobre la superficie del lago encantad » que era esbelta, graciosa, blanca como tina paloma. Su cabellera sedosa le caía sobre las espaldas en abundantis tren-, zas. Cuando se sonreía a sí misma, su Corazón se estremecía con una dicha inefable, tan encantadora así le parecía su sonrisa. Mientras sus compañera^ se ade-r naron la frente con guirnaldas, aí son de alegres canciures y se convirtieron en esposas felices. ¿Qué había de extraño en que Sasch ka hubiera deseado- sci también una esposa? ¿No era ya bastante grande? 'í-Pero ¡ay! los pretendientes no íranqüeáüan jamás -el dintel de _ su morada de huérfana y Saschka no oía jamás sus" declaraciones Los pretendientes uio iban sir.o a las casas .ve ciñas. Ninguno »-: detenía en la de Saschka. Por lo tanto < uando oía repetir