LA VIOLETA. 203 ¡Porque te amo! y lo calló mi labio; Pero la frase, resonando en mi alma, Te la llevan las auras juntamente ('on los suspiros que mi pecho exhala. Y sé que el fuego del amor no funde Nuestras dos existencias de igual | suerte: Me buscas, porque el verte es mi ale-[gria; \ o te busco noma's porque padeces. Será muy cruel que con el negro [ olvido Encubras para siempre mi recuerdo; Mas si átal precio la ventura encuen-| Iras. . . . ¡Yo pediré más lágrimas al cielo! No he pedido tu amor, ni has de [ser mió; Pero te amo, sí; y esto me basta: Que si es dulce un amor correspondido, Es sublime un amor sin esperanza. f"¡Ven á llorar cumnigo, echa tu alma En los brazos de mi alma; si está en | ferina, Yo le daré mi aliento y el camino Para llegar á la salud eterna Mas si la rosa de mi fe se agosta, Pen lucha desigual quedo en la lisa, Formaré con mis blancas ilusiones l£l último sudario de mi vida. Soledad del Llano. íacubaya, bhiero I. ° de 1894. ¿Que eg poegia? Poesía, no es solo el rayo que ilumina la mente del que hace versos. La poesía en la mujer es hermana del sentimiento. Es la perfumada y delicada flor que brota en el corazón, desplegando su suave corola aun des pues de agostadas y desgarradas por el dolor y las decepciones las demás flores del alma. Las lágrimas son su rocío, la resignación, la piedad y la religion, el sol benéfico que la calienta con sus ti bios resplandores. Es la compañera inseparable de la mujer, porque concretando su poesía al cuidado de su casa y al embellecimiento de la existencia de sus padres primero y después de su esposo y sus hijos, hace la dicha de los que la rodean. ¿Y, cómo no? Si un encanto irresistible. Una joven, sentada al lado de su anciano padre, leyéndole para distraerle en sus largas horas de forzosa, quietud y sacrificando por propor cionarle este contento, sus paseos y sus inocentes goces femeniles, ofrece un cuadro de tierna y sencilla poesía. Una esposa, doblegándose á de -sempeñar ella misma las masprosái-cas, vulgares y al parecer fútiles tarcas de ama de casa, á fin de que no falte á su esposo el bienestar y la dicha, llenando sin vacilar sus árdaos deberes, sin dejarse arredrar por las dificultades, ni abatir por los desengaños con el solo anhelo de hacerle su vida agradable y dulce, ofrece la mas hermosa y sublime poesía. Una madre, arrullando en su regazo por no querer 1 o confiar á manos mercenarias, su adorado hijo, presidiendo sus juegos como sus estudios, adivinando sus deseos y corrijiendo sus defectos presenta á mis ojos la mas bella como elocuente poesía. En fin la poesía es necesaria al ho gar demcstico, pues este sin ella es para el espíritu enérgico del hombre una cárcel sombría y helada. Embellecerlo, adornarlo es el oásis donde crecen esbeltas palmeras y fragantes flores. Es el dulce nido donde el alma descansa de las borras cas y penas de ¡a vida y donde el hombre encuentra un encanto prefe-