extrafia", le dije, “b que no sabes que este libro es un documento en el cual nuestro Padre nos deja una herencia. Ven a mi casa", le dije, “deseo hablar contigo de estas cosas.” Cuando ya estuvimos sentadas juntas, abrí mi Biblia en 2 Timoteo 3:16 que dice: "Toda Escritura es inspirada divinamente y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instituir en justicia, para que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra." Después de explicarle el significado de estas palabras le dije: "Te contaré la historia de un muchacho hijo de un patriarca de la antigüedad llamado Isaac. Tenía un hermano gemelo que a pesar de haber nacido casi juntos en nada se parecían. A menudo reñían por distintas cuestiones hasta que un día se enojaron tanto que sus padres acordaron separarlos. Mandaron a Jacob, que es el muchacho de quien te vengo hablando, a vivir con un pariente. Salló de su casa y anduvo todo el día, porque el pueblo donde vivía el tío estaba muy lejos. Cuando se hizo de noche tuvo que detenerse en un paraje solitario sin más luz que las estrellas. Sintió grande nostalgia recordando su hogar y aquellos momentos en que Junto con su familia adoraban a Dios antes de acostarse. Como estaba tan cansado se reclinó apoyando su cabeza en una piedra. Ya dormido soñó una escalera cerca de él, que llegaba hasta el cielo, por la cual ángeles bajaban y bUbían. Lleno de santo temor despertó, se puso de rodillas, pidió perdón a Dios por sus pecados, se humilló ante él, e hizo alianza con su Criador prometiéndole andar a la luz de su presencia." Al terminar la historia, la niña, que te nía poco tiempo de estar asistiendo a la escuela dominical, me dijo: "Yo quisiera leer esa historia. Dígame, ¿dónde puedo comprar ese libro?" “Está en tu Biblia, en Génesis 28, desde el versículo 10", contesté. "¿Y es posible que la Biblia tenga lecturas tan bellas?" "Sí", le dije, “si tú empiezas a leerla desde hoy, nuestro Señor te mostrará nuevas lecciones que te irán interesando hasta que tú, a semejanza de Jacob, te resuelvas a entregarte al Señor para que te santifique, te salve y te haga feliz." La Biblia en el hogar es un tesoro. Interesemos a nuestros hijos en la lectura de la Palabra de Dios y cumpliremos im deber sagrado. En este forma nuestros hijos no sólo serán útiles a la sociedad en que viven, sino que llegarán a ser buenos ciudadanos en el reino de Dios. Pidámosle a Dios que él sea el huésped principal en nuestros hogares, diciendo como el poete don Francisco Estrello: Entra a la sencillez de mi morada Para encender la luz de un fuego nuevo: Déjala de fulgores traspasada Con el limpio claror de tu mirada. Santifica mi rústica pobreza Reposando, Señor, bajo tu techo; Rompe el pan con tus manos en mi mesa, Y en mi hogar pon tu toque de belleza. Si tú quieres, Señor, entrar conmigo, La mañana entrará por mi ventana; No te pases de largo, dulce Amigo, Quiero morar contigo. Ven, Señor, a mi mesa, Bendice el pan moreno; Y toma mi pobreza En vaso siempre lleno De amor y de belleza... LA BENDICION DEL HOGAR Dios bendiga esta casa y quien la habita y el dintel luminoso de su entrada. Bendito el fuego de su hogar, su mesa y cuanto sitio de descanso haya. Bendita cada puerta que al extraño con el amor que al familiar se abre. Bendito sea el cristal que al layo deje de la luz penetrar por la ventana. Bendita la cumbrera que la ciñe y las fuertes paredes que la guardan. La paz divina con la paz del hombre alumbrarán de amor esta morada. Guia del Hogar II HOGAR CRISTIANO