'Tero REVISTA EVANGELICA 113 ^■etración en las antes ignora-comarcas: penetración fruc-l^fca, pues subió al Norte y ligó ^gorillas del Atlántico a las del |Bfc.no Indico, al través de las [líerras inexploradas que serían, huego, las colonias de Rhcdesia británica y las portuguesas de bngola y Mozambique. I A poco de su regreso a Inglaterra que produjo profunda sensación, Livingstone volvió a Afri-íca, a la que se había consagrado ten cuerpo y alma. Hundido en la entraña de dicho Continente, el resto del mundo apenas si sabía cosa de sus andanzas, únicamente sabíase de fijo que tenía alcanzados los Grandes Lagos y que buscaba, afanoso, las fuentes del Nilo. Sin embargo, no hubo país que no se interesara por la incierta suerte del atrevido explorador; y ello lo comprueba, precisamente, la arriesgada misión que Gordon Bennett encomendara a Stanley. Livingstone mientras tanto (no en balde se apellidaba “piedra Viviente”), poco a poco había ido Desinteresándose de la vida civilizada y sólo se ocupaba en su pvangelización de los negros, a puienes amaba ya de todas veras, y quienes le correspondían con una veneración manifiesta. Casado él, a los principios de su aventura se llevó consigo mujer e hijos, que posteriormente reembarcó para Inglaterra. Ahora vivía a solas, aunque repetidas ¡ocasiones lo instaron a regresar, [procurándole los médicos, jamás prestó oídos a tales planes por otros elaborados sin su consentimiento previo. Sin ap-esurarse Henry Stanley gastó cas un año en su viaje: vióselo en Constantinopla, el Cáucaso, Jas costas de Turkestán, Persia, sin cesar en el envío de correspondencias que eran arrebatadas por el público; llega a Karachy, atraviesa parte del Océano Indico, detiénese en Bombay, pasa por las Indias, y dondequiera toma lengu a s: ¿dónde está Livingstone? En octubre del 70 sale de Asia, navega hacia la Isla Mauricio y las Seychelles, desembarca al fin en Zanzíbar donde ajusta cargadores y personal para su expedición. Y al cabo de un año y medio de preparativos y marchas por mar y tierra, en febrero de 1871, se entró en el Continente africano por su cesta oriental, y en seguida se lanzó selva adentro, rumbo al Este. La energía sobrehumana de que dieron prueba Stanley y sus acompañantes, es cosa de pasmo, pues arrostraran sufrimientos sin cuento hasta no parar en las vecindadas del lago de Tanganyka, donde árabes traficantes de esclavos los pusieron en la buena pista: sí, entre los indígenas vivía un blanco anciano, enteramente solo, el que buscaba sin duda Luego de caminar, a pie y andando, doscientos treinta y cinco días, aquella mañana diáfana del 10 de noviembre de 1871, transpuesta una colina, descubría reverberante horizonte, ante sus ojos asombrados, extendíase Inmenso lago, más allá, montañas zarcas y, a sus pies, en medio a un bosque de palmeras, una ciudad pequeñlna, morena y alba: ¡Ujijl! ¿serla allí?...