El Faro Dominical ¿argüir significa, convertir un argumento en contra de la misma persona que pretende hacerlo. Es como el resultado de una lucha en palabras, donde se discurre, se razona y se convence al interlocutor. Entenderemos mejor la idea si cambiamos la palabra redargüir, por la palabra convencer- El Espiritu Santo convencerá al mundo de pecado, porque es necesario que las gentes piensen en su condición tal como ella es, y no como se la imaginan que ésta sea. La obra del Espíritu Santo es iluminativa. Habiendo luz en una habitación, se puede notar lo que haya adentro de aquella habitación. Pero si la dicha habitación está en tinieblas, nadie puede ver lo que haya en ella. Bien pueden haber allí toda clase de reptiles venenosos, quizá serpientes retorciendo su paso por el pie de las paredes, pero como no hay luz, nadie se daría cuenta del peligro. Así es el corazón humano, si el Espíritu Santo no lo ilumina no podrá jamás notar su condición tal como ella -s- . . j j También convencerá al mundo de justicia el Espíritu Santo. Y convencerá al mundo de la justicia de Cristo Jesús que es por medio de la fe. Porque fuera de la justicia de Cristo, el mundo no sabe realmente lo que es justicia. Cuando Cristo se manifestó en la tierra, se manifestó en él, en su vida, en su ejemplo, en su palabra y en su obra redentora, la justicia de Dios. Los que tenían la justicia de la ley eran incapaces para comprenderla, y mucho más para hacerla; y aunque la ley fuera justa, santa y buena, sin embargo, los hombres no la comprendieron, ni menos la pudieron obedecer. Pero venida la justicia de Cristo Jesús, el Espíritu Santo, un sér activo, no la letra muerta de la ley, convencerá al mundo en la justicia de Cristo que es por la fe. También convencerá el Espíritu Santo al mundo en juicio- Nuestro Señor se refiere en este caso al juicio definitivo con que había de ser juzgado Satanás en su derrota. Mientras Cris- 21 to no muriera por los pecadores, no había ni para qué hablar de pecado, ni de justicia, ni de juicio. Las gentes no hubieran comprendido estas palabras sin la muerte expiatoria de Cristo. Pero cuando Cristo Jesús, nacido de mujer, hirió a la serpiente antigua en la cabeza, esto es, a Satanás, entonces fué cuando se verificó “el juicio de este mundo, cuando el príncipe de este mundo fué echado fuera.’’ Fué la bendita y gloriosa hora de la muerte de Cristo, cuando fué vencido aquí que tenía el poder de la muerte, fué cuando Cristo Jesús arrió delante de sí a la cautividad haciéndola cautiva suya; en esa bendita hora le arrancó a la muerte su punzante aguijón que es el pecado, y el pecado es del Diablo. Pero todo esto hizo Cristo para aquellos que quieran recibir tales beneficios. Y es parte de la obra del Espíritu Santo, convencer al mundo de este tremendo juicio que Dios ha traído sobre Satanás, en virtud de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. El segundo pasaje de nuestra lección es solamente como una confirmación del primero. Comienza diciéndonos que somos deudores al Espíritu Santo, no a la carne, porque el Espíritu Santo no es carne, ni obra como la carne pecaminosa. Si, nuestro convencimiento al aceptar a Cristo, fué obra del Espiritu Santo, eso lo debemos al Espíritu Santo. Y si somos deveras guiados por él, somos hijos de Dios. Por obra del Espíritu Santo somos adoptados en la familia de Dios, “en la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación general e iglesia de los primogénitos que están tomados por lista en los cielos, y al Juez de todos, Dios, y a los espíritus de los justos ya perfectos; y a Jesús el mediador del nuevo testamento.” Y el mismo Espíritu Santo certifica a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, hermanos de Cristo Jesús y coherederos con él de las riquezas de Dios nuestro Padre Pero todo ello si estamos dispuestos a sufrir por Cristo y a hacer su voluntad. SECCION PRACTICA ILUSTRACIONES Ardor. Al oir cierto indio convertido que alguien criticaba el fervor religioso de ciertos cristianos, dijo: —Mejor es que la olla hierva hasta rebosar, que no que por falta de fuego deje de hervir. El fuego que aviva a los cristianos y que los enciende en entusiasmo y ardor es el del Espíritu Santo. Si las iglesias carecen de éste, sus obras son muertas. Triste. Cierto pastor, al examinar a una mujer en Escocia, preguntó: