EL ECO Juan 14: 27. AZ, he aquí una palabra muy pequeña por lo que toca a su forma gráfica, pues consta de tres letras solamente, pero cu yo significado es inmenso y precioso so bre toda ponderación. PAZ, es lo que el alma pecadora necesita. El alma fatigada, atribulada, acongojada y llena de angustias y zozobras, necesita tener Paz. LA PAZ no puede ser sustituida con ninguna otra cosa, porque el alma enferma no podrá ser curada Jamás con otra medicina. LA PAZ es lo que embellece a los hogares: lo que les da el mayor encanto, el mejor atractivo y, podemos decir la que más los hace del agrado de Dios, que ya es mucho decir. PAZ es lo que piden, a voz en cuello, todos los hijos de Dios para todos los que abatidos, gimen bajo la opresión, el azote, la espada, el desprecio y la esplota-ción de los poderosos y déspotas impíos. PAZ, es lo que necesita el mundo, como la más urgente de todas las necesidades, en estos días en que se avecina la más negra de todas las tempestades, la más terrible de todas las tormentas, la más espantosa de todas las carnicerías, la más horrorosa de todas las tragedias. PAZ, es lo que cada madre piadosa debe pedir al cielo hoy, hoy mismo, antes que estalle la tormenta, antes que les sean arrebatados sus hijos para llevarlos al matadero, antes que les vengan las noches largas de insomnio, angustias y desvelos; antes que lleguen los días a-margos y llenos de zozobra cuando ojerosas, inapetentes, demacradas y desfallecientes, empleen sus últimas energías en andar de acá para allá en busca de malas noticias, devorando los diarios con los ojos ya sin brillo, y releyendo las listas interminables de los asesinados en los campos del deshonor y de la ignotpinia. PAZ, es lo que debe haber en todas partes. PAZ intervecinal. PAZ interde-nominacional. PAZ intergremial. PAZ internacional. PAZ intercontinental. PAZ interracial. PAZ mundial. Con razón el bendito Jesús, el Hijo de Dios, conociendo las necesidades del hombre y previendo el estado de cosas en que actualmente vivimos; y siendo El la fuente inagotable de toda gracia, pronunció estas bellas y consoladoras palabras poco antes de su prof ética partida: “Mi PAZ os^Dejo, Mi PAZ os Doy.” Muy amados hermanos, no permitamos que nadie nos arrebate tan preciosa herencia. Cristo es el Rey de Paz. Si somos súbditos de ese Rey y de ese Reino, vivamos en esa Paz perfecta que es nuestra herencia, la herencia de los mansos, la herencia de los santos, y cantemos con toda conciencia: Paz! Paz! Bendita paz Es la herencia que Cristo nos dió Retengamos muy firme esa herencia sin par, Esa-herencia bendita de Dios. Abraham Fernández.