ría tenga expedito el paso. En tales condiciones empezó el combate. "Aun no acababa yo de .colocar las tropas, pues mandaba, por medio de mi mayor de órdenes, el Coronel D. Manuel González, hacer a un lado del camino las del Coronel Espinosa y Gorostiza, cuando el enemigo, bajo la protección del fuego de su artillería, destacó una espesa cadena de tiradores franceses, que avanzaron con intrepidez y que llegaron cerca de mi linea, sin que pudiera impedirlo el fuego de los míos y de mis cañones. Fue necesario ejecutar un contra ataque, con la mitad, respectivamente, de las dos columnas de las alas, y esto ocasionó que el enemigo emprendiera una decisiva carga con la mayor parte de su infantería. No obstante que reforcé las medias columnas con sus correspondientes restos, fueron obligadas a replegarse a los costados, a la ceja del monte y barranco de los respectivos flancos, ante el empuje del contrario, bien sostenido en ese instante por la brusca salida de su caballería, que en su mayor parte era húngara. Ladeé entonces al combate toda la reserva que me quedaba, formada por la tropa del centro, lo mismo que la caballería que había dejado en segunda linea; y cuando, rechazado a virtud de esto, el enemigo llegaba desordenado a la colina, base de su operación, donde aun conservaba una pequeña reserva y su artillería, moví, por medio de un toque convenido, al Coronel Segura, que apareciendo de improviso en el relieve del terreno, por el costado izquierdo, corre a cortar su retirada. “Este movimiento, que se ejecutaba a la vista del enemigo, por encima del relieve de que hablo, y mi ataque vigoroso por el frente, determinaron la fuga de la caballería traidora, y una parte de la húngara, y la confusión y derrota de la infanteria. De pronto se hicieron unos 600 prisioneros y se quitaron cuatro cañones, y sobre la persecusión dejaron los fugitivos otro cañón y un montaje solo, cuya respectiva pieza se llevaron a lomo de muía, y se capturaron too hombres más. “La caballería, lo mismo la mexicana que la húngara, se escapó en su mayor parte, con excepción de unos 39 o 40 extraviados que fueron capturados en las selvas por los paisanos armados, y dos días después conducidos a Oaxaca” (Memorias del General Díaz). La columna enemiga estaba al mando del Coronel austríaco Hotse, y a sus órdenes iban Trujeque, Flon,* y el entonces Coronel Hermenyildo Carrillo. Dicha columna, de 1,500 'hombres; estaba formada por un batallón de infanteria austríaca, dos compañías de enganchados voluntarios franceses, tres escuadrones de húngaros y dos de mexicanos. La batalla comenzó a la una de la tarde y la derrota quedó consumada a las cinco. La persecución, hecha por el General Díaz en persona, duró hasta las siete y ziedia de la noche, y la oficialidad de la infantería enemiga quedó toda prisionera. Esta brillante victoria del GeneraLrepuhlicano, acobardó a Oronoz, que inició desde luego la capitulación de la plaza de Oaxaca, según se ve por la siguiente carta: “Oaxaca, 21 de Octubre de 1866.—Sr. D. Rafael García. "Querido hermano: “Habiéndose demorado algunos días la salida de mi correo para ese rumbo, a causa de haber tenido que levantar el sitio de esta plaza, para impedir que entrara un refuerzo que venia al enemigo, hoy, de regreso aquí, tengo el gusto de comunicarte lo último ocurrido. “Tuve noticia de que la guarnición de Huajuápam y Yauhuitlán, reforzadas con hombres de la de Tehuacán, se reunían en el segundo punto, y a poco se ponían en marcha hacia esta ciudad, en gran número, la mayor parte austríacos. En esa fecha aun no se me habían incorporado las tropas del Gral. Figueroa, y tanto por temor de que las batiera en el camino el enemigo, como porque cubiertos los puntos de la plaza para sitiar al de adentro, apenas me quedaban disponibles unos cuantos centenares de hombres, me decidí a levantar momentáneamente el sitio, para reunir todas mis fuerzas y salir al encuentro de la Columna enemiga. “Asi lo verifiqué en la noche del 15 al 16 del corriente; el 17 se me incorporó, en San-Juan del Estado, el General Figueroa, y al siguiente día emprendí marcha por Huitzo, adelante, que era el camino que mis exploradores me indicaban tomaría el enemigo, que la víspera había pernoctado en Huauclilla. Me propuse, pues, batirlo en un punto llamado La Carbonera, y anduve con tanta suerte, que apenas empezaba a tomar posesión de aquel punto, empezó a descubrirse la Columna contraria. A poco se trabó un reñido combate, que duró como hora y media, a cuyo término quedaba completamente derrotado el enemigo, y era perseguido por mi caballería y parte de la infantería, en un trayecto de tres leguas, hasta que la noche nos impidió seguir adelante. “En toda aquella grande extensión quedaron innumerables cadáveres e infinidad de armas, que el enemigo abandonaba al morir o al caer prisionero. Los resultados de esta espléndida victoria fueron: en lo material, 416 prisioneros austríacos; cuatro piezas rayadas, con más de 300 granadas y botes de metralla; sobre 700 carabinas y fusiles, muchas armas y efectos de guerra, parque, muías, etc. “Moralmente, se puede decir que estreché el sitio de la plaza, pues al volver apenas, antes de comenzar de nuevo las operaciones, el enemigo, que ha visto desfilar delante de sus fuertes el trofeo de La Carbonera, comienza a desmayar, e inicia negociaciones de capitulación, que he desoído, porque quiero reducirlo al último extremo, y no hacer sacrificio ninguno al triunfo. “Estoy impuesto de los. sucesos de esa línea, por las comunicaciones de los Generales Méndez, Rodríguez, Cuellar y León, a quienes contesto por este mismo correo. “Te incluyo algunos ejemplares de los primeros números del Boletín que comencé a publicar, al sitiar la plaza. “Con la victoria de La Carbonera, no sólo se conquista Oaxaca, sino que todo el Estado, con excepción, de Tehuantepec, queda libre de imperialistas. “Sin otra cosa que comunicarte, me repito con gusto tu afectísimo hermano que te quiere:—(firmado)—Porfirio Díaz.” Terminada la persecución de Hotse, Porfirio Díaz volvió sobre Oaxaca. “El 19 de Octubre de 1866 volví a Huitzo, y el 20 a Oaxaca, para restablecer el sitio. “La primera noticia que tuvo Oronoz de que venia a auxiliarle una columna y de que había combatido, fue una de las circulares que yo mandé a todos los pueblos, para que me proveyeran de hombres y camillas, a fin de hacer el transporte de los heridos. “Oronoz se apercibió, naturalmente, de que había tenido lugar un reñido combate; pero dudaba de sus resultados y había ordenado al jefe que mandaba el fortín de la Soledad, situado en una avanzada eminencia, que cuando alguna Columna de tropa se acercara, disparase, como aviso a la plaza, si era amiga, tres tiros de cañón, consecutivos; y si era enemiga, un sólo tiro con bala, en dirección a ella. “Como los primeros que formaron en la Columna, con hileras de mis soldados a los flancos, eran los prisioneros austríacos, y todos tenían parte de su uniforme rojo, el jefe del fortín de la Soledad anunció, engañado por ésto, la presencia de una Columna amiga; equivocación que no tardó en reparar cuando estuvimos más cerca y pudimos ser examinados mejor.