4 El Mensajero Juvenil El Mensajero Juvenil 5 Dios es tan inferior a él como cualquiera hechura del hombre comparada con su autor; más aún, no hay punto de comparación entre la superioridad y la grandeza de Dios y el hombre. El es todo; nosotros no somos nada. El creó al mundo; él creó al universo entero y sostiene todo en perfecto orden con la incomprensible fuerza de su omnipotencia manifestada en las leyes que rigen al universo. 2. Juan 1:14. El Propósito de Dios. Dios preparó la tierra para ser habitada por el hombre, el sér más perfecto de la creación, y luego que "todo estuvo preparado para recibirlo, lo creó y lo puso sobre todos los seres creados para que señorease sobre ellos. Dios hizo al hombre para que 13 sirviese, y para que estuviera en condiciones de cumplir con esta elevada misión, lo hizo a su imagen y semejanza. Sin embargo, el hombre no supo estar a la altura en que había sido colocado, y con su desobediencia entró el pecado al mundo. El pecado es abominación a Dios; él no puede tolerarlo porque está en pugna con sus leyes. La transgresión del hombre lo hizo acreedor a la condenación de esa ley divina; pero Dios, movido por el inmenso amor que lo mueve en todos sus actos con nosotros, preparó cuanto era necesario para proveer el plan de salvación que nos librara de la condenación de la ley. Los incrédulos, en el embravecido y anchuroso mar de las apostasías, no se han dado cuenta de la magnitud del peligro que los amenaza, o, si se han percatado de él, se desesperan al encontrar que al ser arrastrado su bajel a las profundidades de un abismo sin fondo, no les queda de su creencia ni la más débil tabla que pueda servirles de apoyo en su fatal naufragio. Fué a ellos a quienes vino el mensajero de Dios y lo rechazaron; son ellos los que forman ese vasto mundo de quien el apóstol dice “y el mundo no le conoció;” no conoció al embajador de Dios; al que venía a ellos para llevarlos al único refugio seguro de salvación. Pero gracias a Dios que no todo el mundo está en tinieblas; que no todos se encuentran a punto de sufrir ese naufragio que sepultará sus es peranzas en la tumba fría de la perdición eterna. No, hay un grupo bienaventurado, grupo formado por muchos centenares de miles Que habiendo recibido al Mensajero de Dios y obedecido su mensaje, “dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre,” a los que no dudan de su poder infinito, y que, habiendo, sido rescatados por el sacrificio expiatorio del Embajador divino, han sido restituidos al estado en que los creó el primitivo propósito de Dios. De manera que, el mismo Dios que creó a todo un mundo, crea en cada uno de nosotros una nueva vida; la vida que ha de prolongarse con la del Creador mismo por toda la eternidad. Tal es el brillante y bendito futuro del que tiene su esperanza cifrada en Dios; de todo aquel que, con el salmista, dice en lo más profundo de su sér: “¿Por qué te abates, oh, alma mía, y por qué te conturbas en mí? espera a Dios; porque aun le tengo de alabar; es él salvamento delante de mí, y el Dios mío.” Este es el más hermoso reconocimiento del Dios vivo y verdadero; la confesión más ardiente de que “todas las cosas por él fueron hechas y que, desde el principio del mundo, “en él estaba la vida” en todas sus formas, es decir, la vida del cuerpo, la vida Jel alma y la vida del espíritu. ¿Y a quién, sino al que es la fuente de todo esto debemos alabar? ¡Y qué vida tan preciosa alentó Dios en el humano, y qué incomparablemente sublime es la que planta en su corazón cuando se arrepiente de sus culpas! “La vida era la luz de los hombres.” Esa vida dada por el Señor era tan pura y tan santa, que los solos resplandores de su brillo angélico eran suficientes para iluminar el alma, el corazón y la conciencia del hombre. El no supo comprender esta luz y cayó en las tinieblas, pero a Dios gracias que él ha perseverado en su santo propósito de redención y que los perdidos pueden levantar hacia él su mirada suplicante con la seguridad de que verán al gran Padre con los brazos abiertos, listo para quitar de sobre ellos el peso de la desesperación y de la muerte y hacer brillar de nuevo sus almas con los fulgores de la nueva y perenne vida de los redimidos por la sangre del Cordero. 3. Juan 15:1-7. La Preservación y Fructificación de la Vida Regenerada. Hagamos notar primero que la transformación que se opera en el alma cuando pasa de muerte a vida, fué llamada por Cristo un nuevo nacimiento y una nueva creación. No es pues, una reformación, ni un crecimiento, ni un producto de la evolución, sino una re-creación, o, mejor dicho, una nueva creación por el poder de la gracia divina. Y el mismo que da esa nueva vida es el mismo que la preserva y la hace fructificar. Esta hermosa lección se nos enseña en Juan 15:1-7. El que no esté en Cristo, no tiene vida, y por lo mismo no puede llevar fruto. “Estad en mí—dice el Maestro—y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vida; así ni vosotros si no estuviereis en mí.” Hay una íntima relación entre Jesús y los que le han recibido, y por su poder, han sido hechos hijos de Dios. Si nosotros estamos en él, él estará en nosotros y ni por un instante dejará de tener un cuidado directo de esa nueva vida que nos ha dado y que ha hecho que encontremos gozo y paz en nuestro Salvador. Por lo mismo que Cristo debe estar en nosotros para que tengamos vida y llevemos fruto, nuestra existencia toda debe estar basada en una ininterrumpida comunión con él, y es en vista de esto y de nuestra feliz esperanza, por lo que debemos hacer nuestro propósito en el nuevo año PRIMAVERA ¡Bello es vivir, la vida es la armonía! Luz, peñascos, torrentes y cascadas, Un sol de fuego iluminando el día, Aire de aromas, flores apiñadas: Y en medio de la noche majestuosa Esa luna de plata, esas estrellas, Lámparas de la tierra perezosa, Que se ha dormido en paz debajo de ellas. desear ardientemente y trabajar sin descanso para que esa bendita comunión no sea interrumpida y se obscurezca el horizonte de nuestro futuro. Guardémonos en estrecho contacto con Dios, la fuente de la vida, para que ésta mane continuamente de él a nosotros, como la sabia bienhechora fluye de la vid a los pámpanos; y por medio de nosotros a los. que nos rodean, por los abundantes frutos que hemos de llevar para la gloria de Dios. Siempre que nos encontremos en medio de los rudos embates de la vida y a punto de ser arrastrados por las embravecidas olas de las doctrinas falsas que tanto se predican hoy día, combatamos con tesón, no confiando en nuestras propias habilidades, sino en el poder de nuestro Salvador, teniendo presente que sin él nada podemos hacer. Pero nuestro propósito no debe limitarse a nuestra propia conservación, sino que debe extenderse a la transmisión de la vida que hemos recibido. Tal transmisión es el fruto que se espera que llevemos. La parábola de la vid y los pámpanos presentada por Jesús nos lo enseña de una manera muy clara. Hemos sido regenerados para ser salvos, sí; pero también para que llevemos fruto. Los estériles serán arrancados de la vid y echados al fuego. “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará; y todo aquel que lleva fruto le limpiará, para que lleve más fruto.” Pidamos a Dios que nos conceda llevar mucho fruto en 1925. ¡Bello es vivir! Se ve en el horizonte Asomar el crepúsculo que náce; Y la neblina que corona el monte En el aire flotando se deshace; Y el inmenso tapiz del firmamento Cambia su azul en franjas de colores, Y susurran las hojas en el viento, Y desatan su voz los ruiseñores. José Zorrilla.