RWiBta Mexicana Semanario Ilustrado Entered at second chas matter, O ctober 25, 1915 at the Post Office of San Antonio, Texas, un der the Act. of March 3, 1897. Afio II. San Antonio, Texas, 7 de Mayo de 1916. _Número 35 El Milagro de la Caridad Las mujeres mexicanas que han sido empujadas a esta ciudad, por el vendabal revolucionario, se han reunido en días pasados con el objeto, de formar una “Junta de Caridad” que tiene como fin remediar la situación dolorosa en que se encuentran muchos. compatriotas desheredados. Y lo que no habían logrado la política ni el interés, el decoro ni el patriotismo, fue conquistado en un momento por la Caridad. Gentes de todos los bandos, han acudido, al gentil llamado de las abnegadas damas, y en derredor del estandarte de la filantropía, se ha realizado un milagro de confraternidad y de amor. Hace tanto tiempo que los mexicanos se encuentran divididos por encones y pasiones, que el espectáculo de la unión, trajo a nuestras almas un inefable consuelo. Ojalá que est$ principio de reconciliación, no se pierda, cómo tantos otros esfuerzos, entre los fragores de la anarquía. La Caridad es bella por sí sola; pero cuando además de practicarse, realiza una misión confraternizadora, entonces su obra es digna de toda clase de bendiciones. Los refugiados pobres han recibido ya una ayuda material que mitiga su dolor y restaura sus energías; y aquellos refugiados, que sin haber padecido los rigores del hambre, han sido atormentados por la visión espantosa de la Patria despedazada, recibieron la caridad divina de una ilusión, emergente de las cenizas de sus almas. En cuanto -a las damas, que se han impuesto el de-bor de curar heridas y cicatrizar infortunios, no han hecho sino confirmar sus tradiciones legendarias de amor y de ternura. Siempre fue atributo de la mujer mexicana dar abrigo en su alma al culto sagrado de la caridad. La madre mexicana es la mejor de todas las madres, porque sabe sacrificarse más que ninguna otra. Para ella, la maternidad no es sino un voto de desprendimiento absoluto, en aras de las vidas nuevas. El advenimiento de un hijo significa en México la renunciación absoluta de muchas alegrías y placeres: la madre cede amorosamente su puesto a los recién nacidos, y pasa llena de alegría, a ocupar un segundo lugar, desde donde vigila en el cuerpo de sus hijos, la nueva forma de su existencia. Es algo así como una transmigración efectuada «n la propia vida. Y muchas veces, por no decir siempre, no conforme con dar su alma y su vida a sus hijos,reparte aún ternura y abnegación entre los seres infelices. El amor se desborda de sus almas, y siempre anda en busca de infortunios que remediar. Así es la mujer mexicana. Las damas desterradas no han hecho sino perpetuar la virtud de nuestros hogares, que son santuarios. En medio del derrumbamiento general de instituciones morales y sociales, ellas han realizado el heroísmo de salvar el tesoro de amor que estaba confiado a su custodia. Todo se ha perdido menos eso. Hemos visto borrarse en nuestra Patria, todos los distintivos de cultura y honor, que caracterizaban el alma me xicana; pero en medio de tantas catástrofes, las damas mexicanas, pueden decir: nuestros hogares están intactos; y ellos pueden ser el cimiento de la reconstrucción nacional. Y lo serán, sin duda. Cuando vemos el amor que resucita en nuestras almas, al influjo santo de la caridad, nuestra fe revive y cobra alientos para seguir luchando. Lo único que se necesita es el espíritu de renunciación, y ya está dado el ejemplo. A trabajar, pues, con tenacidad y con fe. Las damas de nuestra tierra nos han mostrado el camino. Ellas fueron ayer opulentas y hoy casi son desheredadas; habitaron palacios suntuosos y hoy moran en tiendas de campaña, levantadas provisionalmente en medio del desierto; vivieron una vida superior, adornada con todos los refinamientos que proporcionan la cultura, la gracia, la belleza y el arte, y hoy en un ambiente distinto, sin encantos estéticos- ni espirituales, ven gastar sus existencias sin que sus almas disfruten de los aromas y resplandores de antaño..... Y sin embargo, a pesar de que han perdido casi todo, aim conservan fuerzas para sostener a los débiles y levantar a los caídos. Son merecedoras de compasión, y sin embargo, la dispensan. Son dignas de caridad, y la otorgan..... El dolor, en lugar de destruirlas, las ha galvanizado. Se parecen a esos árboles, que después de ser destrozados por una tempestad, dejan escapar de sus troncos torcidos de sus ramas estrujadas, un explosión de brotes y de yemas, y le ofrecen en su desolación, un abrigo consolador a los pájaros errantes. Sí.... Sus rostros se han marchitado, sus frentes se han cubierto de sombras, sus cabezas encanecieron El dolor ha doblegado sus cuerpos, antes gráciles y esbeltos: sólo en sus almas, las tristezas no han podido extinguir )a primavera, la inextinguible primavera de su caridad. Cuenta el poeta español Eduardo Marquina, que una ocasión, una princesa, después de haber vaciado todas sus escarcelas en obras de caridad, fue detenida por un mendigo en actitud implorante. La princesa, que no llevaba ya una sola moneda, se descalzó el guante de la diestra y se lo regaló al mendigo, que quedó perplejo ante aquella extraña caridad. Un caballero que presenciaba la escena, redimió inmediatamente el guante de la princesa, con una bolsa de oro, y lo colocó sobre su casco como airón. Después, aquel caballero enardecido por la fe y aureolado por el guante blanco, fue un defensor aguerrido de su Religión y de su Patria que sembraba espanto en las huestes musulmanas. Las armas enemigas no llegaban hasta él: la Caridad, flotando sobre su cabeza, parecía volverlo invulnerable. Mexicanos: recoged los guantes de las damas caritativas y llevadlos a vuestros cascos. Y después, dedicaos a la redención de la Patria.