PAGINA DEL MINISTERIO EL MINISTRO UN PROFETA DE DIOS •L MINISTRO es un profeta del Señor. Se entiende por profeta un hombre que habla por Dios. El es preminentemente un orador. Su negocio es hablar por otro. Es un pregonero de la verdad y por lo mismo debe ser esencialmente un buscador de la verdad. Es su deber escabar profundo hasta donde se encuentran escondidos los tesoros de la verdad, y una vez hallados debe acuñarlos y ponerlos en circulación entre las gentes. A semejanza de Moisés, debe ascender a la montaña y hablar con Dios cara a cara para luego venir a sus hermanos y hablarles de su última revelación. Es un misionero encargado de las buenas nuevas y es preciso que de su mensaje sin quitar a su contenido ni empañarlo. Es un embajador de la corte celestial a la corte terrenal y su vida debe constituir una apasionada y no interrumpida demanda a los hombres para que se reconcilien con Dios. El más grande peligro que confronta la América en el presente es una posible decadencia del púlpito. Dejad que decaiga el púlpito y la causa de Cristo está perdida. Nada puede tomar el lugar de la predicación. No hay poder debajo del cielo que iguale al poder de un púlpito inspirado de Dios. Antífonas, himnos, lecturas alternadas, recitación de credos, oraciones escritas o expontáneas, todo esto tiene su lugar y usado propiamente puede ser un medio de gracias; sinembargo, todas estas cosas juntas, no pueden tomar el lugar de la exposición de la Palabra de Dios hecha por un hombre cuyos labios han sido tocados por el carbón encendido del altar del Señor. Un púlpito ignorante es la peor de todas las plagas. Un púlpito inefectivo es el peor de todos los escándalos. La causa de Cristo está desesperadamente imposibilitada y bloqueada cuando los predicadores cristianos olvidan cómo predicar. Debemos cuidar el púlpito con diligencia porque por medio de él se trasmite la vida. Cualquier señal de decaimiento debe sentirse con tristeza y alarma por todos aquéllos que desean la prosperidad de la Iglesia. No debe haber argumento más poderoso ni apelación más fuerte en ningún lugar que el que proviene del púlpito cristiano. Que el hombre pueda domingo tras domingo pararse detrás del púlpito cristiano, ignorante de las reglas fundamentales del pensamiento e incapacitado completamente para usar el idioma con gracia o con poder es una calamidad de tan enorme dimensiones que cada seminario en la tierra debería consagrarse de nuevo a la tarea de poner fin a esta condición y a preparar una generación de predicadores hábiles para vestir en formas adecuadas el mensaje celestial confiado a sus labios. Aquí entonces, hermanos, está una puerta am-, plia y efectiva y yo os suplico entréis por élla. Sea lo que fuere lo que deseáis ser, haced el voto de ser antes que otra cosa predicadores. Es algo trágico ser un débil e inútil predicador. Hablar por media Página 4 hora en el día del Señor a un grupo de personas hambrientas de corazón y no crear atmósfera, no hacer ninguna impresión ni levantar una alma más cerca del cielo, es algo por lo cual un hombre debe avergonzarse y arrepentirse en saco y en ceniza. Ud. no tiene razón en crear su propia desgracia y degrada el púlpito con un sermón que no sirve para nada. Si Ud. no puede principiar en cierto punto y moverse hacía adelante paso a paso hacia una meta bien definida y detenerse cuando ha llegado a élla, entonces Ud. no tiene suficiente disciplina mental que le justifique a pensar que Dios le ha llamado para ser un predicador. Ud. no debe permitirse hacer en el púlpito una cosa estúpida e inefectiva. Ud. es deudor a sus hermanos ministros para hacer lo mejor. Si Ud. predica pobremente lo hace más difícil para sus hermanos predicadores el conseguir oyentes. Ud. es deudor a su profesión y debe contribuir con lo mejor con el objeto de que su profesión adelante. Si Ud. con su predicación descuidada cría prejuicios contra el púlpito, no solo Ud. se priva de entra ren el reino de poder sino que priva a otros de que entren también. Su fracaso le afecta no sólo a Ud. sino que resta influencia a los predicadores dondequiera. Los hombres y las mujeres en gran parte juzgan al cristianismo por los sermones. Si Ud. hace sus sermones insulsos, entonces la religión se hace insulsa también. Si Ud. presenta a Cristo de tal manera que él no resulta atractivo, entonces Ud. mismo está contribuyendo para que los hombres se arraigen en la incredulidad. La adoración de Dios llegará a ser algo tedioso y cansado para los hombres a menos que Ud. pueda llenarla con la vida que salte de las fuentes de su propio corazón. Ud. no se imagina cuanto mal hace con una predicación insípida malamente llamada sermón. Traducido por E. Alvírez, del libro: "The Minister as Prophet" por Charles Edward Jefferson. POR LO QUE CLAMA MI ALMA No por el agua fresca que brota de los montes, Ni por el agua tersa que va en fuga hacia el mar, Es por el agua viva que abre los horizontes Y en las sublimidades de Dios hace pensar... Es por el agua mística que mitigó las ansias De la samaritana frente al viejo brocal, En aquél día pleno de luz y de fragancias. .. Rabí, sed tengo, dame de esa agua espiritual... Sé que bebiendo de élla, mi ser—vaso de arcilla No sentirá el cansancio ni el dolor de la ruta... Y entonces mi palabra, cada vez más sencilla;— Tendrá el vigor del árbol, el sabor de la fruta.. . —Tomás Santander Pereyra. TUESDAY, MAY 4 2004