TOMO IV
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OCTUBM A DICIIMiai DI 1H0
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Margarita McGavock da Woodward
DlltICTOlA EDITORA
CONDICIONES
FwNtalwd awl priated ««arterly by the Ca* Ra.ltoU <te Fwblicacionee, Box «55, El Fase. Teaaa, EE. UU. * A^F. W. Patter-wa. Director; Nilhin H. Eadaly, Admlni. trwAer; J. WUaaa Baaa. Director Me ia Diri-•ton Editorial. Precie de eabacripeidn anwal Ea lee Eetadee UbMm y m pewlease, M.75 (de détar); ea I* dewte palees, MM ide ddiar). Secead-ela* mail prlvllep* aa-tbsriaed al El Pa*. Teaae.
COMFRIN UNO FARA CADA
FAMILIA DI SU IGLESIA
CONTENIDO
Plegaria de Noche Buena	1
El Hogar de mis Sueños, Theodore Adams	2
Acción de Gracias	4
Lo que es la Oración, Helen Buchanan	5
La Navidad en el Hogar	6
La Biblia Habla de la Familia	7
Pensamientos de Platón sobre la Educación, Alicia M. de Trelles 8 Para Tener Buenos Ojos, Pedro Devaui	9
El Fundamento del Hogar, Edna Lee de Gutiérrez	10
Oración por el Hijo que se Acerca, Amoldo Candín!	11
MI Hijo Tiene Tres Años, Poll y Hargis Dillard	12
Sección de Padres e Hijos, Marta S. de Eudaly y Emma Z. de
VillaseAor	14
Sección del Culto Familiar	16
El Jardín de Dios. Daniel Somoza	32
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!Bu£.na
Y ACONTECIO que, estando ellos allí, se le cumplieron los días en que había de dar a lus, y nació su hijo primogénito, y le envolvió en pañales, y le acostó en el pesebre, porque no había lugar para ellos en el
Nace un niño y muere otro a cada golpe que da la sangre en nuestras arterias, y si la humanidad está hoy de fiesta por uno que nació hace veinte siglos, forzoso será creer que ese niño inolvidable ha sido algo inmensamente grande.
Creció y fue siempre humilde, sin dejar de ser valiente hasta el supremo heroísmo; fue pobre hasta no tener donde reclinar su cabeza; pero
prodigó a raudales, los tesoros de más precio; enseñó, alivió, curó, rondando por aldeas y ciudades, hasta que al fin lo mataron aquellos "en quienes no cabía su palabra."
Como alguien le dijera “Maestro bueno," él repuso: “¿Por qué me dices bueno? Ninguno es bueno, sino uno: Dios." Mas si él ni siquiera quiso que un solo hombre le llamara bueno le han dicho y bueno le dirán tantos millones de hombres como arenas tiene el mar.
¿Qué buscan los reformadores que se han sucedido en estos diecinueve siglos y en los sijlos antes fueron? Nada beneficioso para el hombre que no haya salido en palabra armoniosa,
bella y pura de la boca de Jesús.
Y en la absoluta abnegación por el ideal, ¿quién lo ha igualado?
¿Quién como él tuvo amor para sus enemigos, hizo el bien a sus perseguidores y murió pidiendo al cielo el perdón de sus verdugos?
Aquellas multitudes semibárbaras, amamantadas en la crueldad, ence-guesidas por los bajos instintos, iban en pos de él, cautivas de su mirar sereno y su palabra armoniosa, como sedientos detrás de un cántaro de agua fresca. Parábase Jesús y les decía: "Si alguno tiene sed, venga a mi y beba." Y a raudales bebían amor en su corazón, mientras él dulcemente
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