DE LA KEIjIGION. 281 cegadas fuentes de la prosperidad públicapara inundar con ella á la República entera, y esto no por grados insensibles,-como obran siempre las mas fecundas causas sus efectos consistentes y durables,sino que al momento de establecerse en México la primera mezquita ó snjtgpgápJieyive en los ciudadanos todos la amortiguada confianza en el paternal cuidadoede un prudente y sabio gobierno: los giros del comercio toman su indefinido ytiefepQn la perspectiva halagüeña de un seguro y cuantioso lucro: ya enseñados inStantáneamente y como por milagro, se despiertan los mexicanos al trabajo d&^temanó preparado por el ingenio y la invención, para lograr que rivalieeneqíülos<.de la ilustrada Europa sus artefactos industriales, elaborados en costosas.y.cpínpljcadas máquinas; trasportadas también ó producidas aquí mismo por enCantótiláscri- ; quezas del antiguo mundo se precipitan .á esplotar en union de la ciencia y de la industria los tesoros escondidos en nuestras vírgenes montañas: los bárbaros, que después de haber asolado nuestros campos, robando los ganados, incendiando las mieses y las chozas, y derramando inútilmente la sangre de sus pacíficos habitadores; difunden ya el espanto y el terror en las grandes poblaciones, se desarman por fin, y huyen, despavoridos á la presencia de multitud de agricultores, empeñosos y esforzados que hacen' renacer de sus cenizas apagadas nuestra agricultura aniqüilada, y que las campiñas, que llevan ahora él ropage de la desolación y el esterminio, aparezcan de repente henchidas de la vida y loZánía propias del clima y feracidad del territorio. Aun mas si se, quiere todavía: sea la introducción; de,:cultos=;heterogéneos y rivales, no lo que es en la realidad y ha sido siempre;; si no nos engaña la historia de todos los siglos, á saber, origen seguro de desastrosas disensiones, fecundísimo germen de animosidades sangrientas, y foco inevitable de los odios mas concentrados y profundos: sea, repetimos, todo lo contrario: sea la enseña de la paz y la concordia: venga á servir la tolerancia religiosa de un muro inespugnable en que se estrellen las tentativas agresoras del poder es-trahgeroj.y traiga ella consigo finalmente al pabellón mexicano toda la respetabilidad de que gozan los de las naciones mas grandes y poderosas del mundo; aun pasando por tan monstruosa hipótesis, en que se hacen producir á las causas los efectos mas contrarios á su naturaleza, nosotros, con el profundo respeto qué demanda la representación nacional, pero con la santa libertad que inspira nuestro sagrado ministerio, no vacilaríamos en decir a las augustas cámaras: Non Zicet.-homg es lícito trastornar con un solo giro de pluma todo el orden religioso: no os es lícito traspasar el pacto que la nación celebró con su Dios en 1824:'no os es lícito derrocar ios principios que han guiado á México por tantos años, y que hicieron en otro tiempo su felicidad temporal, aun. en medio de la domination estrangera: no os es lícito, por decirlo todo de úna vez, introducir en el casto, seno de la patria las torpezas ponzoñosas de falsas creencias que jamas fia conocido. . Muy común y constante es la sana doctrina, no hay para qué negarlo, de que es, no solo lícito, sino necesario al soberano tolerar los males de cualquiera especie, que no tenga en su mano estirpar, contener, ó por lo menos reprimir un tanto, sin incidir en otros de superior orden ó de mayor cuantía. Por eso no faltan escritores ilustrados y cristianos que qpreconicerf como sábio y justo el edicto de Nántes, con que Enrique IV dió lugar en Francia á sus 1 súbditos calvinistas, y censuren como imprudente por lo menos y perjudicial aun á la Religion Católica la revocación del mismo edicto, hecha por el gran-