140 LA VIOLETA. Discurso leído en el examen público de la Academia, por una de sus alumnas.—La Mujer. Ardua tarea para mí es la de intentar reproducir un tema en el que las mas despejadas inteligencias se han paralizado, difícil sí, muy difícil pues siendo de naturaleza oscura mi imagi nación y estéril mi cerebro, solo la idea de lo imposible se presenta ante mis ojos. Otro motivo relativamente supe rior impide el que eleve mis desigua les cantos hasta las regiones de la mu jer, y este es el que perteneciendo yo al mismo sexo la mas leve frace que brotara de mis balbucientes labios sería alavarme á mi misma y esto no es ni nunca será el propósito de mi humilde inspiración. Pero si queréis escuchar mis disonantes palabras con el anhelo con que se oye todo discurso, con esa vehemente sonrisa que asoma en los la bios de los que escuchan, olvidad por un momento que soy yo la que intenta reproducirían majestuoso tema, tomad en cuenta que sois el ritmo cadencioso de otra lira que viene airoso con su canto á remover el recuerdo .que tal vez yace dormido en vuestros corazones de lo que era antiguamente la mujer, de la manera audaz con que sacudió el yugo mostrándose en lo sucesivo con la potencia de una esclava rebelde, de las esperanzas é ilusiones que sonríen á la presente, y de lo que mas después será la mujer futura; no encontrándose como antes ocultas sus virtudes de ángel tras las demás nieblas de la ignorancia; pues habiendo ella con su enérgica docilidad traspasado las tenebrosas murallas que la impedían escalar con paso rápido las gradas de oro que debían conducirla á su trono de nácar,no puede menos que agin arse para ella un porvenir color de rosa y un camino sembrado de perlas y de flores ¡Gloria que mereció desde que con su sonrisa de querube hizo es tremecer el corazon del hombre haciéndole comprender cuanto de bello y sublime existe en la Naturaleza! ¡¡Pobre mujer!! cuanto ha ultrajado el hombre material sus nobles sentimientos! cuanto ha pisoteado su dignidad considerándola como un adorno inútil, como un simple objeto que solo servia para halagar sus vanos sen timientos. Cuan ajeno estaba que mientras él, torpe la despreciaba abrigando en su mente tan degradantes pensamientos, ella en profundo silencio de la noche y contemplando la naturaleza derramaba ardorosas lágrimas que resvala ban quemando sus mejillas y daba suave espanción al dolor que desvora ba comprendiendo que estaba sola en el mundo y que el inscncible corazón del compañero que el cielo le había deparado era indigno é incapaz de comprenderla. Pero ella siempre noble y resignada comprendía que solo la constancia podría elevarla á la cima del saber y propuesta á colocarse á la altu ra que Dios le designara, y que la mano incivil del hombre antiguo le había usurpado, sin comprender la dicha que percha, cruzó con paso va-silante pero firme voluntad, el escabroso sendere' ante el cual se marchitaban sus mas bellas ilusiones y cuyas punzantes espinas desangraban su planta progresista. ¿Pero á qué evocar tan tristes recuerdos si ha acabado esa época fatal? ¡¡nó!! ¡¡nó!! olvidemos para siempre el espeso asívar que vertió en su alma la negra esclavitud en que vivía, y contemplemos el horizonte de oro donde convulsas se agitan cual doradas mariposas las nivias alas de su destino y veremos que es la diosa del universo que lleva por diadema la estrella del saber y de cuya mano depende la educa-