EL ECO DE LA LAGUNA siasmarnos con sueños de conquistas gloriosamente seductoras, por el cúmulo de libertados democráticos, ni mucho menos desmoralizarnos porque la justicia humana, imperfecta en sus inquisiciones para el esclarecimiento de responsabilidades, pronuncie fallos que parezcan iniquidades ó absoluciones que se asemejan á favoritismos irritantes Es necesario, para el alcanzamiento de graduales perfeccionamientos en la administración de los intereses públicos, que todos los ciudadanos de buena voluntad, de acendrado patriotismo, de amor al orden, á la paz, á las instituciones que nos rigen, y, sobre todo, ü la conservación de la sociedad en su funcionamiento de organismo culto, nos unamos con propósitos levantados de servir al Municipio, al Estado y á la República, sacrificando, si necesario fuere, nuestras particulares ambiciones de ascensos legítimos en la administración pública, á que todos tenemos igual derecho; porque antes que la satisfacción particular de aspiraciones nobles, está la salnd pública, está el bien general, está la felicidad de la Nación, que tiene que derivarse, como una consecuencia lógica, precisa y necesaria, del movimiento armónico de los poderes constituidos; movimiento que empezando por el Municipio, desarrolla la vida polilica, constitucional y democrática, en los demás organismos que forman el supremo de la República. Necesitamos con má apremiante urgencia en este Municipio de San Pedro, que en los demás que componen el Estado, buscar la cohesión de los elementos de prosperidad pública, que residen originaria y esencialmente en todos y cada uno de los ciudadanos consagrados al cultivo de la plan a regional que da vida á la comarca; necesitamos que la unidad de acción nos levante á la altura de nuestros deberes como ciudadanos^ de un pueblo civilizado y culto, para deponer en aras del bien público nuestras diferencias políticas, nuestras disensiones constitucionales y nuestras rencillas democráticas; y convenciéndonos de que la unión franca, leal y patriótica, es la obra de verdadera regeneración á que debemos prestar nuestro desinteresado contingente, necesitamos llevar á los próximos comicios para la renovación de funcionari- S municipales, nuestro voto espontáneo en favor de la candidatura que sintetiza el acierto en la solución de los problemas administrativos, la honradez en la inversión de los fondos municipales, y la inteligencia en la unidad de acción con los poderes públicos del Estado, para consolidar la estabilidad de nuestras instituciones liberales y el engrandecimiento del Municipio. La Redacción. Gradación de las ¡deas. Un Nuevo Fuero Clerical A medida que se eleva la inteligencia se simplifican las ideas. Podría formarse una gradación progresiva en virtud de la cual se ofrece á la observación el singular fenómeno de que á la mayor riqueza de facultades mentales corresponde menor número de ideas. | Siguiendo esta clase teórica, notare- ra del sacerdote afecta hondamente á la Leemos en las columnas de un diario clerical: «La deshonra del sacerdote no es un hecho exclusivamente personal, como la de algún sujeto civil, cuya herida vierte sangre únicamente suya. No: la deshon- mos que el hombre de limitadas luces con- religión; de su herida no mana tan sólo cibe lo pequeño, los detalles, las nimieda- sangre suya, sino también sangre de des de la vida y de todas las cosus de la naturaleza, lo cual le proporciona un n-número de ideas, bien de carácter puramente objetivo, rudimentario, confusas, indeterminadas. En cambio, en el hombre ya un tanto ilustrado, de facultad mas amplia y comprensiva, por virtud de una fuerza asimiladora de las cosas, van agrupándose las percepciones en un número más limitado de concepciones que determinan menos ideas; pero más amplias y generales, las cuales abarcan en unidades especulativas las ideas de lo pequeño. Y esta especie de relación inversa entre el número de las ideas y la inteligencia, se reviste con más evidencia á medida que ascendemos en la perfecionabili-dad de la mente, hasta llegar á la Concepción Unica que lo abarca todo, la abstracción ideal Suprema, la Idea absoluta que reside en Dios. Empero los hombres de abundantes ideas pareceu, á los ojos de la vulgaridad, más listos, más sutiles, más ingeniosos, mientras que los que conciben lo sintético en escasas ideas, pero elevadas y comprensivas, en virtud de las cuales se elevan eu puridad sobre la masa general de las gentes, son conceptuados como torpes en las realidades de la vida. Y es que los primeros saben apropiarse el detalle sensible de la vida y ven todos los aspectos de la realidad, á la vez que los segundos sintetizan lo real en lo abstracto y ni siquiera se dan cuenta de la vulgaridad de la existencia. Esos hombres prolíficos en ideas viven la vida en un perfecto equilibrio, se mueven á sus anchas en el justo medio y saben amoldarse á todos los deberes sociales; no alteran prejuicios, acatan reglas, tienen principios inmutables y son los j>riucip¿es, factores la utflrelift uviSon. sinceridad-,UJ^raJ^e la bipootesía ^ler me de la humanidad; pero no crean nada, cal en la interpretación de la Historii no inventan nada. En cambio, fijaos en los que sintetizan lo pequeño en grandes ideas y hallaréis en ellos una psicología desequilibrada, sorprendentes desproporciones en sus actos y uno como dislocamiento mental. Son refractarios á toda reglamentación, no admiten convencionalismos, son libres, no acatan costumbres y viven eu constante lucha con la humanidad. Estos son los que perciben precisamente todo aquello que pasa inadvertido por la generalidad; son los que, por una innata intuición, todo lo saben y lo que no saben lo presienten; son', en una palabra, los genios creadores que en todos los tiempos han conducido la humenidad por la senda del progreso y de la civilización. Aquí les Vargas. Cristo. En la conciencia popular es sobre manera difícil, casi imposible, separar la noción y la responsabilidad de la persona, y la de las ideas que representa. Un filósofo ya sabe que ni él, ni otro alguno, son la Filosofía; pero ni es posible un pueblo, una república de filósofos, ni se ha negado á la historia el derecho de juzgar de la eficacia de una doctrina moral, con la conducta de quienes la predican.» Después de esto, ya pueden los sacerdotes dormir tranquilos; la sangre de Cristo es su sangre, y como su deshonra es la del Crucificado, están amparados por un nuevo fuero, predicado el sábado 14 de .Octubre de 1905, entre siete y ocho de la mañana. ¿Como admitir, por ejemplo, que un sacerdote sea un prodigio de inmoralidad, si esa inmoralidad recae directamente sobre Cristo? ¡ Pobre mártir de Judea, cómo te están poniendo los que se proclaman tus fieles! * * * Y luego, la razón que se da de esta deliciosa sinrazón: Como una república no se compone de filósofos, es necesario persuadir á sus ciudadanos que todos los miembros de la iglesia son dechados de virtudes y ejemplos de moralidad. ¿Que alguno de ellos comete una falta ó un delito, por el que cualquier otro hombre sufre la condena de uua sociedad? Pues, ¡chist! que no se entere nadie, que no se sepa esta deshonra, porque.... como una república no se compone de filósofos, es conveniente que el hecho quede sepultado á cien pies de tierra. ¡Sociedades que no sois formadas de filósofos, condenadas estáis á mentira eterna! Es verdad: un abismo ha separado la _ leri- . cal en la míérpretación de la Historia. Un liberal puede reconocer, cou Madame Roland, que se han cometido muchos crímenes eu nombre de la libertad; puede señalar delincuentes liberales, monstruos liberales, falsarios liberales: un clerical -un viejo clerical, porque los modernos comentadores católicos de la Historia proclaman ésta sin falsificaciones ni tapujos,—no acepta que haya habido un papa incestuoso, un obispo envenerador ó un fraile erótico. Esos eran los que sostenían la doctrina de que la deshonra de los miembros de la iglesia era la deshonra de esta, y por eso escribieron otra historia adulterada, que habia de caer á los golpes severos de la verdad, que siempre acaba por imponerse. San Agustín 11c creía en la existencia de los antípodas, j sin embargo, los antípodas existen! * * * Por haber querido establecer esas solidaridades entre la religión y sus miembros, perdió la Religión tanto terreno, ya que es tan difícil que se cumpla el programa del diario clerical á que estamos aludiendo, y que se libre de deshonra el que se haya echo acreedor á ella. "¿No es éste, como decimos, un nuevo fuero cle-ridaí, en cuya virtud los tribunales no tendrían derecho para ejercer justicia contra un sacerdote, ya que la Republica no se compone de filósofos? Frente al fanatismo jacobino que no acepta que haya un sacerdote virtuoso, honrado y correcto, se alza otro viejo fanatismo, pasado de moda y raido,que pretende colocar al sacerdote fuera de las responsabilidades personales que tiene para con la sociedad cualquier otro hombre. Dentro de las instituciones democráticas que nos rigen, los presidentes y sus ministros están sujetos á responsabilidades, y la acusación de estos altos funcionarios, no significa la acusación de la República. Solamente el viejo criterio clerical podría intentar la resurrección de las castas privilegiadas, frente á la doctrina eminentemente sana y moral de que cada hombre es responsable de sus actos. (De «El Mundo») Sección Literaria. COLOQUIO CON LA VIDA. Estaban ante la vida dos hombres, que eran otras tantas víctimas suyas. .—¿Qué me queréis?—les preguntó. Uno de ellos contestó con voz lenta: —Me rebelo ante la crueldad de tus contradicciones; mi espíritu se esfuerza en vano en penetrar en el sentido de la existencia, y mi alma está invadida por las tinieblas de la duda. Sin embargo, la razón me dice que el hombre es el ser más perfecto del mundo. —¿Qué reclamáis?—interrumpió impasible la Vida. —Quiero la dicha.... Y para poder realizarla, es preciso que concilies los dos principios, puesto que comparten mi alma, poniendo de acuerdo mi «yo quiero» con «tú debes.» . —No tenéis nada que desear, sino aquello que debéis hacer por mi—contesta la vida con dureza. —No, yo no puedo desear ser tu víctima. ¿Porqué, yo que quería dominarte, figto^ condenado á vivir ^bajo el^ugo ds^ tus leyes? —Modera tu énfasis—le dijo el que estaba más cerca de la Vida. Pero sin fijarse en sus palabras, el otro prosiguió: —Yo quiero tener el derecho de vivir en armonía con mis aspiraciones. No quiero ser hermano ni esclavo de mi prójimo por deber; seré su hermano ó su esclavo á mi gusto, obedeciendo á mi voluntad. Yo no quiero que la sociedad disponga de mí como una piedra inerte que ayuda á edificar las prisiones de su ventura. Soy hombre, soy alma, soy espíritu y debo ser libre. —¡Espera!—dijo la Vida con una sonrisa helada. -Has hablado lo bastante y ya sé todo lo que podrías añadir. ¡Pides tu libertad! ¿Porqué no la ganas? ¡Lucha conmigo! ¡Vénceme! Hazte mi señor y yo seré tu esclava. No sabes con que tranquilidad me someto siempre á los triunfadores. ¡Pero es necesario vencer! ¿Te sientes capaz de luchar conmigo para libertarte de tu servidumbre? ¿Estás seguro del triunfo? ¿Confias en tu fuerza? Y el hombre contestó: —Me has arrastrado á un conflicto interior con mi propio yo, has afilado mi juicio que, á la manera de una hoja mortífera se hunde en lo más profundo de mi ser, aniquilándolo. —¡Háblame con más valor, no te quejes—observó su compañero. —¡Ah, si la tiranía me concediese una tregua! Déjame gozar de la vida. La Vida volvió á sonreír con su sonrisa de hielo. —Dime al dirijirte á mí, exiges ó pides una gracia? —Pido una gracia—contestó el hom-