EL GENERAL PASCUAL OROZCO La muerte trágica del general doe Pascual Orozco ha llenado de «dignación y de dolor el alma de todos los mexicanos. Hace apenas dos meses, que con la desaparición del general don Porfirio Díaz se extinguió la personalidad más ilustre de nuestro pasado; hoy con la muerte del general Orozco se pierde el más alto representativo de la revolución de 1910. Decididamente, lo____mejor de México se nos va. La vida de los héroes Comienza el día de su muerte. En tal virtud, no sentiríamos la desaparición del indomable guerrillero fronterizo, si su existencia se hubiera apagado en un escenario grandioso digno de ella. Pascual Orozco merecía haber muerto en un desfiladero como el de las Termopilas, o rodando ensangrentado, como los héroes de 1847, por los peñascos del cerro de Chapnltepec. Soñábamos para el valiente caudillo de 1910 una dolorosa agonía como la de Hércules y unos pomposos funerales como los de Patrodo. Suspirábamos por que su cadáver, en caso de ser arrastrado, lo fuese únicamen te por el cárro de Ajqmles-------■, _ Pero morir como murió, caer en la sombra; hundirse asi. en medio de un cuadro de misterio, y rodeado por rumores sordos___eso es lo que despier nuestra cólera y provoca nuestra desesperación. Iba hacia la epopeya y se encontró al Crimen cerrándole el camino. Era sin duda el más popular de codos los mexicanos. Su vida fué fascinante y rápida como rm relámpago. Un día, conmovido por los dolores que experimentaba su pueblo, y creyendo sinceramente, que las rcvoAi ciones conducen a la conquista de los derechos, decidió abandonar su vida anstera y frugal de campesino, para empuñar las armas del soldado. Se improvisó militar, y a la mañana siguiente de su aventura temeraria—co mo Lord Byron después de escribir su 'Child Harold”—se dió cuenta de que era célebre. La República entera volvió sus ojos asombrados ante el audaz, que impasiblemente colocaba en su honda milagrosa, la piedra de-rrumbadora del gigante. El pueblo siempre se enamorá del valor temerario, del carácter férreo, de la honradez espartana. Por eso el general Orozco, en unos cuantos me. ses por no decir en unos cuantos dias se forjó la más luminosa de las leyendas y conquistó de un golpe el amor entusiasta de las inquietas muchedumbres. la Nación atónita veía al héroe que desde las colinas de ”La Mojina” y “Pedernales",desafiaba al poder con una arrogancia que parecía locura y esperaba imperturbablemente. que sobre su persona se desplomase todo el peso de la dictadura porfiriana. Su actitud fué el secreto del triunfo de la revolución de 1910. Aquella virilidad sin precedente, aquel gesto de desdén por la vida, aquel reto ai Destino, hipnotizaron en un instante a todos los mexicanos, desde un con-» fin hasta el otro de la República. Y México se dió cuenta de que la silla dorada del general Díaz estaba envejecida y apelillada, a pesar, de que los doctores y los sabios seguían afir- TV'»- ^•1 1—1: General de División mando impertinentemente que era tanta su resistencia que parecía empotrada en el eje del planeta. Y la República, que se había reído de Madero, se hizo revolucionaria ante los éxitos de Pascual Orozco. La Historia dirá.larde o temprano, que fué él quien realmente destronó al Cesar. Después vino su desengaño, la convicción palpable de que ios hombres encumbrados por la revolución que él había hecho, no podían llevar a la Patria sino al desastre. Comprendió que era-su deber acaudillar una nueva rebelión y volvió a retar al Destino. Porque Pascual Orozco, lejos de ser un demotedor vulgar que considerara que su papel consistía únicamente en destruir supo desde el primer momento las responsabilidades que habia adquirido al alterar la paz el 20 de noviembre de 1910, y el compromiso sagrado que tenía de restablecerla. Por eso su vida de revolucionario en 1910 y en 1912 no está ni puede estar en contradicción con su actitud francamente pacifista de 1913. PASCUAL OROZCO. En éL se vió siempre el anhelo del mas grande de los revolucionarios. Oliverio Cromwell, que desató el torrente de las multitudes para derribar la monarquía; y que luego, transformándose de destructor en constructor, refrenó las iras populares que él mismo había excitado, encauzó todas las fuerzas desbocadas, y organizó milagrosamente una Inglaterra nueva. Eso quería hacer el general Oroz-so con nuestra Patria. Eso hubiera hecho si la fatalidad no le hubiera obstruido el paso. El Gobierno y el pueblo de los Estados Unidos deben investigar los detalles de la muerte del general Orozco, pues hasta hoy las versiones oficiales no han satisfecho a la opinión pública. Es. inútil que se pretenda calumniar la memoria de nuestro • compatriota, diciendo que fué un vulgar ladrón de caballos; el héroe muer tó es más poderoso que ayer, y su recuerdo emerge triunfalmente del ■estercolero en que se le quiere sepultar. (Pasa a la última Pág.)