,v " ■/' ' V-'-V'" ■' ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------7------------------------------------------------------------------------------------------ ”'3®- . .WW^peyr.,-..» 18 CATOLICIDAD DE LA IGLBSIA suene el tambor británico, donde quiera que se hable la len-gua inglesa, los misioneros británicos hallarán plantada la Cruz, el símbolo de la salvación, al lado del estandarte de San Jorge. Hace poco tiempo que llegó a Richmond, cierto nú- . mero de emigrantes europeos, para los que eran extraños el país, nuestras costumbres y nuestro idioma. Cada Objeto que hallaban les hacía recordar que estaban muy lejos de su querida Italia, pero cuando vieron la cruz que corona nuestra catedral, se encaminaron presurosamente a ella llenos de regocijo. Yo los vi, y oí que un grupo de dios expresaba con el mayor fervor su profunda emoción. Al entrar a tan sagrado templo sintieron que hallaban como un oásis en el desierto. Estaban de nuevo en su hogar; se encontraban en la Iglesia de sus padres, en el hogar de su infancia; y parecían decir en sus corazones, al mismo tiempo qué una lágrima rodaba por sus mejillas quemadas por el sol: “¡Cuán amables son tus tabernáculos, oh Señor de los Ejércitos! Mi alma anhela y desfallece por el trono del Señor. Mi corazón y mi carne se regocijan en Dios vivo.” (Salmo LXXXIII). Ellos veían a su rededor las imágenes de los Santos, a quienes estaban acostumbrados a reverenciar desde su juventud; vieron la fuente bautismal y los confesionarios; miraron el altar y la baranda a donde se acercaban a recibir a su Hacedor; contemplaron al sacerdote en el altar cubierto de sus sagradas vestiduras; vieron arrodillarse al rededor de ellos una multitud de adoradores, y sintieron profundamente en sus corazones que volvían a encontrarse en medio de hermanos y de hermanas, con quienes tenían en común “un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos.” Donde quiera, un católico está en su casa. Las sociedades secretas, de cualquier nombre que sean, no for- . man sino un débil y engañoso vínculo de unión, compara-* da con la genuina ciudadanía creada por la Fe, la Esperanza y la Caridad católicas. La. Iglesia Católica Romana, por consiguiente, es la ~ única que merece el título de CATOLICA, porque sus hijos abundan en todas partes del globo, y forman la grán mayoría de la familia ¿ristiana. , No permita Dios que yo escriba estas lineas con el ' fin de que mis lectores las lean con espíritu de vanagloria y jactancia. Dios estima a los hombres, no por su núme- -ro, sino por su valor intrínseco. De nada nos sirve perte- .¿sWWI