otras como madres, infiltrar en sus corazones el temor a Jehová desde los primeros años, hacerles entender que Cristo debe ocupar el primado en sus corazones. Necesario es que se ciñan de la armadura de Dios y se vistan de la cota de justicia para que puedan ser más que vencedores. Hagámosles entender a nuestros hijos que el entrar por la vereda de los impíos implicará en sus vidas desolación y muerte, mas por el contrario si siguen la senda de los justos será como la luz de It aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto. Hagámoslos entender que sobre toda cosa guardada guarden bien su corazón porque de él mana la vida. El consejo a ellos es recomendable y sabio; pero más sabio aún es el ejemplo; que nuestros hechos hablen mejor que nuestros labios. Enseñémosles a contar con Dios en todo momento, invitémosles a doblar sus rodillas con nosotros. Mostrémosles que la comunión constante con Dios por medio de la oración nos hace más sabios, más entendidos, más comprensibles, mejores ciudadanos del reino espiritual. Todas sabemos que la oración es poderosa. Muchas veces nosotras queremos hacer obedecer a nuestros hijos con el cantaleteo. Ni nuestro esposo ni nuestros hijos nos tendrán en gran estima con la cantaleta. Hay medios más sabios, más prudentes. Cuando un hijo falte en algo o necesita algo, invitémosle a doblar sus rodillas y presentémosle delante de Dios. El que lo trajo a la luz puede reconstruir su vida y guiarlo a toda verdad. Cuando en mi hogar surge un problema o hay enfermedad, tanto mi esposo como yo doblamos nuestras rodillas y clamamos al cielo, y ese Dios que parece estar en lo alto de los cielos, viene muy cerca de nosotros, envía refrigerio, poder espiritual que invade nuestras vidas e imparte nuevas fuerzas a nuestras almas. Esto lo saben nuestras hijas. Muchas veces a altes horas de la noche han sentido alguna dolencia y desde su lecho nos dicen: 'Papl y maml, oren porque el Señor me sane, pues me siento enferma." Hemos doblado nuestras rodillas y Dios se ha mostrado maravillosamente, porque ellas saben que nuestro Dios es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos. Ellas tienen plena confianza en la oración y en el poder de Dios. También tenemos que doctrinar a nuestros hijos en el hogar con relación a sus responsabilidades para con Dios y para con su Iglesia. Que ellos como parte de la familia cristiana participen de las actividades de la iglesia y den sus diezmos aunque sea de los pocos centavos que reciban. Tenemos que enseñarlos a que ofrenden cuando tienen poco para que lo hagan con más gusto cuando Dios les dé mucho más. Cuando mi hija mayor terminó su bachillerato y empezó a trabajar como maestra, de su primer sueldo ella separó su diezmo y las primicias. Le preguntamos por qué lo hacía y nos contestó: “Ciertamente que me he quedado sin un centavo para mí, pero tengo que expresar mi gratitud a Dios, dando lo que a él le pertenece, y anhelo dar mucho más, pues él me ha bendecido maravillosamente." Tanto ella como sus hermanltas son diezme-ras porque su papá y yo lo somos y les hemos enseñado con la BIBLIA que el diezmo de nuestro tiempo y dinero es de Dios. Esposas de pastores y madres cristianas, agotemos todo recurso para hacer de nuestros hijos fieles adalides del evangelio santo, con sus vidas y con su verbo, de modo que en la jomada de la vida no tengamos de qué avergonzamos. 81 después de nosotras haber cumplido con nuestro deber cristiano, ellos tienden hacia el mundo, que es cosa rara, si los hemos criado desde la cuna bajo el calor espiritual de Dios, encomendemos pues sus vidas al cielo y él suplirá en ellos lo que falte. La sociedad en la cual vivimos es víctima de frustraciones, desajustes y pruebas duras, y está tratando de librarse de esa situación para ayudar a resolver el problema estableciendo ciertos patrones de vida en el seno de la familia. El ministro predica desde el púlpito, pero esto no tendrá ningún valor si la esposa no se une a él para hacer que el hogar testifique lo que él predica. El habla de santidad, luego yo, si es que lo amo, y amo la obra que él realiza, tengo que vivir santa y píamente como su esposa. La mujer del mundo puede ser vanidosa, celosa, egoísta, contenciosa, pero la esposa del pastor no. Que no haya en nosotros vanidad, pecado, ni ninguna otra cosa que empuje a ellos hacia la derrota. Por el contrario, que cuando falte en ellos fuerzas, nosotros podamos Impartirles de las nuestras, que cuando falte en «líos la fe, éste abunde en nosotras, que sirvamos de fuentes de inspiración, que fluyan de nosotras ríos de agua viva para refrescar su fatiga y su sed en los momentos en que apuren copa amarga. En el santo ministerio que Dios ha encomendado en nuestras manos en dos épocas distintas ha escaseado el pan y el vestido. Ha llegado hasta nuestro hogar el ofrecimiento de un salarlo digno en otras fuentes fuera del servicio a nuestro Dios. Mi esposo me ha consultado qué (Pasa a la página 19) IL HOGAR CRISTIANO 11