página 10 Por: Aldrin Antonio Castrejon Fierro Alumno de cuarto semestre del Plantel Baja California (Mexicali) Primer J-ugar del Primer Concurso Intercobach de Cuentos de Baja California En las lejanas tierras del norte, en la época en que los océanos se cubrieron de nieve y se endurecieron como reales diamantes por el extremo frío, existía una tribu llamada Culanpichú la cual se encontraba viajando hacia al sur por los helados senderos en busca de la tierra que los Dioses les habían prometido. Los hombres de la tribu Culanpichú llevaban meses de caminata sin respuesta de los Dioses, los ancianos y niños se empezaron a debilitar y los guerreros comenzaron a creer que tal tierra no existía. En la tribu había una joven llamada Cuphán, que desde su nacimiento fue elegida por los Dioses para venerarlos. Era la doncella más casta y noble que pudiese existir en la tribu y por todo eso era envidiada por las demás mujeres de su edad. A Cuphán le encantaban las flores, un día se dirigió hacia un valle en el que existía todo tipo de ellas para contemplarlas, la joven se encontraba extasiaba con su esplendor, cuando de repente, pisó por accidente un gran insecto negro que inmediatamente lanzó su certero picotazo hacia las piernas de Cuphán quedando así completamente dormida por un largo tiempo. Días y noches pasaron... Cuphán despertó desconcertada, por unos momentos no supo dónde estaba, pero cuando recobró el conocimiento se dio cuenta que estaba completamente sola, corrió a buscara su familia pero no la encontró; ellos la habían buscado por varios días y finalmente se dieron por vencidos pensando que había sido devorada por los las bestias, decidiendo así marcharse. Cuphán se dio cuenta que de ahora en adelante sobreviviría sola. En ese momento comenzó una fuerte tormenta, las gotas eran tan grandes que le dolían al caer en su cabeza, buscó una cueva en donde refugiarse; la tormenta estuvo llena de truenos y relámpagos, fue la más tenebrosa tormenta que ella recordara, estaba tan asustada que se puso a llorar hasta que el cansancio la venció. Ala mañana siguiente al despertar, tal fue su sorpresa al descubrir un hermoso sol resplandeciente, un ancho río que contenía peces en abundancia y una gran laguna que se encontraba repleta de agua. Las lágrimas de alegría se deslizaban en su hermoso rostro cuando el sol convertido en halcón se le acercó, el miedo se apoderó de Cuphán, pues el halcón la miraba como si quisiera destrozarla con sus poderosas garras, de repente, escucho un cariñoso susurro que le llamo la atención. Cuphán volteó para todos lados buscando de dónde provenía, llegó a pensar esperanzada que alguien de la tribu llegaba a rescatarla, gritó pero no obtuvo respuesta. La voz la volvió a llamar, asustada corrió a la cueva a esconderse. Una vez adentro temerosa escuchó de nuevo la voz, volteó y descubrió que era el halcón quien le estaba hablando mientras iluminaba con su esplendor toda la cueva. Cuphán intentó escapar pero su cuerpo estaba inmovilizado por una fuerza extraña. El halcón-viéndola directamente a los ojos le dijo: -"yo soy tu Dios Sol llamado Rast-arh, escucha y atiende a mi llamado"- Cuphán respondió temerosa -"sí mi señor”- Rast-arh dijo -“tú no te encuentras perdida, pues has sido elegida por mí desde tu nacimiento para poblar mi pueblo en la tierra prometida. Tu tribu se ha ¡do, pues ellos no son dignos de vivir en mis territorios y tus descendientes serán los más sabios, valientes y fuertes guerreros que jamás se hayan visto" - Rast-arh siguió dirigiéndose a Cuphán diciendo: -“Dentro de algún tiempo darás a luz a seis pequeños niños los cuales serán los líderes de mi aldea y poblarán la fértil tierra de las Californias, pues haz de saber que así es como quiero que la nombres". Rast-arh en ese momento se iluminó como el mismo Sol y de un aletazo subió hasta los cielos dejando caer una semilla, haciendo que en el vientre de Cuphán surgiera la vida. Así terminó la historia que escuché tomando té con mi abuelo, haciéndome Esperando el nacimiento de sus hijos, Cuphán recolectaba alimento como • sentir orgulloso porque en mis,vegas corre sangre de una civilización que piñones, frutos, hierbas y corteza de árbol de los que se alimentaba, trabajó /tuvo el.valqrdeflorecer3iúrren,tierras/inhóspjtasz/;///' arduamente para hacerse un cálido bogaren las montañas. Pasaron muchas lunas desde la visita del Dios Sol, hasta que Cuphán dio a luz a seis hijos idénticos a los cuales les puso los nombres de Cucapá, Kiliwa, Pai pai, Kumiai, Cochimí y Kokawa. Cuphán los amaba por igual, les enseñaba toda la sabiduría que heredó de su familia. En verano pasaban los días en las montañas, los niños se divertían mucho alimentando y jugando con las crías de los borregos cimarrones, pintando en grandes rocas con colores que obtenían de las plantas o de-las cenizas de los restos de las fogatas nocturnas mientras mamá les contaba historias fantásticas; y en invierno Cuphán bajaba al gran valle del este donde existía un enorme río, en aquel tiempo la vegetación de las californias era abundante, existía todo tipo de animales y árboles que les proporcionaban lo necesario para subsistir. También en ocasiones bajaban a las grandes costas del oeste en donde pasaban el tiempo nadando en los transparentes mares, donde se encontraban con animales como las grandes ballenas y lobos marinos, también disfrutaban al ver volar a los pelícanos y las gaviotas de ese lugar. Pasaron los inviernos y Cuphán comenzó a sentirse triste pues sabía que era tiempo de que sus hijos partieran en busca de sus mujeres, con el fin de crear el púeblo que Rast-arh había prometido. Todos sus hijos crecieron en total paz, todos excepto uno, Kokawa quien creció con avaricia, odio y rencor hacia sus hermanos, sin motivo -alguno. El tiempo había llegado y con lágrimas en los ojos Cuphán se despidió de sus seis queridos hijos, los besó, oró por ellos y los vió partir, esperando por siempre su regreso. El odio de Kokawa por sus hermanos era tan grande, que se ocupó de que cada uno se enojara contra los demás, con el fin de que partieran en rumbos diferentes. Y así fue, sus hermanos se pelearon y se dividieron para buscar un lugar donde formarían su pueblo. Cada uno se dirigió hacia una región diferente de las Californias: unos al sur, otros a las costas del oeste, unos al norte y otro a orillas del río, mientras que Kokawa se mantuvo oculto en los grandes bosques. Los hermanos formaron familias que se engrandecieron con el paso del tiempo. Pero la maldad de Kokawa perduró por muchos años y como era de esperarse, contaminó a sus descendientes convirtiendo así a toda su aldea en un poblado de malvados hombres. La maldad de Kokawa lo dominó, queriendo así eliminar a los pueblos de sus hermanos para que el suyo reinara por sobre los demás. Su pueblo se comenzó a preparar para la guerra armados con lanzas y afiladas piedras. El ataque iba a ser efectuado cuando Rast-arh se percató de lo previsto y se llenó de una furia tal, que decidió deshacerse de ese pueblo perverso, así que para detenerlos destruyó sus aldeas. A la fértil y hermosa tierra que tenían la convirtió en vil tierra seca, estéril y sin apariencia acogedora, a sus plantas hermosas con gran follaje y frutos las convirtió en plantas sin hojas, únicamente con espinas; las llamó sahuaros y cardones, les dio la tarea de vigilar y defender al pueblo que estaba próximo a ser atacado; también, para cuando quisieran comerlas fueran castigados" con sangre; a sus animales les quitó la belleza y los convirtió en serpientes, coyotes y escorpiones; a su gran y hermosa laguna la cubrió de sal para que no pudieran beber de ella, además Rast-arh lanzó sus grandes rayos rojos y amarillos hirviendo en calor contra ellos para que sintieran que siempre los vigilaba. A pesar de todo el castigo, Kokawa no desistió, acompañado de su pueblo se lanzó a la guerra contra su hermano del sur. Cuando estaban a punto de llegar a su aldea, Rast-arh se enfureció y con su gran poder los convirtió de grandes guerreros a plantas gigantes llenas de espinas con sus raíces clavadas a la tierra impidiendo su movimiento, formando así una zona desértica llena de cáctus. Así fue como terminó la maldad y el odio de Kokawa. Esto logró unir de nuevo los lazos entre los 5 hermanos que quedaron, venciendo las diferencias que se formaron en el pasado. Este es el verdadero origen de las 5 aldeas de las Californias: Cucapá, Kiliwa, Pai-pai, Kumiai y Cochimí, pueblos de fuertes hombres y mujeres que dieron vida a nuestro bello estado: Baja California.