4 CARGOS SOBRE LA PERSECUCION RELIGIOSA rano temporal. Esta cruel Inquisición que duró trescientos años, y la severidad de sus decretos, con dificultad encuentra su semejante en la Inquisición española. Prescott confiesa que la administración de Isabel de Inglaterra fué "no menos despótica y sanguinaria” (Preecott. Femunroto e Isabel, vol. Ill, p. 202), que la de Isabel de España. Eli clero de Irlanda, en tiempo de Cromwell, fué obligado bajo pena de muerte, a abandonar el país, y los estudiantes de teología fueron obligados a continuar sus estudios en seminarios extranjeros. Un sacerdote pagó con' su vida el atrevimiento de haber vuelto a su país natal; quienquiera que asilaba a un sacerdote, era condenado a muerte; y al que sabía su escondite y no lo revelaba a los inquisidores, se le cortaban las orejas. En estos mismos momentos, no sólo en Inglaterra sino en Irlanda, Escocia y Holanda, los protestantes celebraban oficios religiosos en. algunos de los templos erigidos por la piedad de los católicos nuestros antepasados, y de los que fueron arrojados por la fuerza. Obsérvese también que en todos estos casos, las persecuciones fueron ordenadas por la expresa autoridad de los fzcndadores y jefes de las Iglesias protestantes. Los puritanos de Nueva Inglaterra ejercitaron venganza sumaria en aquellos que se atrevieron disentir de ellos en religión. En Massachusets, “los cuákeros fueron azotados, marcados con hierros, sus orejas cortadas, sus lenguas quemadas con hierros encendidos, y desterrados bajo pena de muerte, y ahorcados inmediatamente en caso de volver.” (Bhce Laws). ¿Y quién ignora cuántas inocentes creaturas sufrieron muerte en el mismo Estado, a fines del siglo XVII, por el ridículo cargo de brujería? ¡ Y son los descendientes de tales verdugos los que se mofan de los católicos a cuenta de la Inquisición española! Varias iglesias fueron quemadas y muchas casas saqueadas en nombre del protestántismo, en los desórdenes religiosos ocurridos en Filadelfia en 1844. Testigos oculares me han dicho que los dueños de casas se vieron obligados a señalar sus puertas con estas palabras, para librar sus propiedades del furor de los incendiarios: Esta casa pertenece a protestantes. Nunca he oído decir que los católicos hayan tomado desquite de estos actos, y espero que nunca lo tomarán, por grsinde que llegase a ser su número y tentadora la provocación. Y a despecho de la decantada tolerancia de .estos