Lección II. HERALDOS DEL REY Abril 12 de 1931. 2. Significado de la Parábola. El Padre representa a Dios. El hijo pródigo a los pecadores. La herencia, los dones que Dios nos ha dado. Los pecadores se alejan de Dios y malgastan la herencia que han recibido de El y muchas veces aun cuando sus cuerpos se agoten por el vicio y su inteligencia y carácter se arruinen, no se vuelven a Dios, quien los ama con ternura y como el padre de la parábola espera ansioso su regreso. ¡Qué triste es la condición del pecador lejos de su Padre Celestial! Ojalá que mis queridos niños se vuelvan a Dios en los primeros años de su vida. ALGO NUEVO QUE APRENDER 1- Hacienda; todos los bienes y riquezas que una persona posee. 2. Provincia, una de las partes en que se divide un reino. 3. Desperdiciar, gastar y emplear mal una cosa. 4. Algarrobas; el fruto del algarrobo. Planta perenne, cuyo fruto sirve de alimento al ganado. 5. Jornaleros; los que trabajan por día. ME LEVANTARE E IRE A MI PADRE —No quiero—dijo Eduardo con la cara encendida y la mano derecha fuertemente cerrada. —¿No quieres pedirme perdón, Eduardo? —No—contestó el muchacho con enojo. —Ve, pues, a tu cuarto, y quédate allí hasta que quieras humillarte. Llegado a su cuarto, Eduardo se echó en el suelo en un paroxismo de rabia. Había subido las escaleras con mucho ruido, cerrado la puerta con estrépito y fuera de la vista de su padre dió rienda suelta a su disgusto con voces y gritos. Cuando desahogó su mal genio se sentó al lado del balcón, con las cejas fruncidas y las mejillas encendidas. Allá fuera, sobre el césped jugueteaba su perrito blanco, regalo de su papá. —Te dió ese perrito—le murmuró una voz interior cuando lo vió. Más a lo lejos estaba paciendo una jaquita. —Regalo de tu padre—repitió la vocecita. Eduardo se volvió con impaciencia. En seguida sonó la campanilla avisando la hora de la comida. Eduardo sacó su reloj para ver la hora. —¿Quién te dió ese reloj?—le preguntó la voz interior. De repente se le presentó un cuadro: Un cuarto a media luz y un muchacho gravemente enfermo. A su lado un hombre de rostro amoroso arreglando las almohadas, limpiando la cara del enfermo, abanicando las mejillas febriles de] paciente. Largas veladas, un cuidado incansable y una noche, el hombre arrodillado al lado de la cama del enfermo rogando y suplicando con lágrimas que le fuese concedida la vida de su hijo. Lo ve claramente y con un repentino arrebato de arrepentimiento se levantó, diciendo:—Me levantaré e iré a mi padre y le pediré que me perdone. Y bajó, y pidió perdón a su padre, quien aún antes de llegar el muchacho, conmovido le extendió los brazos.