626 : . LA voz.. después de haberle ofendido: én qué consiste nuestra felicidad eterna. y ademas tener ideas esactas siquiera de dos deberes mas comunes que tenemos para con nosotros y nuestros semejantes. Y bien: ¿creen de buena fé los incrédulos que la razon es bastante ilustrada y vigorosa en todos los hombres, para poder decidir con rectitud sobre unos puntos tan difíciles como importantes? Aun cuando algunos ingenios privilegiados y cultivados fuesen capaces de hallar con solas Sus luces la solución de estos problemas, ¿no será necesario que el cormin de, los hombres se conduzca en tan arduo negocio mas por la autoridad que por el testimonio de sus propias ideas? '1^ desechando el medio tail fácil y espedito á todos de la revelación, ¿sobre qué autoridad se fundará la creencia de esta porción tan numerosa del género humano? ¿Se fundará sobre la autoridad de los filósofos? Eso seria muy del gusto de los incrédulos: ellos quisieran que las lecciones, de la filosofía sustituyesen á la divina enseñanza de la Religión, y pretenden, nada menos que establecer su autoridad en lugar de la del mismo Dios. ¿Pero quién les ha dado á los filósofos los títulos y credenciales necesarios para qtie puedan ser tenidos por maestros del género humano y oráculos de ía Divinidad? ¿Quién les ha concedido el privilegio de infalibilidad sobre el resto de los hombres? ¿Dónde está la unidad de principios, la conecsion de doctrinas y demas garantías de verdad que arrebatan nuestro asenso? ¿A quiénes habrá de creer el vulgo, á los escépticos ó á los dogmáticos? ¿A los epicúreos ó á los platónicos? ¿A Zenon ó á Aristóteles? Desengáñense los naturalistas: el hombre necesita sobre estas materias dogmas positivos^ y los filósofos nunca le han dado sino opiniones aventuradas y disputas estrepitosas, aun sobre las verdades que el pueblo conoce por señtimíento é instinto. Ésta'es una de fas causas porque la filosofía feola jamas ha logrado hacer popular ninguna verdad religiosa: solo lia sido poderosa para disolver las creencias sociales, propagando objeciones y dudas contra las verdades y opiniones generalmente recibidas. Por mas qtie nos ensalce sus títulos de gloria y pondere los beneficios por elln dispensados á la humanidad, no podrá mostrar en sus anales alguna conquista importante sobre los errores y vicios, alguna revolución religiosa obrada por sus doctrinas en algún pueblo cíe la tierra, como la que el cristianismo ha obrado tan felizmente én toda ella» Platon con todo su ascendiente no pudo empeñar á una sola aldea, de la Grecia á que siguiera sus mácsimas. Los demas filósofos sólo pudieron inspirarlas á un corto número de discípulos, y finalmente, ni aun creyeron digno dé sus. lecciones al vulgo profano. Estaba reservado á Jesucristo ser maestro univer-