■ ■ _____RROKNKRACION Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano. PROGRAMA DEL PARTIDO L1DERAL « Y Manifiesto a la Nación. Alexicanos: La Junta Organizadora del Partido Liberal Mexicano en nombre del Partido que representa, proclama solemnemente el siguiente !>Ek PARTIDO LIBERAL. EXPOSICION desde luego legal y pacíficamente, sin las convulsiones que de otra manera pudieran registrarse. El servicio militar obligatorio es una tiranía de ¡as más odiosas, incompatible con los derechos del ciudadano de un país libre. Esa tiranía se suprime, y en lo futuro, cuando el Go bierno Nacional no necesite, como la actual Dictadura, tantas bayonetas que lo sostengan, serán libres todos ios que hoy desempéñen por la fuerza el servicio de las armas, y sólo permanecerán en el Ejército los que así lo quieran. El Ejército futuro debe ser de ciudadanos, no de forzados, y para que la Nación encuentre soldados voluntarios que la sirvan, deberá ofrecerles una paga decente y deberá suprimir de la Ordenanza Militar esa dureza, ese rigor brutal que estruja y ofende la dignidad humana. Las manifestaciones del pensamiento deben ser sagradas para un Gobierno liberal de verdad; la libertad de palabra y de prensa no deben tener restricciones que hagan inviolable al Gobierno en ciertos casos y que permitan á los funcionarios ser indignos y corrompidos fuera de la vida pública. El orden público tiene que ser inalterable bajo un buen Gobierno, y no habrá periodista que quiera y mucho menos que pueda turbarlo sin motivo, y en cuanto á H vida privada no tiene por qué respetarse cuando se relaciona con hechos que caen bajo el dominio público. Para los calumniadores, chantajistas y o-tros picaros que abusen de estas libertades, no faltarán severos castigos. No se puede, sin faltar á la Igualdad democrática, establecer tribunales especiales para juzgar los delitos de imprenta. Abolir por una parte el fuero militar y establecer por otra el periodístico, será obrar, no democrática, sino caprichosamente. Establecidas amplias libertades para la prensa y la palabra, no cabe ya distinguir y favorecer á los delincuentes de este orden, los que, por lo demás, no serán muchos. Bajo los Gobiernos populares, no hay delitos de imprenta. La supresión de los Tribunales Militares es una medida de equidad. Cuando r * e * * ' soldado un ente sin derechos, y mantenerlo en una férrea servidumbre, pueden i _____ 7_2_____2-_ con su severidad exagerada, con su dureza implacable, con sus tremendos castigos p ro cuandc Todo Partido político que lucha por alcanzar influencia efectiva en la dirección de los negocios públicos de su país, está obligado á declarar ante el pueblo, en forma clara y precisa, cuáles son los ideales por que lucha y cuál el programa que se propone llevar á la práctica, en caso de ser favorecido por la victoria. Este deber puede considerarse hasta como conveniencia para los partidos honrados, pues siendo sus propósitos justos y benéficos, se atraerán indudablemente las simpatías de muchos ciudadanos que, para sostenerlos, se adherirán al Partido que en tales propósitos se Inspira. El Partido Liberal, dispersado por las persecuciones de la Dictadura, débil, casi agonizante por mucho tiempo, ha logrado rehacerse, y hoy rápidamente se reorganiza. El Partido Liberal lucna contra el despotismo reinante hoy en nuestra Patria, y seguro como está de triunfar al fin sobre la Dictadura, considera que ya es tiempo de declarar solemnemente ante el pueblo mexicano cuáles son, concretamente, los anhelos que se propone realizar cuando logre obtener la influencia que se pretende en la orientación de los destinos nacionales. En consecuencia, el Partido Liberal declara que sus aspiraciones son las que constan en el presente Programa, cuya realización es estrictamente obli-gatorla para el Gobierno que se esta-lezca á la caída de la Dictadura, siendo también estricta obligación de los miembros del Partido Liberal, velar por el cumplimiento de e*te Programa. En los puntos del Programa, no consta sino aquello que para ponerse en práctica amerita reformas en nuestra Legislación ó medidas efectivas del Gobierno. Lo que no es más que un principio, lo que no puede decretarse, sino (¡ue debe estar siempre en lacón-ciencia de los hombree liberales, no figura en el Programa, porqne no hay objeto para ello. Por ejemplo, siendo rudimentarios principios del liberalismo que el Gobierno deba sujetarse al cumplimiento de la ley é inspirar todos sus actos en el bien del pueblo, se sobreentiende que todo funcionario liberal ajustará su conducta á este principio. Si el funcionario no es hombre de conciencia ni siente respeto por la ley, la violará, aunque en el Programa del Partido Liberal se ponga una cláusula que prevenga desem-Ceñar con honradez los puestos pú-licoe. No se puede decretar que el Gobierno sea honrado y justo: tal cosa saldría sobrando cuando todo el conjunto de la* leye*, al definir la* a-tribucione* del Gobierno, le señalan con bastante claridad el camino de la honradez; pero para conseguir que el Gobierno no te aparte de ese camino, como muchos lo han hecho, sólo hay Ma de Justicia. Sólo en tiem'po de gue-un medio: la vigilancia del pueblo so- se quiere oprimir, hacer dei ser útiles estos Tribunales severidad exagerada, con su .________________________ ‘ i •ara la más ligera falta. Pe--o se quiere que el militar tenga las mismas libertades y derechos que los demás ciudadanos, cuando se quita á la disciplina ese rigor brutal que esclaviza á los hombres, cuando *e quiere dignificar al soldado y A la vez robustecer el prestigio de la autoridad civil, no deben dejarse subsistentes los Tribunales Militares que han sido, por lo general, más instrumentos de opresión que garan-rra, pór lo muy especial y grave de las circunstancias, puede autorizarse el funcionamiento de esos Tribunales. Respecto á los otros puntos, sobre un medio: la vigilancia del pueblo sobre sus mandatarios,denunciando sus malos actos y exigiéndoles la más es- i trecha responsabilidad por cualquier la pena de muerte y Ja * responsabilidad de loa funcionarios, sería ocioso í i * A •• —. — X — —e— * i** falta en el cumplimiento de sur deberes. Los ciudadanos deben comprender que las simples declaraciones de principios, por muy altos que estos sean, no bastan para formar buenos Gobiernos y evitar tiranías; lo principal es la acción del pueblo, el ejer- I La instrucción de la niñez debe reciclo del civismo, la intervención de clamar muy especialmente los cuida-todos en la cosa pública. .. dos de un Gobierno que verdadera- Antes que declarar en este Progra- mente anhele el engrandecimiento de ma que el Gobierno será honrado, que la Patria. ~ se. inspirará en el bien público, que impartirá completa justicia, etc., etc., es preferible imponerá los liberal*?* la obligación de velar por el cumplimiento del Programa, para que así recuerden continuamente que no deben fiar demasiado en ningún Gobierno, por ejemplar qne parezca, sino que deben vigilarlo para que llene sus deberes. Esta es la única manera de e-vitar tiranías en lo futuro y de asegurarse el pueblo el goce y aumento de los beneficios que conquiste. Los puntos de este Programa no son ni pueden ser otra cosa que bases generales para la implantación de un sistema de gobierno verdaderamente democrático." Son la condensación de las principales aspiraciones del pueblo y responden á las más gravee y urgentes necesidades de la Patria. Ha sido preciso limitarse á puntos generales y evitar todo detalle, para no baoer difuso el Programa ni darle dimensiones exageradas; pero loque en él consta, basta, sin embargo, para dar á conocer con toda claridad lo que se propone el Partido Liberal y lo que realizará tan pronto como, con la a-yuda del pueblo mexicano, logre triunfar definitivamente sobre la Dictadura, demostrar su conveniencia, que salta La instrucción de la niñez debe re- enpeciaimente lo* cuidados de un Gobierno que verdadera- Desde el momento que se consideran ilegales todas las reformas hechas á la Constitución de 57 por el Gobierno de PcrOrio Díaz, podría parecer innecesario declararen el Programa la reducción del período presidencial á cuatro años y la no-reelección. Sin embargo, son tan importantes esto* puntos, y fueron propuestos con tal unanimidad y empeño, que se ha considerado oportuno hacerlos constar expresamente en el Programa. Las ventajas de la alternabilidad en el poder y las de no entregar éste á un hombre por un tiempo demasiado largo, no necesitan demostrarse. La VI-oepresidencia, con las modifioaciones que expresa el art. 3, es de notoria utilidad, pues con ella, las faltas del Presidente de la República se cubren ■ Eq Ja escuela primaria está la profunda ba^e de la grandeza de los pueblo*, y puede decirse que las majorrs Instituciones poco valen y están en peligro de perderse, si al lado de ellas no existen múltiples y bien a* tendidas escuelas en que se formen loe ciudadano-? que en lo futuro deban velar por esas instituciones. Si queremos que nuestros hijos guarden incólumes las conquistas que hoy para ellos hagamos, procuremos ilustrarlos, y educarlos en el civismo y el amor á toda* la* libertades. Al suprimirse las escuelas del Clero, se impone imprescindiblemente para el Gobierno, la obligación de suplirlas sin tardanza, para que la proporción de escuela* existentes no disminuya y los clericales no puedan hacer cargos de que se ha perjudicado la instrucción. La necesidad de crear nueva* escuelas, hasta dotar al país con toda* la* que reclame su población escolar, la reconocerá á primera vista todo el que no sea un enemigo del progreso. Para lograr que la instrucción laica se imparta en todas las escuelas, sin ninguna excepción conviene reforzar la obligación de la* escuelas particulares de ajustar estrictamente su* programas á lo* oficiales, estableciendo responsabilidades y pena* para los maestros que falten á este deber. Por mucho tiempo, la noble profesión del magisterio ha sido de las más despreciadas, y esto solamente porque es de las peor pagadas. Nadie uesconoce el mérito de esta profesión, nadie deja de designarla con lo* má? honrosos epítetos; pero al mismo tiempo, nadie respeta de verdad ni guarda atención á los pobres maestros que, por lo mezquino de sus sue), dos. tienen que vivir en lamentables condiciones de inferioridad social. El porvenir que *e ofrece á Ja juventud que abraza el magisterio, la compensación que se brinda á los que llamamos abnegados apóstoles de la enseñanza, no e* otra cosa que una mal disfrazada miseria. Esto es injusto. Debe pagarse á loe maestros buenos flueldos, como lo merece su labor; debe dignificarse el profesorado, procurando á sus miembros el medio de vivir decentemente. El enseñar rudimentos de artes y o-flcios en las escuelas, acostumbra al niño á ver con naturalidad el trabajo manual, despierta en él afición á dicho trabajo, y lo prepara, desarrollando sus aptitudes, para adoptar más tarde un oficio, mejor que emplear largos años en la conquista de un título. Hay que combatir desde la escuela ese desprecio aristocrático hacia el trabajo manual, que una educación viciosa ha imbuíuo á nuestra juventud; hay que formar trabajadores. factores de producción efectiva y útil, mejor que señores de pluma y de bufete. En cuanto á la instrucción militar en las escuela?, se hace conveniente para poner á los ciudadanos en aptitud de prestar sus servicios en la Guardia Nacional, en Ja que sólo perfeccionarán sus conocimientos militares. Teniendo todos los ciudadano? estos conocimientos, podrán defender á la Patria cuando sea preciso y harán imposible el predominio de los soldados de profesión, es decir, del milita rismo. La preferencia que se debe prestar á la instrucción cívica, no necesita demostrarse. Es inútil declarar en el Programa que debe darse preferencia al mexicano sobre el extranjero, en igualdad de circunstancias, pues esto está ya consignado en nuestra Constitución. Como medida eficaz para evitar la preponderancia extranjera y garantizar la integridad de nuestro territorio, nada parece tan conveniente como declarar ciudadanos mexicanos á los ex tranjeros que adquieran bienes raíces. La prohibición de la inmigración china* es, ante todo, una medida de protección á los trabajadores de otras nacionalidades, principalmente á loa mexicanos. El chino, dispuesto por lo general á trabajar con el más baj^ salario, sumiso, u.ezquino en aspira dones, es un gran obstáculo para la osperidad de otros trabajadores. u competencia es funesta, y hay que evitarla en México. En general, la inmigración china no produce á México el menor beneficio. El Clero Católico, saliéndose de los límite» de su misión religiosa, ha pretendido siempre erigirse en un poder político, v ha causado grandes malee á la Patria, ya como dominador del Estado con los Gobiernos conservadores, ó ya como rebelde contra loe gobiernos liberales. Esta actitud del Clero, inspirada en su odio salvaje á las instituciones democráticas, provoca una actitud equivalente por parte de loe gobiernos honrados que no se avienen ni á permitir la invasión religioea en las esferas del poder civil, ni á tolerar pacientemente las continuas rebeldías del clericalismo. Observara el Clero de México la conducta que sus iguales observan en otros países—por ejemplo, en Inglaterra y loe Estados Unidos—; renunciaba á sus pretensiones de gobernar al paí-»; dejara de sembrar odios contra las instituciones y autoridades liberales; procurara hacer de los católicos buenos ciudadanosy no disidentes ó traidores; resignárase á aceptar la separación del Estado y de la Iglesia, en vez de seguir soñando con el dominio de la Iglesia sobre el Estado; abando nara, en suma, ia política y se consagrara sencillamente á la j-eligión; observara el clero f sta conducta, de-olmos, y de seguro que ningún Gobierno se ocuparía de molestarlo ni se tomaría el trabajo de estarlo vigilando para aplicarle ciertas leyes. Si loe gobierno» democráticos adoptan medí* das restrictivas para el Clero, no es por el gueto de hacer decretos ni por ciega persecución, sino por ia más estricta necesidad. La actitud agresiva del Clero ante el Estado liberal, obliga al Estado á hacerse respetar enérgicamente. Si el Clero en México, como en otros países, se mantuviera siempre dentro de la esfera religiosa, no lo afectarían los cambios políticos; pero estando, como lo está, á la cabeza de un partido militante—el conserva-dor-xtiene que resignarse á sufrir las consecuencias de su conducta. Donde la Iglesia es neutral en política, es intocable para cualquier gobierno; en México, donde conspira sin tregua, a-liándose á todos los despotismos y siendo capaz hasta de la traición á la Patria para llegar al poder, debe darse por satisfecha con que los liberales, cuando triunfen sobré ella y sus aliado*, sólo impongan algunas restricciones á sus abusos. Nadie ignora que el Clero tiene muy buenas entradas de dinero, el que no siempre es obtenido con limpios procedimientos. Se conocen numerosos casos de gentes tan ignorantes como pobres que dan dineroá la Iglesia con inauditos sacrificios, obligados por sacerdote» implacables que exigen altos precios por un bautUmo, un matrimonio, etc., amenazando á lo* creyentes con el infierno «i no se procuran e*os sacramentos al precio señalado. Eu ios templos se venden á precios excesivos, libros ó folletos de oraciones, estampas y hasta cintas y es-tambritos sin ningún valor. Para mil co*as se piden limosnas, y espoleando el fanatismo, se logra arrancar dinero hasta de gentes que disputarían un centavo si no creyeran que con él compran la gloria. Be ve en todo esto un lucro exagerado á costa de la Ig- norancia humana, y es muy justo que el Estado, que cobra impuestos sobre todo lucro ó negocio, los cobre también sobre éste, que no es por cierto de los más honrados. Es público y notorio que el Clero, para burlar las Leyes de Roforma, ha puesto sus bienes á nombre de algunos testaferros. De hecho, el Clero sigue poseyendo los bienes que la ley prohíbe poseer. Es pues, preciso, poner fin á esa burla y nacionalizar esos bienes. Las penas que las Leyes de Reforma señalan para sus infractores, son leves, y no inspiran temor al Clero. Los sacerdotes pueden pagar tranquilamente una pequeña multa, por darse el gusto de infringir esas Leyes. Por tanto, se hace necesario para pre • venir las infracciones, señalar penas que impongan respeto á los eclesiásticos atrevidos. La supresión de las escuelas del Clero, es una medida que producirá al país incalculables beneficios. Supri-mir la escuela clerical es acabar con el foco de las divisiones y los odios éntrelos hijos de México; es cimentar sobre la más sólida base, para un futuro próximo, la completa fraternidad de ia gran familia mexicana. La escuela clerical, que educa á la niñez en el más intolerante fanatismo, que la atiborra de prejuicios y de dogmas caprichosos que le inculca el aborre cimiento A nuestras más preclaras glorias nacionales y le hace ver como enemigos á todos los que no son siervos de la Iglesia, es el gran obstáculo para que la democracia impere serenamente en nuestra Patria y para que entre todos los mexicanos reine esa armonía, esa comunidad de sentimientos y aspiraciones, que es el alma de las nacionalidades robustas y adelantadas. La escuela laica, que carece de todos estos vicios, que se inspira en un elevado patriotismo, a-jeno á mezquindades religiosas, que tiene por lema la verdad, es la única que puede hacer de los mexicanos el pueblo ilustrado, fraternal y fuerte de mañana, pero su éxito no será completo mientra* que al lado de la Juventud emancipada y patriota, sigan arrojando las escuelas clericales otra juventud que, deformada intelectualmente por torpes enseñanzas, venga á mantener encendidas viejas discordias enmedio del engrandecimiento nacional. La supresión de las escuelas del Clero, acaba de un golpe con lo que ha sido siempre el germen de amargas divisiones entre los mexicanos y asegura definitivamente el imperio de la democracia en nuestro país, con sus naturales consecuencias de progreso, paz y fraternidad. Un Gobierno que se preocupe por el bien efectivo de todo el pueblo, no puede permanecer indiferente ante la importantísima cuestión del trabajo. Gracias á la Dictadura de Porfirio Líaz, que pone el poder al servicio de todos ios explotadores del pueblo, el trabajador mexicano ha sido reducido á la condición más miserable: en donde quiera que presta su* servicios, es obligado á desempeñar una dura labor de mucha* horas por un jornal de unos cuantos centavos. El capitalista soberano impone sin apelación las condiciones del trabajo, que siempre son desastrosa* para el obrero, y éste tiene que aceptarlas por dos razones: porque Ja miseria lo hace trabajar á cualquier precio ó porque, sise rebela contra el abuso del rico, las bayonetas de ia Dictadura se encargan de someterlo. Así es Como el trabajador mexicano acepta labores de doce ó más horas diarias por salarios menores de setenta y cinco centavos, teniendo que tolerar que los patronos le descuenten todavía de su infeliz jornal diversa^ cantidades para médico, cuko católico, fiestas religiosa* ó cívicas y otras cosas, aparte de las multas que con cualquier pretexto se le imponen. En más deplorable situación que el trabajador industrial, se encuentra el jornalero de campo, verdadero siervo de los modernos señores feudales. Por lo general, estos trabajadores tienen asignado un Jornal de veinticinco centavo* ó menos, pero ni siquiera este menguado salario perciben en efectivo. Como los amos han tenido el cuidado de echar sobre sus peones una deuda más ó menos nebulosa, recogen lo que ganan esos desdichados á título de abono, y sólo para que no se mueran de hambre les proporcionan algo de maíz y frijol y algunaotra cosa que les sirva de alimento. De hecho, y por lo general, el trabajador mexicano nada gana; desempeñando rudas y prolongadas labores a-pena* obtiene lo muy estrictamente preciso para no morir de hambre. Esto no sólo es injusto: es inhumano, y reclama un eficaz correctivo. El tra bajador no es ni debe ser en las sociedades una bestia mascilenta, condenada á trabajar hasta el agotamiento sin recompensa alguna; el trabajador fabrica oon sus manos cuanto existe para beneficio de todos, es el productor de toda* las riquezas y debe tener los medios para disfrutar de todo aquello de que los demás disfrutan. Ahora le faltan los dos elementos necesarios: tiempo y dinero, y es justo proporcionárselos, aunque sea en pequeña escala. Ya que ni ia piedad ni la justicia tocan el corazón encallecido de lo* 2ue explotan al pueblo, condenándolo extenuarse en el trabajo, sin salir de la miseria, sin tener una distracción ni an goce, se hace necesario que el pueblo mismo, por medio de mandatarios demócratas, realice su propio bien, obligando al capital inconmovible á obrar con menos avaricia y con mayor equidad. Una labor máxima de ocho horas y un salario mínimo de $1.00, es lo me-nes que puede pretenderse para que el trabajador esté siquiera á salvo de la miseria, para qne ia fatiga no lo a-gote, y para que le quede tiempo y humor de procurarse instrucción y distracción después de su trabajo. Seguramente que el ideal de un hombre no debe ser ganar un peso por día, eso se comprende; y la legislación que señale tal salario mínimo no pretenderá haber conducido al obrero á la meta de la felicidad. Pero no es eso de lo que se trata. A esa meta debe llegar ej obrero por su propio esfuerzo y su exclusiva aspiración, luchando contra el capital en el campo libre de la democracia. Lo que ahora se pretende es cortar de raíz los abusos de que ha venido siendo víctima el trabajador y ponerlo en condiciones de luchar contra el Capital sin que su posición sea en absoluto desventajosa. 81 se dejara al obrero en las condiciones en que hoy está, difícilmente lograría mejorar, pues la negra miseria en que vive continuaría obligándolo á aceptar todas las condiciones del explotador. En cambio, garantizándole menos horas de trabajo y un salario superior al que hoy gana la generalidad, se le aligera el yugo y se le pone en aptitud de luchar por mejores conquistas, de unirse y organizarse y for talecerse para arrancar al capital nuevas y mejores concesiones. La reglamentación del servicio doméstico y del trabajo á domicilio se hace necesaria, pues á labores tan especiales como estas es difícil aplicarles el término general del máximum de trabajo y el mínimum de salario que resulta sencillo para las demás la* bores. Indudablemente, deberá procurarse que los afectados por esta reglamentación, obtengan garantías e-quivslentes á las de los demás trabajadores. El establecimiento de ocho horas de trabajo, es un beneficio para la totalidad de los trabajadores, aplicable generalmente, sin necesidad de modificaciones para casos determinados. No sucede lo mismo con el salario mínimo de $1.00, y sobre esto hay que hacer una advertencia en extremo importante. Las condiciones de vida no son iguales en toda la República: hay regiones en México en que la vida re-su ta mucho más cara que en el resto del país. En esas regiones los jornales son más altos, pero á pesar de eso el trabajador sufre allí tanta miseria como la que sufren con más bajos salarios los trabajadores en loa puntos donde es más barata la existencia. Los salarios varían, pero la condición del obrero es la misma: en todas partes no gana, de hecho, sino lo preciso para no morir de hambre. Un jornal de más de $1.00 en Mérida como de 50 centavos en San Luis Potosí, mantiene al trabajador en el mismo estada de miseria, porque la vida es doble mente ó más cara en el primer punto que en el segundo. Por tanto, el se aplica con absoluta generalidad el sa* lario mínimo de $1.00, no sé logrará como se pretende, arrancar de la mi seria á todo* loe trabajadores, sino so* lamente á algunos. Los que viven en regiones donde el costo de la vida es excesivo, y que ya hoy perciben jor* nales de más de SI.00 que no loe salvan de la miseria, continuarían en la misma desastrosa condición en que ahora se encuentran, sin obtener con la ley de que hablamos el más insignificante beneficio. Es, pues, preciso prevenir tal Injusticia, y al formularse detalladamente la ley del trabajo, deberán expresarse las excepciones para la aplicación del salario mínimo de $1.00, estableciendo para aquellas regiones en que la vida es más cara, y en que ahora ya se gana ese jornal, un salarlo mayor de $1.00. Debe procurarse que todos los trabajadores obtengan en igual proporción ios beneficios de esta ley. Loe demás puntos que se proponen para la legislación sobra el trabajo, son de necesidad y justicia patentes. La higiene en fábricas, talleres, alojamientos y otros lugares en que dependientes y obreros deban estar por largo tiempo; las garantías A la vida dei trabajador^ ia prohibición del trabajo infantil; el descanso dominical; la indemnización por accidentes y la pensión á obreros que han agotado sus energías en el trabajo; la prohibición de multas y descuentos; la o-bligación de pagar con dinero efectivo; la anulación de la deuda de los jornaleros; las medidas para evitar abusos en el trabajo á destajo, y las de protección á loe medleros; todo esto lo reclaman de tal manera las tristes condiciones del trabajo en nuestra Patria, que su conveniencia no necesita demostrarse con ninguna consideración. La obligación que se impone á los propietarios urbanos de indemnizar á los arrendatarios que dejen mejoras en sus casas ó campos es de gran utilidad pública. De este modo, los propietarios sórdidos que jamás hacen reparaciones en las pocilgas que rentan, serán obligados á mejorar sus posesiones con ventaja para el público. En general, no es justo que un pobre mejore ia propiedad de un rico, sin recibir ninguna compensación, y sólo para beneficio del rico. La aplicación práctica de ésta y de la siguiente parte del Programa Liberal, que tienden á mejorar la situación económica de la clase más numerosa del paí?, encierra la base de una verdadera prosperidad nacional. Es axiomático que los pueblos no son próspe-roH sino cuando la generalidad de los ciudadano* disfrutan de particular y siquiera relativa prosperidad. Unos cuantos millonarios, acaparando toda la riqueza y siendo los únicos satisfechos entre millones de hambrientos, no hacen el bienestar general sino la miseria pública, como lo vemos en México. En cambio el país donde todos ó los más pueden satisfacer cómodamente su* necesidades, será próspero con millonarios ó sin ellos. El mejoramiento de las condiciones del trabajo, por una parte, y por otra, la equitativa distribución de las tierras, con las facilidades de cultivarlas y aprovecharlas sin restricciones, producirán inapreciables ventajas á la nación. No sólo salvarán de la miseria y procurarán cierta comodidad á las clases que directamente reciben el beneficio, sino que impulsarán notablemente el desarrollo de nuestra a-gricultura, de nuestra industria, de todas las fuentes de la pública riqueza, hoy estancadas por la miseria general, En efecto; cuando el pueblo es demasiado pobre, cuando sus recursos apenas le alcanzan para mal comer, consume sólo artículos de primera necesidad, y aún estos en pequeña escala. ¿Cómo se han de establecer industria*, cómo se han de producir telas ó mueble* ó cosas por el estilo en un psís en que la mayoría de la gente no puede procurarse ningunas comodidades? ¿Oómo no ha de ser raquítica la producción donde el consumo es pequeño? ¿Qué Impulso han de recibir las industrias donde sus productos sólo encuentran un reducido número de compradores, porque la mayoría de la población se compone de hambrientos? Pero si estos hambrientos dejan de serlo; si llegan á estar en condiciones de satisfacer sus necesidades normales; en una palabra, si su trabajo les es bien ó siquiera regularmente pagado, consumirán infinidad de artículos de que hoy están privados, y harán necesaria una gran producción deeeoe artículos. Cuando los millones de parias que hoy vegetan en el hambre y la desnudez,"coman menos mal, usen ropa y calzado y dejen de tener un petate por todo ajuar, la demanda de mil géneros y onjetos que hoy es insignificante, aumentará en proporciones colosales, y la industria la agricultura, el comercio, todo, será materialmente empujado á desarrollarse en una escala que jamás alcanzaría mientras subsistieran las actuales condiciones de miseria general. La falta de escrúpulos de la actual Dictadura para apropiarse y distribuir entre sus favoritos ajenas heredades, la desatentada rapacidad de loe actuales funcionarios para adueñarse de lo que á otros pertenece, ha tenido por consecuencia qne unos cuantos a fort uñad oh sean los acaparadores de la tierra, mientras infinidad de honrados ciudadanos lamentan en la miseria la pérdida de sus propiedades. La riqueza pública nada se ha beneficiado y sí ha perdido mucho con estos odiosos monopolios. El acaparadores un todopoderoso que impone la esclavitud y explota horriblemente al jorn¿tlero y mediero; no se preocupa ni de cultivar todo el terreno que posee ni de emplear buenos métodos de cultivo, pues sabe que esto no le hace falta para enriquecerse; tiene bastante con la natural multiplicación de sus ganados y con lo que le produce la parte de sus tierras que cultivan sus jorna’eros y tnedieros, casi gratuitamente. Si esto se perpetúa ¿cuándo se mejorará la situación de la gente de campo y se desarrollará nuestra agricultura? Para lograr estos dos objetos no hay más que aplicar por una parte la ley del jornal mínimo y el trabajo máximo^ por otra la obligación del térra-teniente de hacer productivos todos huh ’ errenoH. so pena de perderlos. De aquí resultará irremediablemente que, ó el poseedor de Inmensos terre-nqn se decide á cultivarlos y ocupa miles de trabajadores y contribnVe poderosamente á la producción, ó a-bandona su* tierras ó parte de ellas para que el Estado las adjudique á o-tros que las hagan producir y se aprovechen de sus productos. De todos mo* dos, se obtienen los dos grandes resultados que se pretenden; Primero el de proporcionar trabajo, con la compensación respectiva, á numero, sas personas, y segundo, el de estimular la producción agrícola. Esto último, no sólo aumenta el volumen de la riqueza general, sino que influye en el abaratamiento de los productos de la tierra. Esta medida no causara el empo-nrecimiento de ninguno v sí evitará el de mucho*. A lo* actuales poseedores de tierras le* queda el derecho de aprovecharse de los productos de ellas, que siempre son superiores á loe gastos de cultivo; es decir, pueden hasta seguir enriqueciéndose. No se Ií r van á quitar las tierras que les producen beneficio», las que cultivan, aprovechan en pastos para ganado, etc., sino sólo las tierras improductivas, las que ellos mismos dejan abandonadas v que, de hecho, no les reportan ningún beneficio. Y estas tierras despreciadas, quizá por inútiles, auí resultará irremediable o el poseedor de inmensos terre-