EL MARANA
ARENGA....
Sigue en la página 2 su albedrío salvaje y su indómita bestialidad.
Por eso, el único camino salvador es restaurar la ley derogada. Solamente así podremos responder con realidades a aquellas esperanzas que don Ponciano Arriaga externaba en 1857, con estas palabras apostólicas: “Algún día llegarán al poder hombres de honor, de moralidad y de virtud; algún día serán cumplidas las promesas y respetados los juramentos; algún día las ideas serán hechos y la Constitución será una verdad.”
A nosotros ha tocado presenciar el cumplimiento de la profecía de Arriaga: la constitución que
pareció haber nacido muerta, después de sesenta años de vida ar
tificial, empieza a tener palpitaciones propias. No advertimos que ■ vivía sino hasta que se la quiso matar. Aquel trono seco, traído por
los hombres de 1857, de tierras maléfico cubrió de cieno el regato fértiles para la libertad y planta- ¡ trasparente; pero éste hizo flore-do en nuestros campos áridos, es-; cer la vida sobre la podredumbre, tá cubriéndose de brotes que anuo- i y forjó para sus impurezas una co-
cían un glorioso despertar: acuda-: raZa perfumada, de nenúfares y limos al árbol bendito y formemos; rios. Ante el nuevo fracaso, el ge-
con sus alegres renueves las es-1 n¡0 del mal hizo pasar por el arro-carapelas de nuestros gorros fri7! y0 un estío calcinante que le secó
gios. Hace más de un siglo que el ias aguas; mas éstas, convertidas
pueblo francés, conducido por Desmoulins, cortó ramas fragantes de otro árbol simbólico y fue con ellas, al asalto del último reducto de la tiranía!
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Prosigamos pues en nuestra obra: hoy es de propaganda y de lucha; mañana será de reconstrucción. Si la sociedad mexicana no sacudió sus inercias en 1919, las sacudirá en los días que se avecinan. El vicio es cobarde y sus éxi
tos son pasajeros. En cambio, cuando la virtud no se arredra tiene ímpetus incontenibles. Hay que colocar, pues, en frente de cada orgía un altar; delante de cada asesinato, una epopeya; al lado de cada felonía, un heroísmo; encima de cada crimen, un holocausto’
Cumplamos nuestro destino hasta el fin y nadie podrá disputarnos el triunfo. Nuestra tenacidad victoriosa, ante el infortunio me recuerda una bella poesía oriental que pinta gráficamente nuestro destierro. Erase un arroyuelo que cantaba al caer de roca en roca, que regaba los prados que iba cruzando y que terminaba su carrera ofreciendo el tributo de su linfa al mar, y érase también un genio maléfico que se propuso detener aquella obra bienhechora. Prime
ro hizo que temblase la tierra para obstruir el camino del arroyo;
pero éste, al ver los obstáculos de la senda vieja, buscó otra ruta y reanudó pronto su carrera musical interrumpida. Entonces el genio
en nubes, se dedicaron a decorar crepúsculos, a verter lluvias sobre los campos y rocío sobre las flores. Desesperado el genio maléfico de no poder hacer un mal irreparable, arrojó un invierno crudo sobre la fuente cristalina, y al ver al pobre arroyo inmóvil, le dijo con infernal satisfacción: Ya ves cómo al fin he apagado tus murmuraciones y he impedido que riegues los campos, y he parado tu carrera y he suspendido la ofrenda que ha-
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cías al mar?” Y el arroyo le con- ■ testó con la alegría que desbordan siempre el deber cumplido y la bondad realizada: “ciertamente, me has impedido que haga esas cosas gratas, pero en cambio, hoy ; puedo reflejar mejor que nunca la; bóbeda del firmamento.”
Esta fantasía árabe, señoras y señores, es el mejor símbolo de nuestro destierro. Estíos candentes, terremotos, cieno..todo ha
sido impotente para detener nuestra obra. Y cuando el invierno implacable ha podido acallar' nuestros cantos y suspendido nuestra carrera, no ha logrado impedir que en nuestras almas congeladas por el dolor, se siga reflejando el cielo de la Patria!
Nemesio García Naranjo.
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