Lección XIII. HERALDOS DEL REY Marzo 27 de 1932. BOSQUEJO DE LA LECCION LALE¡CCION que hoy estudiamos, queridos niños, nos habla acerca de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La resurrección de nuestro Salvador es una garantía de que él tiene poder sobre la muerte, y de que todos aquellos que en él confían, serán también resucitados en el día postrero. 1. La Tumba Vacía. , María Magdalena, fué una de las piadosas mujeres que permaneció junto a a cruz, mientras que nuestro Señor sufría los dolores de la muerte. Pasado el sábado, corrió al sepulcro en las primeras horas de la manana, con el fin de preparar el cuerpo del Señor con drogas aromáticas. Cuando llegó ¿cuál no sería su sorpresa al encontrarlo vacío? Inmediatamente se devolvió para dar la noticia a los discípulos. Pedro y Juan se fueron corriendo y aunque Juan llegó primero no entró al sepulcro, sino que hasta que Pedro llegó y entró y vió los lienzos y el sudario que había sido puesto sobre su cabeza puestos cuidadosamente en un lugar aparte. Convencidos de que la tumba estaba vacía se volvieron a los suyos. 2. El Señor Resucitado y María. María se volvió tras los apóstoles y aunque éstos se regresaron ella permaneció llorando junto al sepulcro. En medio de su dolor quizo aún convencerse más de que su Señor había sido robado de la tumba y bajóse a mirar y ¿saben lo que vió allí, amados míos? A dos ángeles con vestiduras resplandecientes, uno sentado a la cabecera y otro a los pies en el lugar en donde había sido puesto el Señor. —Mujer, ¿por qué lloras?—le preguntaron los ángeles. —Porque se han llevado a mi Señor y no sé en dónde le han puesto—contestó María Magdalena, y volviendo la cabeza vió a Jesús-pero ella no lo conoció. ’ —Mujer, ¿por qué lloras? ¿a quién buscas?—le preguntó el Señor. —Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré—respondió María pensando que era el hortelano el que le preguntaba. —¡María!—le dijo el Señor resucitado y ella inmediatamente lo reconoció en la voz. —¡Raboní!—le contestó cayendo a sus pies. —No me toques: porque aún no he subido a mi Padre: mas ve a