6________ EL PURGATORIO Y LOS SUFRAGIOS dades de los innovadores religiosos y seguir el sentimiento unánime de los Padres antiguos con referencia al asunto del Purgatorio. 3. Quisiera extenderme y presentar largos extractos de los escritos de los primeros Padres fie la Iglesia, relativos a este punto; pero tendré que contentarme con hacer unas cuantas citas de las lumbreras más eminentes de la primitiva Iglesia. Tertuliano que vivió en el siglo II, dice que “la esposa fiel debe orar por el alma de su finado esposo, particularmente en el aniversario de su último sueño (muerte), y si ella no lo hiciese, será tanto como repudiar a su marido en cuanto pueda. (De Monogam., n. X). Eusebio, el historiador, siglo IV, en la descripción de los funerales de Constantino el Grande, dice que el cuerpo del afortunado príncipe fué colocado en un suntuoso féretro, y que los ministros de Dios y la multitud,, con lágrimas y lamentaciones ofrecían oraciones y sacrificios por el reposo de su alma. Y el historiador agrega que esto se hacía de acuerdo con los deseos de aquel religioso monarca, que había erigido en Constantinopla un gran templo en honor de los Apóstoles, para que después de su muerte pudieran los fieles acordarse de él allí. (E-useb. L. IV, C. 71). San Cirilo de Jerusalén, siglo IV, escribe: “Al ofrecer el santo y tremendo Sacrificio, hacemos memoria de los Santos Padres, y de los Obispos, y de todos los que duermen el último sueño entre nosotros, y creemos que nuestras súplicas servirán de alivio a sus almas.” Y por. medio de un ejemplo responde a los que pudieran dudar de la eficacia de las oraciones por los muertos. Si un rey ha desterrado a ciertos individuos que lo han ofendido, y los parientes de estos tejen una corona y se la ofrecen en favor de los que se han hecho acreedores a su castigo, ¿no les concederá él una rebaja de la pena o los perdonará ' del todo? Así nosotros, si ofrecemos una corona de oraciones en favor de los que han muerto obtendremos su perdón por los méritos de Cristo. (Catee, -n. 9, 19, p. 328). San Efrem, del mismo siglo, dice: Os conjuro, hermanos y amigos míos, en el nombre de aquel Dios qué me manda dejaros, a que os acordéis de mí cuando os reunáis a orar. No me enterréis con perfumes; dádselos a Din», no a mí. Pensad en mí con pesar, enterradme porque loe muertos son socorridos con las oraciones de los santos due viven.