66 LA voz pueblo, tan importantes hipótesis: Pues que tratándose de nuestros intereses admiten y recláman como soberano nuestro fallo, ¿no tenemos derecho de pedirles que prueben solemnemente lo que tácitá-mente suponen, ó de acusarlos en otro casó de mala fé ante el mismo tribunal del público? Dicen que la sociedad se basta á sí misma. Pero antes de aventurar una opinion tan peligrosa, ¿han consultado con madurez los fundamentos en que intentan apoyarla? ¿Han formulado un sistema sólido y fecundo, que llenando el vacío de la intervención divina que rechazan, sea bastante eficaz para enderezar al bien común los actos del individuo, para sostener el imperio de la justicia, y asegurar el orden de una manera estable y permanente? No es poco glorioso para la Religion', que después de tantas especulaciones impías, despiíés de tantos sacrilegos esfuerzos, jamas haya podido sustituirle la incredulidad sino sistemas, al par que absurdos, perniciosos: absurdos, porque lo es todo sistema de union y concordia entre los hombres que han roto el lazo común que los estrechaba con su Dios; perniciosos, porque lo es todo error en materia de gobierno. ¿Ni qué otra censura merecen esas huecas teorías, donde se ostenta el- amor propio como el cimiento de todo órden social, y como el vínculo mas robusto para contener á los hombres en el círculo de sus respectivos deberes? Sin que sea nuestro intento poner en duda lo. primero por vago é indeterminado, quisiéramos que se nos dijese por qué leyes se . gobierna el amor propio, ya que solo así podemos alcanzar una idea esacta de su valor y tendencia. Sabemos por de pronto que es insaciable, que apetece todo lo que juzga bueno, y lo apetece de todos los modos y en toddte los grados: carácter que nadie estraña-rá, sabiendo que el deseo de la propia felicidad no reconoce límites en la tierra. Mas al par que insaciable es esclusivo: todo lo quiere, todo lo hace por sí y para sí solo, por mas que de otras apariencias se revista. ¿Y con tales condiciones se le proclama sosten del órden y amigo de los hábitos sociales? , La sociedad prescribe fines á los apetitos del ciudadano, y el amor propio reclama para sí un ejercicio ilimitado; la sociedad refiere el individuo al público,' y el amor propio constituye a cada uno centro para sí mismo y para los demas; las leyes sociales tienden á la union y á la paz, y las del amor propio arrastran la division y la guerra. ¿Cómo han de permanecer en ordenado concierto tantos agentes que de continuo luchan por lanzarse fuera de sus términos? ¿Cómo han de guardar armonía tantas ruedas, cada una de las cuales se esfuerza constantemente por arrastrar las otras hacia sí? Si