filas que este preparaba para batir al invasor. Ejerciendo su profesión don Gonzalo se ha distinguido, muy principalmente, en sus sistemas de cimentación que adapta a las difíciles condiciones del subsuelo de México. Y si no hubiera otros ejemplos que poner de manifiesto, señalariamos tan sólo la columna de la “Independencia", cimentada en un sistema de pilotes de concreto y madera, soportando la plataforma de concreto reforzado en la que se apoya el monumento, el cual hasta la fecha no ha tenido ni un desnivel, ni un hundimiento, ni un desperfecto. Esta ha sido, sin disputa, su mejor obra de ingeniería. Por eso, lector, ya vamos creyendo lo que dice la Santa Escritura: "ser muy prudente, es imprudente." Y aqui, el ingeniero Garita, con permiso de sus años, es imprudente. xxx Le vimos en su casa habitación. Al lado de su fiel compañera y de su bellísima hija. Nos recibió con exquisita cortesía y nos brindó un asiento. Don Gonzalo jugaba al ajedrez______ —Sentimos interrumpir esta dulce tranquilidad, dijimos. —De ninguna manera!, respondió el ingeniero. Sea usted bienvenido y siéntese. ¿Gusta usted acompañarnos* Mi esposa-------Mi hija_____ —A los pies de ustedes. Don Gonzalo nos acercó una silla, y dirigiéndose a su señora, dijo: i—El señor es redactor de la "Revista.’’ De la “Revista Mexicana" que leemos con tanto agrado. De manera que él podrá informarnos de las novedades últimas. A ver, qué. tenemos por ahí? —Que nosotros sepamos, nada. Solamente lo que dicen los periódicos.... ■ —Es decir, lo que dicen ustedes. —No, señor. Lo qve a nosotros nos comunican. La señora enrolló unos papeles, guardó las piezas de ajedrez, y exclamó: —Mira, hija. Con permiso de los señores, da esto a la señora Tamariz, y dile que en seguida estaré con ella. —Van ustedes a salir?, preguntamos. —Al hall nada más. Viera usted que se pone muy alegre? Toda- las noches se reunen los vecinos y mientras unos tocan, otros juegan, y otros cantan, y, en fin, que la vida, —esta penosa vida del destierro.— se va pasando más o menos tranquila, más o menos contenta. Diga! Si la alegría y la tranquilidad caben enmedio de tantas tribulaciones que nos afligen. —Sea por Dips, señora! Pronto quedamos solos con el ingeniero. Y una vez ahí, frente por frente del que, en mejores tiempos, fuera Director de Artes y Oficios, comenzamos nuestra conversación. —Habrá usted visto nuestra sección de intelectuales, verdad? —Si, señor. Y por cierto que con sumo interés y mucho gusto. —Pues bien. Gratitud aparte, ahora le toca a usted su turnó. —Es broma? —No, señor. Verdad monda y lironda. Y deseamos que usted, cuya fama de ingeniero civil traspone nuestras fronteras, nos hable de su vida. de sus obras, de sus impresiones, ¡de lo que a usted le plazca, vamos! Todo, de manera de levantar el nombre de nuestro querido México. —Si no fuera.—replicó.—porque estimo que esa labor entraña una idea . nacionalista, elevada y noble, contestaría a ustedes en sentido negativo. Y no por otra cosa, sino porque yo, ni soy nadie, ni nada significo. No he pasado de ser un simple profesionista. puesto al servicio.de mi familia, y que. por milagro quizá, pude ser útil a la sociedad y a mi patria, como ustedes dicen. ¡Mis obras I !Me pregunta usted por mis obras! Y qvc quieren que conteste, si la pregunta es lo que más me desconsuela? Allá están. Son el “Correo,” la “Mutua’’. el monumento a la “Independencia." la casa “Boeker", la arquería de “Palacio”. Todo está allá, en el pa'S 'me abandonamos, como mudos testigos de mis esfuerzos y de" mis actividades. —Al ejercicio de su profesión ha consa-madn usted toda su vida? —Toda. Salvo dieciocho días que fungí de Insn—-ror de Policía, poco antes de la caída del gobierno porfi-rista. do« meses, en época del general Huerta, one me dediqué a formar cuerpos de voluntarios para la defensa nacional. Porque debe usted saber míe yo soy soldado. Pero soldado de verdad. De corazón y de escuela. Hice mis estudios en el Colegio Militar, y de ahí salí más soldado que ingeniero. Y no mentiría si dijera a usted que. en un caso dado. —¡es un decir!— en que se me ofreciera la oportunidad de ser Ministro de Comunicaciones o Ministro de. la Guerra, con todo gusto prefería lo segundo, para instruir a nuestro pueblo en el arte y en la ciencia militar. No sabe usted lo que me gustan estas cosas I Precisamente por eso. cuando se precipitó el incidente de Veracruz, me ofrecí, con todo desinterés y sinceridad, para servir a la causa del país, alistando fuerzas defensoras de nuestro suelo! Y por ahí hay personas que no me dejarán mentir. Pedí al general Huerta autorización para formar voluntarios. y puse mis servicios a disposición de la patria, sin necesidad de sueldos, ni de honores, ni de grados. —Y logró usted algún resultado práctico ? —Práctico, propiamente dicho, no; pero muy satisfactorio sí. Llegué a tener, listos para cualquiera emergencia, a más de cuatro mil empleados en menos de dos meses. Y eso, después de tropezar con obstáculos insuperables y de empezar con la organización de oficinas, con la selección de personal, y con todos esos detalles que tanto tiempo consumen y tantas paciencias agotan. Sin embargo, como antes digo, no fue un fracaso mi labor. Me propuse educar en la milicia a los empleados públicos porque consideré que ellos, en atención a su nivel social e intelectual, estaban más capacitados para ser oficiales o "clases” en corto tiempo, y podrían, a su vez, instruir a la tropa formada por el pueblo. —Y usted cree que en México sea factible el establecimiento del servicio militar obligatorio? •;—Mire usted. Yo he estudiado la organización militar de los principales pueblos europeos, y comprendo que mucho se podría tomar de aquellos ejemplos, adaptando sus principios a nuestras condiciones étnicas. Pero en México convendría hacer alguna modificación. Desde luego, que el gobierno que decretase el servicio militar obligatorio fuera un gobierno legal, emanado de la voluntad del pueblo y establecido conforme a nuestras leyes constitucionales, para que sus decretos tuvieran valor, y más que nada, para que respondieran a una necesidad pública o para que representaran el sentir popular. Después. que se estableciera la enseñanza militar obligatoria en las escuelas. oficiales y particulares, en los establecimiéñtos públicos y privados, y en todas partes; y, por último, que se adoptara el sistema de guardias nacionales, que es como si dijéramos la antesala para el servicio militar obligatorio. Y veríamos asi que cada Estado, que cada Distrito, que cada municipalidad tendría una guardia ex-