tuviera ■n toda mujer hay un deseo elemental de vene reproducida en una hija, pero invariablemente mucho mejor que ella. 81 yo tuviera una hija sentiría una gran responsabilidad de que fuese mucho mejor que yo. Anhelaría que mi hija estuviese mejor equipada para la vida que lo que yo estuve. Querría que sus talentos naturales se desarrollaran, que sus capacidades se perfeccionaran, y que honradamente reconociera sus debilidades para que lograra trocarlas en habilidades. Poro yo seria honrada con ella y conmigo. Me preguntaría: "¿Qué ee lo que yo deseo para mi hija? ¿Por qué lo deseo? 81 logra» realisarlo, ¿sería mi hija mis fells y más útil en su vida diaria? ¿Cuántas de lae eos» que deseo para mi hija son para satisfacer mi propia ambición egoísta?"------------------------- 8i yo tuviera una hija Insistiría en que revelase k> que es, no que fuese una réplica de mí ni de ninguna otra persona. Por lo general el ideal de una joven ee una imagen glorificada de alguna persona a quien admira, ya sea un personaje novelesco, la heroína de una película, o la vecina de en seguida. Es natural que les muchacheo admiren a ciertas personas, pero yo Insistiría en que mí hija desarrollara su personalidad individual, aunque ésta fue» un compúsote de todos sus idea-lee. Mi parte para desarrollar tal personalidad sería proporcionar a mi hija varios ideales. El bien y el mal han llegado a «saciarse tanto en esta época moderna que la mayoría de loe jóvenes no hacen ninguna distinción. Están confundidos y tienen miedo de que loe tilden de "anticuados", de manera que, según ellos, es preferible moderniser». Cuando se les pregunta qué opinan de tal o cual cosa, responden: "Todos te hacen", y con eso quieren decir que, si todos lo hacen, está bien. pero yo sostendría las antiguas normas, no porque fuesen antiguas y tradicionales, sino porque son fundamentales para tener éxito en la vida. Le ensefiaria a mi hija a respetar la verdad y la honrades dondequiera que las encontrase. Insistiría en que a todas horas practicara los buenos modales y la antigua cortesía que es una cualidad de carácter como la temperancia. Defendería la antigua virtud de la lealtad: lealtad a su familia, a sus amigos, a su grupo, a su escuela, a su iglesia. Le ensefiaria que el servicio a los demás todavía ocupa el primer lugar y que sólo por medio del servido se adquiere poder. Le ensefiaria que la libertad no consiste en desobedecer las leyee y quedar impune, sino en el respeto a la autoridad y la obediencia a las leyes que salvaguardan nuestra libertad. Ensefiaria a mi hija que hay dos leyes inexorables de la na-turalesa: de causa y de efecto. Que cualquier cora que ella hiciese lleva consigo sus propias consecuencias, de la misma manera que el quedarse dormido por la mafiana daría por resultado el que llegase tarde a la escuda. Los padree ee han hecho tan indulgen tes o tan descuidados que loe hi joe no sufren las consecuencias de sus propios actos. 81 María eoeete una falta contra otra persona, loe padree inmediatamente corren en su ayuda, en lugar de permitir que sufra las consecuencias naturales y que repare la falta cometida. Es muy fácil para la madre decir: ‘Déjame hacerlo, querida"; pero a mí me gustaría que mi hija creciese sabiendo hacer las cosas. Con ese propósito la animaría para que se uniese a algunos clubes de muchachas de su edad, en los cuales se les enseñaran trabajos prácticos de la vida diaria, ya que en la actividad de grupo hay un gran estímulo y los buenos y capaces directores ayudan a las muchachas a reconocer los verdaderos valores. MI hija descubriría que la muchacha consentida e inútil no es popular. La muchacha a quien todos buscan es aquella que tiene conf lanía en sí misma y sabe hacer por sí misma las eos». Mi hija observaría la reacción del grupo hacia aquella muchacha que trata de evadir sus responsabilidades en el trabajo, hacia la que hace mala cara cuando no se sale con la suya, hada la que engaña en el juego. Cuando hubiese mondones honoríficas que otorgar, mi hija reconocería que por lo general, la muchacha que las obtiene, es la más generosa, la más democrática, la más útil del grupo. Le proporcionaría a mi hija experiencias variadas con otros jóvenes de manera que aprendiese a adaptarse fácilmente a los demás. En nuestra casa habría con frecuencia invitados, muchachos y muchachas de su misma edad, cuya comodidad, mi hija, como anfitriona, debería aprender a considerar antes que la suya propia. Me gustaría cultivar en mi hija una amabilidad sincera que nádese del corazón, que la dispusiese a sacrificarse por los demás, que la hiciese poner atención a loe nlfios o hablar con loe ancianos, o mostrar amabilidad en las fiestas hada los muchachos desconocidos y tímidos. Sin embargo, yo sé que para poder tener influencia sobre mi hija en cualquiera de estos aspectos, necesitaría sobre todo, conservar la confian» de ella en mí, y consideraría esta confian» como un tesoro de valor inapreciable. Debería conservar entre ella y yo la puerta siempre abierta. 81 alguna ves la puerta se cerrase por completo o parcialmente, mi Influencia sobre mi hija » perdería. Yo sabría también que si alguna ves perdiera la confian» de mi hija seria culpa mía. Loe nlfios nos otorgan su confian» sin restricción, de manera que, si en el proceso del crecimiento la perdemos, será porque hemos aceptado un don t,reoéoeo sin reconocerle su valor. Conservaría la confian» de mi hila procurando no traicionarla nunca. No la defraudaría repitiendo, ni siquiera en el círculo familiar, lo que ella me confiesa. Nunca demostraría que sus revelaciones me escandalizaron o me afligieron, sino que conservaría la ecuanimidad.----------- Anhelaría tener sabiduría y fortalera para recibir con calma estas confidencias y conservar el timón del barco. Pero si en mi temor por lo que pudiera suceder yo expresa» mi desconfíense, sé que perdería para siempre la confian» de mi hija y que su barco navegaría sin timón y sin mí en un mar desconocido. En cambio de su confian» no ocia-mente le daría mi lealtad y mi compren^ sión en sus problemas, sino que le confiarla los míos. Discutiríamos juntas la economía de la familia y los problemas del hogar, le pediría su consejo y escucharía y aceptaría las sugestiones de ella como 1» de una amiga.-------------------- El trabajo manual es un ejercicio tan saludable para los jóvenes que a mí me gustaría que mi hija conode» el valor confortante de él. Muchas madres dicen: "Prefiero preparar yo sola la comida que gastar tiempo en enseñarle a María cómo hacerlo." Pero, ¿ee eso justo para María? Puede ser que ella se vea de pronto en su propio hogar, sin sirvientes, donde tenga que aprender las tareas sencillas, quizá con lágrimas y quemaduras en las manos. “81 mi hija no sabe cocinar ni coser no tendrá que hacerlo nunca", dicen much» madres imprevisor». Se necesita esfuerzo y paciencia, pero yo me sentirla culpable toda la vida si no enseñase a mi hija el arte de gobernar un hogar hermoso y ordenado. Bin considerar mi posición económica yo prepararla a mi hija en alguna profesión para proporcionarle la confian» de que, en caso necesario, sería cap» de ganar» la vida. Pero la vida es algo más que trabajo y juego. Le darla tiempo a mi hija para sofiar. Hace poco una madre me dijo: "¿Será posible que ya no haya tiempo pern que una muchacha ee «ueste bajo un árbol a soñar? Mi hija está ocupada todo el tiempo. Obtiene muy buen» calificaciones, pertenece a varios clubes escolar» y deportivos, es presidente de su da» en la escuela dominical y con 1» deber» del hogar no le queda tiempo para estar sola y meditar." La queja de esta madre repercutió en mi corasón. ¿Estamos tratando de hacer (Pasa a la página 19) 10 IL MOGA» CRISTIANO IL HOttAt CEISTIAHO 11