Emiliano Zapata. de su país. Era el mejor médico de Guatemala, y el Presidente de aquel país lo obligó a salir de su patria, para que lo fuesen olvidando sus discípulos, amigos y corppatriotas. Fué condenado a destierro perpetuo, bajo el disfraz dorado de una legacipn diplomática extranjera. El Doctor Ortega renunció en distintas ocasiones sin que se Je admitiera la renuncia. El Presidente lo seguía colocando en la embarazos» posición de representar un país, en donde francamente se conspiraba en contra del Gobierno ante el cual estaba acreditado. Así se hizo con el General Díaz y con el General Huerta. Así se quiso hacer con Ca" rranza; pero ya el juego de Estrada Cabrera “era conocido,’^ y Don Venustiano, con ese discernimiento que Dios le ha dado para cometer errores e injusticias, hizo caer en el pobre del Doctor Ortega, el bofetón que debiera haber asestado contra el Presidente de Guatemala. Naturalmente, el Gobierno de aquel país, ha aceptado con verdadero regocijo^el dictado de “extranjro pernicioso” que fué tributado al Doctor Ortega.—¡Un rival menos!—" dirá para sus adentros el Presidente Estrada Cabrera. XXX Alvaro Obregón fué preguntado sobre las cualidades de Felipe Angeles, como -artillero. Y contestó: me parece espléndido, puesto que tne dejó sus mejores cañones en la última batalla. Un problema que queda sin resolverse xxx Los representantes de Villa en Washington, sin que nadie, se los pregunte, han declarado, que sienten no haber sido ellos, los ejecutores del ex-Nfinistro de Gobernación Don Alberto García Granados. Esta confesión criminal basta para poner de manifiesto los instintos feroces de los partidarios de Doroteo. — i Estar disputando-¿obre un cadávefl ¡Pelear la gloria de ser verdugos! Sin embargo, no bey por que asombrarse. Después de subordinarse a Villa, lo natural es que sobrevenga la degeneración moral absoluta. XXX Villa dice que seguirá peleando contra Carranza, a pesar del reconocimiento que a este último acaban de conceder los Estados Unidos. Y muchos ingenuos, cegados por la pasión política, esperan algo del movimiento destructor que proyecta el prófugo de Tlatelolco. Pero Villa ha muerto para siempre. Con él desaparecer definitivamente Angeles, Delgado, Casso Lópz, Ojeda, Oca-ranza y demás jefes que no tuvieron escrúpulo en descender hasta convertirse en cortesanos del antiguo salteador de caminos. Algunos emigrados se forjan la ilusión de que Alvaro Obregón va a pronunciarse contra Don Venustiano., ¡Tontería! La suerte ráe Mexico no depende de la actitud de este o aquel revolucionario'. El porvenir de nuestra Patria tiene que despejarse prátto, y conforme a leyes naturales indeclinables. No se néksitán pronunciamientos de Obregón ni de Alvarado ni d¿ ÍBavira para que el carrancismq "desaparezca del escenario político. Cuando un Gobierno se quiere cimentar sobre bases disolventes se tiene que derrumbar. Los Estados Unidos quieren sostener a Don Venustiano. ¿Y qué? También quisieron sostener a Don Francisco Madero hace tres años; y lo único que lograron fué conducirlo hasta la muerte. Ténganlo presente Carranza: en México no se sostienen. los Gobiernos apuntalados por extraños.