BELGICA HEROICA Y MARTIR de Jerjes, Darío y Nabucodonosor como tiempos que pudieran tornar de nuevo. La clara libertad y la opresión organizada se vieron nuevamente cara a cara, y nosotros, los belgas, fuimos qt ¡enes rompieron la lucha. Si en el inmenso do’or que se cierne sobre nosotros nos queda un resto de esperanza inquebrantable, algún motivo de exaltación y aun de gozo se debe a que pen amos que nuestro valor, nuestro fervor y nuestra obstinación en la lucha han servido a una de las más altas causas humanas. Declaramos que durante las horas trágicas de los primeros días de Agosto hemos amado, odiado, gritado. cantado y llorado, con una intensidad tal, que todo nuestro pasado- nacional no vale nada, si ?e compara con este momento imprevisto y magnifico que hemos rivido bajo el rayo. ¿Eramos, en realidad, unavpue-blo antes de este instante glorioso? Nos gastábamos en insignificantes querellas; no se dirigían nuestros amores hacia las altas realidades; nos complacíamos en reprocharnos nuestro origen walón y flamenco: nos acu sábamos de ser abogados, tenderos, fi ncionarios. antes que ciudadanos. El peligro ha reunido ahora nuestras fuerzas dispersas en yn solo y luminoso haz. Lo dirigimos ahora sobre nuestras poblaciones destruidas, sobre nuestras planicies arrasadas, sobre el inmenso campo de batalla que es hoy nuestra tierra, y con la victoria en el corazón, esperamos. Emüio VERHAEREN. LA INOCENTE DIPLOMACIA DE ELENA cha a un niño de diez y ocho meses. Añadió prudentemente: —Tampoco debes abrigar ningún temor por lo que se refiere a tu marido. Elena no es una coqueta.----- Adenlás, tú eres tan bonita como ella, sobre todo desde hace algún tiempo. Te compones mejor que antes y me gustas cada dia más. Andrómaca oyó muy coniolacida estos piropos; r>erol se guardó muy- Wen de decir quién la ha oía enseñado componerse mejqr. Cuando Paris, salvado ñor Venus de los furores de Mene-ao. entró lastimosamente en su palacio, perseguido por las imprecaciones de Héctor — ¡Ay!—dijo Elena, soltándose con arte los cabellos.—¡Qué desgraciada soy!—_____¿Por qué no plugo a los dioses que el mismo día en que mi madre me dió a luz me hubiera arrastrado un torbellino a lo alto de una montaña o me hubiera abismado en las olas, antes que verme como me veo?______Pero ya que los dioses dis- pusieron estos males, querría por lo menos ser mujer de un guerrero más bizarro___¡Feliz Andrómaca, espo- sa intachable del invencible Héctor!.^. Verdad es que Andrómaca se lo merece todo. No tardó cu. enterarse Andrómaca de .este laudatorio discurso. Hermosos Bordados i „ —Bien pensado—dijo a Héctor,— la pobre Elena tiene alguna disculpa, Cuentan que su marido es un poco men teca tú--Elena influiría iavora blemente en París, si París tuviese corazón-—No se envanece de su delito y respeta lo que es respetable^_ Ademásr sería-pueril suponer que ella es la verdadera causa de la guerra. Sal ta a la vista que su rapto ha sido un simple pretexto. A falta de él, los Aqueos hubiesen inventado otro. Con -razón se queja la pobre de sil fatalidad. Es indudable que la fatalidad entra por mucho en su situación. Es una mujer que merecía haber sido virtuosa. XXX Se acercaba en esto el día designa-*do para que las Troyanas llevaran el velo sagrado al templo de Atena. Elena fué a ver al rey Priamo. el cual siempre la había tratado bondadosamente. —Padre—le^dijo:—yo querría asistir a esa cermoniVno por vanidad, sino para demostrar que mi corazón comparte los sentimientos de mi nueva patria y que ellas-no me consideran ya como extranjera. Os suplico, pues. jue me conduzcáis al templo en el ■ ■ I momento en quejas esposas Troyanas entren, a fin de que pueda agregarme a la comitiva. —Querida hija—respondió Priamo— haré lo que deseas. Pero ¿no temes que las esposas de los Troyanos, y. sobre todo, la orgullosa Andrómaca, té hagan un bochornoso desaire? —Aíá veremos, padreólo que ocurre. XXX La procesión de las mujeres llegaba al pórtico del templo cuando apareció allí Elena, conducida por Priamo. Tímida y con los ojos bajos, se colocó en última fila. Pero Andrómaca. que*la vió, se dirigió a ella y, tendiéndola la mano, le dijo estas palabras: —■ Señora, cuánto tenemos que agra leceros que hayáis venido. Julio LEMAITRE (2). No ignoro que, según una tradición, Elení tuvo de Tesea una hija tiérmione. Pero deliberadamente he prescindido de este detalle.—(N. del A.)