4 La Pexüx^ba. cambiantes de las piedras preciosas. En \ símos á desplomarse, el jaramugo, flotan-aquellas laigas noches de poético msotn- ¡ do al viento como el penacho de una c*i-nio, exclamaba:—Si es verdad, como el ¡ mera, y las campanillas blancas v azules, prior de la Pena me ha dicho, que es po-■ balanceándose como en un columpio sosi ble que esos puntos de luz sean miuidos,; bre sus largos y tlexibles tallos, pregona-si es verdad que en ese globo de nácar í ban h victuria'do la destrucción y U pulque rueda sobre las nubes habitan gen- i na. tes, ¡qué mujeres tan herinosus serán lasj .Era t.e noche; una noche do vórano, mujeres de esas regiones luminosas, y } o | templada, llena do perfumes y de rumo-no podré verlas, y yo no podre amarlas!.... ’ res apacibles, y con una luna blanca y ¿Cómo serií su hermosura1?... .¿Cómo se- ¡ serena, en mitad de tm cielo azul, lumí-rá su amor*?.... í noso y trasparentó. Manrique no estaba aun lo bastante ¡ Manrique, presa su imaginación de un loco para que le siguiesen los muchachos, vértigo de poesía, después de atoveáar - , , puente, desde donde contempló ún cular a solas, quo es por dundo se eni- momento la negra, silueta de la ¿iúcíati, quo so destacaba sobre el foiiclo tlh ilgti-nas nubes blanquee!tías y ligeras^to-í";; • lindas en el horizonte, se intensó?; d*‘ '¡ertcis ruinas de los Templarios. La media noelie tb^ál>a.áyéu puntos La lima, que se- habla idó ■■•MitohteíldóÓ lentamente, estaba ya en lo mas alto ttei cielo, cuando al entrar.alameda que eoiid^ciad^d<.;ell:::dMuÍdí> claustro á la márgea del. Duero* Máéií-que exhaló un grito, iw grit<>:1evé¿|dh^a-do, mezcla extrturn de sorpr^^^d#^te-mor y de júbilo. , En el fondo de la scml>néfiámtói. lia-lún se bia yisto agitarse una eos¿r -bUnea, cpie . * flotó un momento y desapareció en la Iks- tos de hiedra y campainhas blancas los í curidad. La orla del traje de ti® mu»: 1 macizos arcos ¿ley su claustro, las proion- • jeu, de una mujer que había 'eruiado @1? gadas galerías ojivales* de sus patios de ¡ sendero y se ocultaba-centre el-folláj^ eiiti . armas, en ias que snsphaba el viento con el misiuo instante en que el loco sonador ■ un gemido, agitando las altas yerbas. . de quimeras ó imposibles penetra¡M en En los huertos y en los jardines, cuyos los jardines. senderos no hollaban hacia muchos anos ¡Una mujer desconocida!... ¡Es Wte ias plantas de los ^religiosos, la vegeta- sitio!-—¡A estas horas! Esa^ esat'éé cion, abandonada a sí misma, desplegaba j mujer que yo bu^o, exclamó Manriqhe; todas sus gatas, sin temor de que la nía- ¡ y se lanzó en su seguimiento, Tápiclo cono del hombre la mutilase, creyendo em- ¡ mo una saeta. belleceila. Las piantas trepadoríis su- | / CoiitiwisciFix-*) bian encaramándose por los añosos trou-1 _____' . ", eos de los árboles; las sombrías calles de i z| 11! “sanios, cuyas copas so tocaban y se con- i —Tengo una duda. La: serpiente que fundían entre si, se habían cubierto de ■ perdió tí A dan y ú Eva, ¿era la suegra^ ■ Cespedes, los cardos silvestres y las orti-| —Cuando Dios creóla gloria para el y¡; gas brotaban en medio de los enarenados ? hombre, es porque la muger había crBW- U caminos, y en los trozos de fábrica proc- - do el iulieriio. pero sí lo snüeientti para hablar y gesti- pieza. II, Sobre el Duero, que pasaba lamiendo la« carcomidas y oscuras piedras de Lis murallas de Soria, hay un puente que 'conduce de la ciudad al antiguo convento de los Templarios, cuyas" posesiones so extontendiau á lo largo de la opuesta margen del rio. _Eu la época a que nos referimos, los caballeros de la Orden habían ya abandonado sus históricas fortalezas: pero aún quedaban pie los restos de los anchos torreones de sus muros, a ' veian. como en parte se ven hoy, cubier- un^gemido, agitando las altas yerbas. senderos no hollaban hacia muchos años . t . XL» » V cion, abandonada a si misma, desple