REVISTA MEXICANA Semanario llus^ado. Año I. San Antonio, Texas, Octubre 3 de 1915. Número 4. La Reacción Nacional. La facción viniste se encuentra completamente destrozada, y el carraneismo, sin adXfirsario aparente, va a entrar en el penot’o más accidentado azaroso de su vida. Hasta .hí>y, la situáción anormal ha tolerado procedí? .lentos anor-. males. El pueblo ha ^levado una existencia artificial, sin orientación ni método, sirfjttanqqiEdad ni programa; pero una 4 sociedad no puede vivir pereneSó¿i#e bajo un régimen morboso: llega un momento, en que se ^iace ind spensable expulsar del organismo los gérmenes de corrupción y muerte, para reconstituir lo perdido, y empezar una nueva vida. Este es d momento preciso en qué hacen crisis las re-voluciohes; si no viene la reacción de fuere, viene en el mismo prganismo. Si los emigrados son incapaces por sus egoísmos y divisiones, por su inacción y cobardía, de ponfer fin a los desmanes de la Revolución, enyrtues ¡os propios revolucionarios, espantados de sus excesbs. aturdidos de su propia obra, son quiénes por vojjpitad^ropja, tomen .el camino de Damasco, y con un nu^/e terttéidoriano, marean el epílogo de los días espantosos del Terror. < ¿Vendrá la reacción mexicana acaudillada por los desterrados? ¿Volverán las antiguas clases cofts^'adoras-^Clero, Burocracia y Ejército—a apuntalar la nu^yaj.'i>rganizac*4n social? ¿Se reconstruirá el Estado mexicí|píj sobre lo^ intere-ses djj los antiguos propietarios? Mucho lo dudamos. Las an j^evan meses de vagar senalesdw tóda, que las neces cidp^fiones. Los políticos le e —r-------------- sus adversarios; los militares al General Velascor los burócratas callan eq espera de mejores días; los ricos guardan sus fortunas sigilosamente en cofres recónditos^ para evitar soli-citud^s dff.préstamos; y finalmente,-el Clero, no obstante de eónf¿- con prelados tan elocuentes cómo los Obispos Pa-■jjaza y Montes de Oca, deja todo el peso de su defensa a la —pluma extranjera del Padre Kelley. Pero, en ninguna de las viejas clases sociales se advierte la fuerza, la decisión, la audacia y el desinterés necesarios para apoderarse de un golpe de los destinos mexicanos, y orientar nuestro país hacia la civilización y hacia el bien. No comprenden estas clases que México atraviesa por la crisis más pavorosa de su. historia; y que si ellas son indignas de conservar los intenses indispensables para el equilibrio social, el país j^e verá en la dura necesidad de improvisar clases nuevas que apuntalen los muros bamboleantes del Estado.. '■* t'íe ■ . ;uai es conservadoras ro, sin dár otras jarse nyytuas inculpa deL desastre a Los pueblos vkéW eternamente de la¡. lucha enc ías clases conservadoras y tas Radicales reformistas: de «arpugna surge un equilibrio benéfico, que si no permite el estancamiento de las naciones dentro del arcaísmo de las viejás fórmulas, tampoco yolera los cambios absolutos, las reformas temerarias que hacen peligrar la vida de los pueblos. Cuando en un páís, falta una de las dos clases sobrevienen inevitablemente el despotismo ó la anarquía. En México, las clases conservadoras desaparecieron hace un año, y los elementos revolucionarios, sin frenos que los sujeten, sin ideales que los dignifiquen, sin tradiciones que les pongan coto, han .dado rienda "'suelta a sus instintos ciegos de destrucción y de venganza. Para que México se sal- ' ; ' —.......................................... corí procesos pendientes en El Paso,1 y otros que han trágicamente por el supuesto delito de querer inter- ve, es pjreciso detener los desmanes, castigar los crímenes, reparar los despojos, destruir la (tiranía oprobiosa de loe guerreros improvisados, que sin disciplina ni orientación moral, sólo tienen del militarismo, la insolencia y la brutalidad. México quiere salvarse y se salvará. Si los hombres del pasado, son incapaces, por su egoísmo, de hacer sacrificios; si las antiguas clases conservadoras, continúan copiando la conducta de los emigrados franceses de Tarín y de Coblenz^, entonces nuestra Patria se verá obligada, a encomendar a un revolucionario el aniquilamiento de la propia Revolución. No hay que olvidar que cuando Francia, se convenció dé que los soldados del antiguó régimen como Laffa-yette y Dumouriez, fueron incapaces de libertarla de la tiranía jacobina, se entregó en cuerpo y alma, a un soldado de la República, a un artillero de las clases bajas, a un enemigo de los aristócratas, a Napoleón Bonaparte. Y el hijo de la Revolución, j a semejanza de Zeus, destruyó al ser que le había dado vid|. Las ántiguas clases conservadoras deben d^tse cuenta de que los momentos son solemnes y que la Patria no puede esperar ya más. Nada se remedia con pasar revista a los acontecimientos pasados ni con tener en cuenta las responsabilidades pendientes. ¿Qué el Geñíeral Velasco tiene que rendir cuentas pavorosas an$e la,Naqión? Esto lo veremos después. Entretanto, es bueno no olvidar que hay muchos militares ' ' '** narse a México. Y bien, un calabozo o un cementerio, son para un soldado de honor, preferibles al destierro.^ definitivo de la Patria. El clero tiene pof su parte, la oportunidad de iniciar una cruzada evangélica como las de los primero» siglos de la cristiandad o como las de los santos misioneros del siglo XVI. Finalmente, los ricos y los burócratas, los qué pertenecieron a las clases altas y privilegiadas, deben ¡tomar ejemplo de las aristocracias europeas, que en estos moment tos presentan el espectáculo grandioso, de llevar sus : archii duqus y sus príncipes al sacrificio y al martirio. México necesita vivir. Para ello es menester qtre reacf ciqne y reaccionará. Es preciso que la fiebre destructora sq convierta en anhelo santo de construcción. Si las antiguan clases acaudaladas y poderosas, no gastan energías en salvar lo que han perdido es porque son indignas de recobrarlo|-Entonces, no habrá otro camino que el desarrollo de la mis-< ma Revolución, para que poco a poco, se vaya formando la nueva crema que habrá de dirigir los futuros destinos de la Patria. Indudablemente, que aún dentro de la hipótesis de que las futuras selecciones de hombres e instituciones se hagan en el mismo campo revolucionario, la desaparición de Don Véñustiano Carranza tiene que ser inevitable. Se necesitan elementes consolidadores; y querer formar un Estado con el caudillo del preconstitucionalismo, es lo mismo que desear construir un edificio con fuego y con dinamita. La extinción de Villa sólo es el prólogo de la iquerte del carraníismó. Los antiguos elementos tienen la oportunidad,-por última vez, de acaudillar la reacción en México. Si no lo hacen ellos, la reacción vendrá en ¡as propias filas de la. Revolución. /r'