392 • ■ la voz que emana de las costumbres y híbitos inveterados, que en política debe también respetar el legislador, sopeña de echarse encima, si obra de otra manera, la inmensa réspónsabtiidad de funestas trascendencias y males irreparables. l: Un soberano, dice Montesquieu, (ib. cap. 11) que emprende destruir ó mudar la religion dominante en sus Estados, se espOne muchísimo. Si su gobierno es despótico, corre mas riesgo de que haya una revolución que por cualquiera otra tiranía, pues en tales Estados nunca es esto una cosa nueva. La revolución dimana de que un Estado no muda de religion, usos y costumbres en un instante, ni tan pronto como el s<>berano publica el decreto que establece una religion nueva. . , Ademas de esto la religion antigua está ligada con la constitución del Estado; en lugar que la nueva está desunida: aquella es conforme al clima; y la nueva.süele ser opuesta. A esto se agrega que los ciudadanos se disgustan de sus leyes, conciben cierto desprecio del gobierno establecido, y en lugar de la firme creencia en una religion, sustituyen sospechas contra ambas; en una palabra, se dan .al Estado malos ciudadanos y malos fieles. ” (Cap. 12.) .... *'■ La religion tiene amenazas y promesas tan grandes, que en teniéndolas presentes en nuestra mente, por mas que el magistrado haga para quitárnosla, parece que no nos dejan riada si nos; la quitan, y que, no mis quitan nada si nos la dejan. ” ' Bentham (tom, 2. °, cap. 14, secc. 2. 9 ): “Podria imaginarse un caso muy desgraciado, el de un pueblo á quien el legislador prohibiera el ejercicio público de su religion, imponiéndole á un mismo tiempo la obligación de pagar una religion que mirase.como enemiga de la suya. Esta seria una doble violación de la seguridad. Se vería formarse en este pueblo un sentimiento habitual de odio contra su gobierno, un deseo de novedad, un valor feroz, un secreto profundo. El pueblo privado de todas las ventajas de una religion pura, de conductores conocidos, de sacerdotes aprobados, se entregaría á gefes ignorantes y fanáticos; y como la conservación de este culto seria una escuela de conspiración; la fé del juramento en vez de ser la salvaguardia del Estado, seria su terror;.en vez de ligar los ciudadanos al gobierno, los ligaría contra él; y así este pueblo seria tan temido por sus virtudes como por sus vicios. ”. ¿y quién no vé que la doctrina luminosa, aunque formidable de esos autores clásicos, se aplica sin violencia'á los acontecimientos muy probables, si no ciertos) que deben esperarse del establecimiento déla libertad de cultos en la República mexicana? La suposición de Bentham no es puramente ideal ó especulativa: tiene lugar prácticamente en la desgraciada Irlanda, en donde los católicos, cual peregrinos en su propia patria, mejor dicho, cual esclavos anonadados, viven con tanta opresión, amargura y en un estado de desesperación tan gra.iide como lo indica la teoría; y como ciertamente vivirían los mexicanos que no se acomodasen á la aposlas'ia ó á la presencia de sacrificios; oblaciones, holocaustos y-ritos desconocidos, una vez establecida la libertad, de cultos. ¡Pádfes de la patria, poderes supremos de la union federativa y de los Estados soberanos de la República mexicana! : Qué ¿abandonareis la generalidad de la nación á tan desastroso conflicto, á tan angustiada y cruel situación, decretando la abolición de la ünidad del culto católico por establecer la tole-