Revista Mexicana Semanario Ilustrado Entered as second class matter, O ctober as, 1915 at the Post Office of San Antonio, Texas, un der the Act. of March 3, 1897. II. San Antonio, Texas, 21 de Mayo de 1916._Número ÓÍ _ Mexico y América Latina Hidalgos y Aventureros “The New York Herald” ha explorado el sentimiento de las diversas Repúblicas latino-americanas, apropósito de la intervención norte-americana en México, y los resultados no pueden ser más consoladores para nuestra Patria. Con excepción de la República Argentina, que manifestó una indiferencia fría y reservada, y 'Guatemala que aplaudió cínicamente el proyecto de intervención, los demás pueblos, que fueron consultados por conducto de su prensa, condenaron terminante y categóricamente cualquier atentado en contra de nuestra soberanía. No debe desalentamos la actitud de la Argentina, porque más bien que un país latino-americano típico, puede considerarse como una colonia Europea, tan próspera y floreciente como Transvaal o Australia, pero sin nervio ni espíritu nacional. Las inmigraciones exageradas de las últimas décadas han acabado de borrar toda huella de alma tradicional, que siempre fue incolora y carente de peculiaridades propias. Además, los argentinos se parecen a esos pobres seres rápidamente enriquecidos, sin antecedentes de prosapia y alcurnia, que pretenden codearse con una aristocracia superior, la cual se ríe de su infatuación que los distancia de sus antiguos camara-das. Rasta-qoueres internacionales, que sin tener el linaje de los aztecas ni los meas se toman el lujo de mirar con desdén a la América, para hacerse dignos de las carcajadas de Europa. Guatemala por su parte, más que país soberano, parece un mandarinato chino. Desde hace medio siglo el infeliz pueblo guatemalteco ha sido víctima de cacicazgos inferiores y brutales—¡un carrancismo prolongado durante cincuenta años!—que ha destruido toda noción de moralidad. Por tal causa, su opinión, lejos de tener importancia representativa se limita a ser el grito de despecho de un infeliz esclavo, que resignado ya con sus cadenas, no concibe cómo alguien, rechace los grilletes que le ofrecen. Después de todo, los guatemaltecos son más bien dignos de lástima que de rencor porgue ni siquiera se dan cuenta de que al pedir el sacrificio' de México lo único que en realidad hacen es autorizar el suyo propio, en un cercano porvenir. Compensan con largueza la indiferencia de Argentina y la mezquindad de Guatemala, Costa Rica con su veto franco, Chile con su protesta ruda y Perú con su anatema fulminador. Y esta compensación es tanto más halagadora, cuanto que estas tres naciones, cada una en su esfera, representan algo grande e insustituible en la América Latina. Costa "Rica, no obstante la reducción de su territorio, presenta su admirable ejemplo de cultura y organización social, y es probablemente el único pueblo del Continente que no ha sido desgarrado por luchas intestinas. Chile es el país fuerte, que supo como Alemania consolidarse con el hierro y con el fuego, y que hoy, al amparo de una prolongada paz, entra en un periodo de florecimiento, intelectual y mercantil. Peru, el noble y viejo Perú, nuestro hemano en leyenda y en alcurnia, tiene por su parte, la distinción, la hidalguía y la bravura que solamente son otorgadas por tin linaje limpio y secular. ¿Qué importa que pidan nuestra muerte los antiguos siervos de Rufino Barrios, si en cambio nos proteje la sombra augusta del Conquistador Pizarro? r La indiferencia de la Argentina es la frialdad interesada del banquero que únicamente atiende a sus negocios. En cambio, U protesta de Perú es el clamor resonante de una raza de titanes, es la indignación del altivo Cóndor de los Andes, que desde su nido de piedra mira en el Septentrión el sacrificio .del Aguila Azteca. Y en a cotización de las nacionalid^ed, un átomo de tradición y una moléculá'* leyenda valen muchísimo más que los ejércitos y las riquezas. ¡Que rían, pues los esclavos y que los usureros salven sus tesoros! No importa. Mexico queda amparado por la cultura y la fuerza por el abolengo y la gloria, es decir, por la verdadera America latina. . * * * Mr. Wilson lo sabe, lo siente, lo ve. En el momento £n que decrete la intervención franca, romperá con todos los pueblos del Nuevo Continente, que se sentirán amenazados en su integridad. ¥ no se atreve a quemar las naves, único medio de aspirar a la conquista de Me-xico. Cortés dió el ejemplo hace cuatro siglos y el General Pershing, en lugar de seguirlo se preocupa, de estar siempre en contacto, con las bases de aprovisionamiento. Por eso nd habrá intervención. Por eso Mr. Wilson en vez de pretender encadenar al águila, se limitará a proteger a la serpiente. Sí; seguirá como hasta hoy, sosteniendo a Carranza; y Carranza, a su vez, continuará correspondiendo la ayuda con Ig destrucción sistemática de su país. \ ' / 1 Pero es inútil que la serpiente muerda y vuelva a morder: ¡El Aguila acabará por estrangularla!