DE LA RELIGION. "73. transitoria, y no la arrebatéis un vislumbre de esperanza en los confines del seco arenal por do camina. Tened también compasión de la incauta juventud, que adormida en la senda de brillantes ilusiones, se ve incesantemente agitada por sueños falaces de ventura, sueños que se desvanecen al fin bajo el helado soplo de amargos desengaños. ¡Cuántas amarguras, cuántos tormentos, cuántas espinas desgarradoras afligen el corazon del hombre en su carrera de esperanzas perdidas y de sueños nunca realizados! Si su corazón se tija en la criatura, las alas de este corazón se queman en la hoguera misma de sus caducos amores, y se ve desgarrado por la misma mano que intenta acariciar; si confia en los hombres, los hombres le epgañan y lo venden con la mas pérfida alevosía; si aspira á la gloria, este fantasma le adula un momento, para hacerle correr en pos de sus insípidas satisfacciones y entregarle después á la mofa, al escarnio y al menosprecio del mundo. ¡Oh! ya que veis que sucede así, ya-.que habéis notado que los tristes mortales encuentran siempre la triste realidad tras las lisonjeras esperanzas, ya que la fria y descarnada realidad se presenta siempre á sus ojos al través del tumulto encantador de sus mas bellas ilusiones, ya que el mundo ofrece siempre mentirosos placeres para dar después la copa amarga de la hiel de los dolores, no cerréis enteramente la puerta á otra esperanza mejor; dejad siquiera un resquicio para que pueda entrar al corazón una gota de consuelo que le sostenga en el piélago inmenso de sus amarguras: dejadle la fé, esta tabla salvadora en medio de las olas de la tempestad:, dejad que se agarre á ella, para que pueda salir á las playas que le aguardan: no seáis tan bárbaros que le dejéis luchar sólo contra.los furores de la tormenta; y si la fé es ja tabla del naufragio, dejádsela tomar para que no se hunda en las tinieblas del abismo. . Dejadnos la fé, sí, porque ésta nos alimenta,'nos aconseja y nos da valor .en la prolongada lucha que sostenemos con los dolores y con el infortunio; dejádnosla, y guardad vosotros, si queréis, vuestras quiméricas utopias de mentida felicidad, porque ellas ni dulcifican nuestras presentes amarguras, ni nos dejan ver una luz consoladora en el porvenir. Dejad la fé á los pobres, que agobiados bajo el peso de la miseria, demandan á los ricos un mendrugo de pan con que entretener su hambre: dejad la fé á los enfermos, que postrados en el lecho del dolor, piden inútilmente á la vana ciencia de los hombres un alivio á sus sufrimientos: dejad la fé á los que lloran y que imploran en vano una mano amiga que enjugue sus lágrimas: dejad la fé á todos los que padecen, á todos los des-