TiEMPO DE B. C., Y SONORA ilo de Pelegrín Clavé: Joa-i Ramirez. ►e hecho es este' Hidalgo |ue\ consagran los nuevos ítcsrúe México. Lay, sin embargo, otras i versiones. El Hidalgo rendo. exótico que vio Clau-Unati y se conserva en originales de su obra “Cos-ibres Civiles, Militares y giosas de México", editado Londres en 1826; el Hidal- Ximtliano, seguramente con idea que dio Lucas Alamán, i6 a Joaquín Ramírez un rato del cura de Dolores. . is media docena de retratos, diversos todos, hacen confusa la imagen del Libertador n. Hidalgo de Juan O'Gorman: de levita negra, con la antorcha de la* libertad en la mano. go de cara furiosa y pelos hirsutos, anónimo, una alegría de 1834 que da a conocer Bradley Smith en su “México: Arte e Historia", recientemente editado. Las preguntas, las inquietudes del licenciado Arriaga Ochoa se contraponen unas con otras si lleva a su clase de historia las versiones de Lucas Alamán y don Carlos María Bustamante. Alamán, un poco resentido, enemigo del Libertador de México dice en el tomo primero de su "Historia de Méjico”, de 1849: “Era de mediana estatura, cargado de espaldas, de color moreno y ojos verdes vivos, la cabeza algo caída sobre el pecho, bastante cano y "calvo, como que pasaba ya de sesenta años, pero vigoroso, aunque no activo ni pronto en sus movimientos: de pocas palabras en el trato común, pero animado en la argumentación a estilo de colegio, cuando entraba en el calor de alguna disputa". Añade: “Poco aliñado en su traje, no usaba otro que el que acostumbraban entonces los curas de pueblos pequeños". El mismo Alamán aclara de ■íi- Z'-k ■ qué tipo de traje de trata: “Era, dice, este traje, un capote de paño negro con un sombrero redondo y bastón grande, y un vestido de calzón corto, chupa y chaqueta de un género de lana que venía de China y se llamaba rompe-coco". XXX Enseguida el retrato hablado de Bustamante, quien fue diputado al Congreso de Chil-pancingo junto con Morelos. Dice: “Era Hidalgo bien agestado, de cuerpo regular, trigueño, ojos vivos, voz dulce, conversación amena, obsequioso y complaciente: no afectaba sabiduría; pero muy luego se conocía que era hijo de las ciencias: era fogoso, emprendedor y a la vez arrebatado. La Botánica y la Poesía han perpetuado la memoria de este hombre extraordinario, y yo creo de mi obligación recoger estas producciones como otras tantas flores que, a nombre de mi Patria esparza sobre su sepulcro". Así lo consigna en el tomo primero de su “Cuadro Histórico de la Revolución Mexicana Iniciada el 15 de Septiembre de 1810 por el C. Miguel Hidalgo y Costilla". Más recientemente, en “El Auténtico Hidalgo", Jesús Amaya insiste en la pintura firmada por Serrano y que, según él. fue llevada a Alemania por un señor Udhe en 1860. Amaya asegura que la pintura fue hecha en plena lucha de independencia. Y es este retrato el que más apasiona al director del Museo Nacional de Historia de Chapultepec “¿Cómo imaginar a Hidalgo cargado de hombros, en la senilidad, ni sabemos de él su carácter y la fuerza con que actuó? No. Ocurre qu< Alamán. la pintura que ordenó pintar Maximiliano y la imagen paternal del cura Hidalga se han sobrepuesto a la realidad histórica". Y el propio licenciado Amaga cuenta una anécdota: "Cuando Miguel Angel terminó la estatua que había hecho a Lorenzo de Médicis, el famoso príncipe y mecenas le dijo: No. No soy yo. No me parezco.. ." “Miguel Angel contestó: si no lo es, será..." Lo interesante en este cascos que hay otro Hidalgo más. de autor anónimo, y que sí conoce como “Hidalgo Bachiller", de figura muy cercana a la que quiso que fuera Hidalgo el pintor Antonio Serrano que, por cierto, ni siquiera figura en los libro sobro pintura del siglo XIX — PAGINA 11 Pasos MONOLOGO DE HIDALGO Por Emilio CARBALLIDO Oscuridad. La nave de una iglesia de pueblo. y|~ IDALGO.— Soy un cu-Jjjj, ra de pueblo Soy un criollo. Soy un servidor de Dios. Soy el humilde, oscuro padre Miguel Hidalgo, confinado al paisaje polvoriento de un pueblo cuyo nombre jadea: Dolores. Yo soy el cura de Dolores, el hijo y el siervo de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica y Romana, la que apuntala, bendice y consagra el derecho divino de los reyes y los emperadores para usar, disponer, urdir, construir, destruir los destinos de cien veces cien mil vidas humanas. Soy el que puede, con la tonante fuerza de las palabras consagratorias hacer que Dios Nuestro Señor sea transformado en pan y después devorado por las hambrientas bocas de mis hijos, para que viva en sus entrañas y padezca con ellos la explotación y la miseria y el hambre enloquecida de alimentos terrestres. Siendo un cura de pueblo, en un momento dado, pesan cada vez menos las estrellas. Mi oficio es dar a Dios como sustento, pero he llegado a ver que no es bastante. Somos una colonia. Somos la propiedad de España. Veo en torno la infamia y el desorden. Y oigo voces: voces que piden una pequeña parte del gran orden divino para ser realizado en esta tierra. Oigo el s-'encio: el gran silencio de los cielos que noche a noche se tiende como una mansa . bestia, con su trémulo vientre antiguo sobre nosotros. El silen- . ció que nada afirma ni nada piega cuando se alzan los gritos de la violación y el despojo. Siento que en cada golpe que dan los yunques o las campanas debería retumbar una respuesta. Veo edmo la Historia va acumulándose gota a gota, infamia tras :nfamia, colmando vasos frágiles y sudorosos. ¿Y quién podrá volver a atar los elementos cuando estallen hirviendo esas minucias urgentes y sagradas, las que cada hombre exige como su muy debida parte de la felicidad en este mundo? Brilla un relámpago. Retumba un trueno.