Marso REVISTA EVANGELICA 189 Edom (Dputeronomio 10:6), sin llegar a la tierra prometida. Otro ejemplo de que la maldición de Dios está sobre los intemperantes tenemos en Manasés, hijo del piadoso rey de Judá, Ezequias. A la edad de doce años comenzó a reinar sobre el pueblo judio, pero se apartó de la ley divina y gobernó impíamente. Dedicó sus hijos a Moloc, hizolos bautizar en fuego (2a. Crónicas 33:6); sacrificó los sacerdotes de Jehová, asesinó Profetas (2a. Reyes 21:16; 24:4) y quiso matar al Profeta Isaías. Y todas estas perversidades, ¿a qué se debieron? A que no fue temperante, y por eso Dios permitió que fuese llevado preso a Babilonia. Bastante elocuente son estas citas para que comprendamos lo que nos espera si dejamos de cumplir nuestro deber y para demostrarnos que las muchas iniquidades que se multiplican en el hombre, son la causa de su aflicción y dolor. Pero debemos tener en cuenta que la intemperancia no sólo es de bebidas embriagantes, sino de comidas, de placeres, de ambiciones, de rivalidades. Las mueres orgullosas, las aposturas fectadas y arrogantes, en unos en otras; la vanidad en el an-lar, los afeites desordenados en 1 sexo femenino y los acicala-nientos llamativos que usan, son itras tantas causas de reproba-ión de Dios, porque estas cosas trovocan las pasiones e incitan a mitarlas. El Profeta Amos nos dice que ior los pecados de Israel cuando lenospreció la ley de Jehová, o guardando sus ordenanzas, hicieron errar a otros en sus mentiras y Dios no desvió su castigo de él. Dios siempre misericordioso y clemente dice al pueblo rebelde: “Buscadme y viviréis,” mas el pueblo no buscó lo bueno ni hizo lo recto y pervirtió a los nazarenos dándoles de beber vino siéndoles prohibido esta libación y por eso fue castigado severamente (Amos 5, 4; 2: 12). Oseas, igualmente manifiesta corroborando lo dicho, que los que se dedican a la embriaguez llevan una vida inútil, perdida, vergonzosa y miserable. El alcohol quita del corazón la verdad, la piedad, la misericordia, el amor y el temor a Dios. Induce a rendir tributo a los dioses y no a Dios. Por amar a Baco no aman a Jehová. Ejemplo terrible tenemos en Belsasar, último rey caldeo de Babilonia. La impiedad de la fiesta que celebraba, trajo sobre él la reprobación de Dios; la estupidez que le produjo la embriaguez hace que profane los vasos sagrados, y que vea, lleno de terror, una mano misteriosa que escribe en la pared de su palacio las sentenciosas palabras anunciatrices de la sanción que le daría esa misma noche, arruinando su reino y poniéndole en manos de Medas y Persas, como castigo merecido por su intemperancia. Así nosotros, siempre que desoigamos su voz y demos oidos a las concupiscencias, “adoramos la bestia apocalíptica y tomamos el vino de la ira de Dios” (Apocalipsis 14:10) y vendrá sobre nosotros el merecido castigo. “Hoy vivimos en días de una crisis espantosa," dice un nota- i i i 1 I