154 REVISTA EVANGELICA Marzo Una Parábola de León Tolstoi ----o--- Una vez un rey quiso saber la respuesta de estas tres preguntas: 1. ¿Cuándo debo empezar una obra? 2. ¿Quién es la persona más importante? 3. ¿Cuál es la obra más importante que debo hacer? Fue a visitar a un viejo y sabio ermitaño, pero antes de irse se vistió como simple campesino. El ermitaño estaba cultivando un terreno. Pero como era muy débil no pudo trabajar más. El rey le pidió la respuesta a sus preguntas, pero el anciano no le respondió. Estaba tan rendido que no podia hacerlo. Asi que el rey tomó la pala y empezó a trabajar mientras el anciano descansaba. De vez en cuando le solicitaba la respuesta, pero el anciano no quiso responderle. Al caer el día, el rey dejó la pala y dijo: “Si no puedes responderme dime que no y me iré.’’ En ese instante llegó hasta allí un hombre que venia corriendo y vióse que un chorro de sangre le brotaba por un costado. El herido cayó a los pies del rey, quien lo levantó, lo llevó a la choza y vendó lo mejor que pudo. Entonces, cansado de su labor el rey se durmió: y cuando despertó vió el sol de un nuevo dia. El hombre herido le miraba fijamente y dijo: “Perdóname.” El rey sorprendido le preguntó: ¿Qué tengo yo que perdonar en ti?" Y sucedió que aquel hombre había venido para matar al rey mismo pues creía que el rey había sido injusto para con su hermano. El ayudante del rey que le había acompañado a su caballo hirió al asesino. El rey le perdonó y salió en busca del anciano, que plantaba algunas semillas en el terreno que le rey había preparado. —Me puedes dar una respuesta a mis tres preguntas, ahora? —Ya ha recibido la respuesta V. M.—respondió el anciano. —Cómo? —¿No ve, si ayer no me hubiera ayudado en mi trabajo yo me hubiera desmayado, y además, aquél hombre le hubiera atacado; asi que el tiempo más importante fue cuando usted cavaba el terreno, yo era la persona más importante, y el ayudarme a mí era su obra de mayor importancia. Larga y de inmensa liberalidad es la mano ae nuestro soberano Padre para repartir a sus hijos este pan (cuotidiano), pues vemos que no lo niega a buenos ni a malos— Ponce de la Fuente.