233 LzY VIOLETA, goces que nos proporcione la vida, traemos á colación su recuerdo y un ahogado suspiro se arranca del pecho. Y bien mirado un cadáver nada significa, es preciso que suceda,es seguir la ley natural, por mas duro que nos parezca y arrancársenos quiera el corazón á pedazos, al separarnos de los miembros de nuestra familia. Morir y vejetar es la marcha desde el principio de la creación, vivir siem pre no puede ser, si tal fuera el destino ya se habrían fastidiado de tantos años de vida los primeros moradores; ¿cómo sería esto? un mundo estacionario, nada de marcha progresiva nada de adelanto; ó multiplicándose á tanto grado que ya no cabríamos, estaríamos unos apilados sobre los otros. Morir es preciso y no hay por que temer á la muerte, de mala muerte es de la que hemos de huir y no de morir, la de quien cumple la misión que se le impuso al venir á este mun do, que se ha dado en llamar de miserias humanas. María Gara a. Gonsales. Aperaría, Del invierno glacial á los rigores K1 verdor de los campos no resiste: V ceden los parleros ruiseñores, A la tímida tórtola, que existe Gimiendo en los cipreces;de sus flores Desnuda la campiña, yace triste: De pálidas neblinas los vapores, Es el blanco sudario que se viste; La luz del Sol en el Ocaso brilla Diseminada entre celajes rojos: Sumergiéndose va, cual la barquilla Que sucumbe del mar á los enojos; Y en tanta lobreguez, tristeza tanta, El disco dé la luna se abrillanta. Giiadalupe Gomes de Sitares. Saltillo, Enero 12 de 1894. Los ^ecueídos. El alma tiembla y se estremece, algunas veces de gozo y otras de tristeza; cuando volvemos á las horas fugaces del pasado, al evocar, ese pa sado, venturoso, el corazón lanza mil suspiros amorosos, como en prueba de un gratísimo recuerdo de amor; pero otras veces se convierten esos recuerdos en tristes y lóbregos ge ni idos. A la memoria debemos los recuerdos, por que solo ella se ocupa de guardarnos ésta colección de cosas ideales, en ella se gravan todas las impresiones, se reflejan los sonidos graves ó agudos, melancólicos ó ale gres,oscuros ó claros; en fin, grandes ó pequeños; pero siempre sobresa leu aquellos recuerdos que han penetrado hasta lo mas profundo y recóndito de nuestro corazón. Los recuerdos, no es nada mas que ese dulcísimo cambio que ejerce la imaginación; cuando se lanza con rápido vuelo hácia el pasado; para mot tramos con pálidos colores aquello que ha sido para nosotros tierno, su blime y delicioso. Pero. . .. ¡ Ay!. ... los recuerdos no siempre nos traen el bálsamo consolador ó la copa de miel, á veces es el acíbar de crueles sufrimientos. ¡Cuánto descansaría nuestro espí ritn si pudiéramos olvidar esos re cuerdos que al ver parecen alegres! pero. .. . ¡ay 1. . . .en ellos viene la esencia de la mas grande melancolía, ellos hacen que nuestro espíritu avan ce al abismo de la desesperación y la angustia; en esos momentos que en la mente surgen esos recuerdos aim la existencia misma se nos hace pe sada y fastidiosa. ¿Pero, que sería de nosotros si no existiera el recuerdo.^ ¿Qué quedaría en su lugar//.... Solo quedaría un inmenso é inson-